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Opinión 14 de enero de 2022

Deshojando las margaritas para saber si hay acuerdo con el FMI

Por José Luis Stella (*)

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al asumir, tenía en cartera varios candidatos para ocupar el cargo de Secretario del Tesoro, el equivalente a nuestro Ministro de Economía y se decidió por Janet Yellen, esposa de George Akerlof (Premio Nobel de Economía en 2001 compartido con Joseph Stiglitz y Michael Spence).

Entre los candidatos figuraba Larry Fink, presidente de Black Rock, la mayor administradora de fondos del mundo, que trajo algunos dólares al sur en el gobierno anterior, los pasó a pesos para hacer el “carry trade” y cuando quiso cerrar el círculo del juego especulativo y pasar los pesos nuevamente a dólares para sacarlos de “las pampas” y volverlos al norte quedó atrapado en el cepo; ahora Fink -sumado a otros financistas de Wall Street- le hablan al oído y le llenan la cabeza a Biden reclamando una posición dura con Argentina. Ven en la política ortoxa de no tener déficit fiscal la posibilidad de recuperar algo de lo que pusieron y de lo que perdieron. El ministro Guzmán seguramente se preguntará si no hubiera sido preferible haber cerrado en el 2020 un acuerdo con el FMI y no con los bonistas privados. La historia dirá si estuvo mal o bien la secuencia y si hubo o no “mala praxis”.

Biden, o mejor dicho el Fondo, pide que a partir de 2024 o 2025 no haya déficit. Alberto Fernández, leyendo el machete que le pasa Martín Guzmán, contesta que para no mochar la recuperación económica actual el déficit se eliminaría recién para el 2027. Con posiciones duras, si fueran irreductibles y ninguno cediera, no hay acuerdo. También Argentina pedía facilidades extendidas a 20 años y rebaja de sobrecargos en la tasa de interés, cosas que no se lograron. De las tres promesas de Guzmán solo queda una en discusión: la baja del déficit fiscal que el Fondo pide se haga partiendo del aproximado 2,9% del PBI del 2021 a razón de 0,7% por año como mínimo llegando a cero en 2025.

¿Con qué cara Guzmán le dice a Cristina Fernández que el déficit en el 2023, año de elecciones, será del 1,5% del producto y que para ello tendrán que disminuir los subsidios a la energía y al transporte aumentando precio de colectivos, luz y gas? Se sabe que habrá menos ingresos en las arcas fiscales: menos de retenciones porque no será tan alto el precio de la súper soja, no estará el impuesto extraordinario a los grandes patrimonios, no hay previsto nuevos repartos de fondos extraordinarios del FMI y a esto sumamos la sequía.

Suponiendo que Alberto Fernández ganara la pulseada de lo único que se discute (tiempo de ajuste) y hubiera cinco años más de déficit, la pregunta del millón sería: ¿quién lo financia? Para un país como el nuestro que no tiene ahorros previos, solo hay dos formas de financiamiento: Endeudarse o emitir y ninguna de las dos alternativas lucen como opciones apetecibles ya que ambas, como en el juego de la oca, nos harían retroceder varios casilleros. Cuanto más tardemos en llegar al equilibrio de las cuentas públicas tendremos o más deuda o más inflación. Un mayor déficit fiscal financiado con emisión monetaria significaría más presiones cambiarias, menos reservas y más inflación que la del 50,9% del 2021. ¿Por qué insistir con 5 años más de déficit? Déficit no es sinónimo de crecimiento, se acerca más a sinónimo de descontrol desde el punto de vista económico.

La eficacia de esta política fiscal expansiva consistente en seguir con déficit varios años a lo que se aferra el gobierno es “a todas luces” incierta y su resultado podría ser contraproducente. Es cierto que se podría gastar mejor, pero gastar igual o más con nuevos impuestos serían menos recursos para el sector privado que ya está excesivamente castigado con la carga tributaria y haría peligrar en el mercado de trabajo la generación de nuevos empleos de “calidad”. Mientras tanto nadie habla de productividad.

Los números de las reservas internacionales en el Banco Central de la República Argentina y de pagos de deuda en moneda extranjera en los próximos meses asustan. En las dos semanas de enero y con viento a favor el Central pudo sumar 180 millones de dólares que trajeron un respiro. El lunes se pagaron 693 millones a los tenedores de los títulos bajo legislación de Nueva York y bajo ley argentina, de los bonos en moneda extranjera emitidos en el canje de 2020. 538 millones cobran acreedores privados más 155 entes públicos (FGS de la Anses y el propio Banco Central). Clasificados de otra forma 243 millones de bonos bajo jurisdicción local más 426 jurisdicción neoyorkina más 24 en euros. ¡Es decir entraron casi doscientos y salieron casi setecientos!, ¡de seguir así no hay caja que aguante!

En dos semanas vencen 1.080 millones de dólares con el Fondo, del préstamo de 2018: 720 millones de capital a fines de enero y 360 millones de intereses a comienzos de febrero. En marzo, hay otro vencimiento por 2.900 millones, una cifra que resulta de imposible cumplimiento, de no mediar la galera de algún mago; los fondos no están.

Hay que recordar que Argentina, en paralelo, le debe al Club de París unos 2.000 millones de dólares. Y que sin “Facilidades Extendidas” con el FMI o al menos algún papel firmado que tire la pelota para adelante, como podría ser una Carta de Intención, no se puede habilitar un acuerdo con el Club y en abril se entraría en default (cesación de pagos) con el FMI y con el Club de Paris si no se acuerda la postergación de vencimientos o se paga.

El 4 de Mayo de 2020 Argentina tenía un compromiso de 2.450 millones con el Club de París y treinta días después entrabamos en default (hubiera sido el segundo en veinte años después del anterior declarado por Rodolfo Rodríguez Saa el 22 de diciembre de 2001).

Japón, uno del grupo de acreedores, exigía un pago a cuenta por parte de Argentina para permitir que se difiera el saldo. El embajador de Japón, si bien no quería en medio de la crisis que desató la pandemia de Covid llevar a nuestro país contra las cuerdas, se quejaba, con razón que Argentina no le suspendía los pagos a China y a los acreedores del Club SÍ. Por ende Guzmán terminó reconsiderando la situación y negoció positivamente con los Jefes de Estado de los países miembros del Club y ordenó un pagó de buena voluntad (lo que pretendía Japón) de 430 millones postergando el vencimiento del saldo.

Guzmán logró la prórroga, lo que no pudo evitar es que ese saldo y cualquier nueva postergación quede ATADA a la negociación con el FMI, no es casualidad que el Club acordara posponer pagos hasta el 31 de Marzo de 2022, porque saben que para esa fecha, con seguridad no nos quedan reservas netas. Un default con el FMI y con el Club de París, además dejaría al País sin la posibilidad de recibir créditos habitualmente otorgados por otros organismos multilaterales.

Los pagos futuros de Argentina al FMI son: Marzo u$s 4.039 millones (3.567 millones de capital y unos 472 millones de intereses). En junio 2022 u$s 5.353 millones, ( 4.943 millones de capital y 410 millones en intereses). En septiembre u$s 6.271 (5.931 millones de capital y otros 340 millones de interés). En diciembre u$s 5.900 (5.631 millones de capital y 269 millones de intereses). En la historia de Inodoro Pereyra de Fontanarrosa seguramente Mendieta expresaría su habitual ¡Qué lo parió!. Hasta aquí, la administración de Alberto Fernández y su ministro Martín Guzmán siempre cumplió en tiempo y forma con los pagos al organismo. Eso habilitóal país a poder recibir los u$s 4.350 millones en DEG que en la última semana de junio del año pasado, con lo que se pudieron hacer frente a los dos pagos de los u$s 1800 millones cada uno de septiembre y diciembre; más los U$S 830 millones de este mes. El gobierno está en una encrucijada entre: a) el rédito político de cortísimo plazo de terminar con los pagos y entrar en default con un costo futuro incalculable para la sociedad y b) hacer el acuerdo preparando una explicación o relato para sus seguidores de lo que significaría haberse “tragado el sapo” de la negociación.

Todo parecía encaminado y aparecieron tres nubarrones en el horizonte de negociación.

  1. La insistencia del gobierno y también del FMI de involucrar a la oposición, y la NO aprobación del presupuesto 2022, un golpe duro como demostración de las disputas internas. Si se hubiera aprobado un déficit de 3,3% del PBI, para Guzmán ése hubiera sido el punto de partida aceptado por el FMI para el sendero de reducción del déficit de 0,7 puntos anuales.
  2. EEUU votó el 22 de diciembre en contra del informe “Investigación sobre el origen y las consecuencias de la aprobación y ejecución del crédito” firmado por el economista noruego Odd Per Brekk, fue el único país en cuestionarlo defendiendo la legalidad del crédito. Según los representantes estadounidenses en el FMI el programa fue legal y si falló, se debió a cuestiones internas de Argentina, no a problemas de diseño. La idea central para ellos es que el problema no es el apoyo si no las políticas aplicadas en nuestro país. David Lipton (¡Qué chico es el mundo!) ahora designado por Janet Yellen para trabajar en Washington, como asesor directo de la Secretaría del Tesoro en temas vinculados a la presencia de los Estados Unidos en los organismos financieros internacionales, incluyendo el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Club de París, era funcionario en 2018 del FMI (el número dos) y no quería otorgar el préstamo a la Argentina, sin embargo cedió ante la presión en de Donald Trump para que el organismo apruebe “un cuadro cuya tela quedaba fuera del marco”.
  3. La advertencia que la propia Cristalina Giorgieva hizo a los países emergentes de que la reserva federal de EEUU, ante la alta inflación tiene previsto suba de tasas de interés, posiblemente a partir de marzo del 2022.

El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz elogió las políticas del Gobierno Argentino ante la pandemia de coronavirus, instó al Fondo a que “refinancie” la deuda de lo contrario “podría amenazar la estabilidad política y financiera mundial” (parece demasiado) y llegó a hablar de “milagro Argentino”. Es una caricia al alma, para Martín Guzmán de su mentor, aunque no tenga ningún efecto práctico en la negociación.

En el kichnerismo duro no quieren el acuerdo con el FMI. El gobernador bonaerense Axel Kicillof asegura que la exigencia del Fondo está avalada por Estados Unidos. La disputa interna en el seno del gobierno y el pase de facturas contra Guzmán que ya viene desde que ajustó partidas en momentos electorales deja al gobierno en medio del laberinto. A veces el propio Guzmán se presenta errático, como todo el gobierno, dice por ejemplo que va a presentar números y los números no aparecen, el famoso plan de metas plurianuales que fue prometido el 14 de noviembre del año pasado por el Presidente en base a “los mejores entendimientos” que se hayan alcanzado con el FMI iba a estar listo los primeros días de diciembre y todavía NO ESTÁ. Hay parches, marchas y contramarchas como mantener la lupa sobre el pago de importaciones. La AFIP implementa un nuevo sistema de control de las compras de servicios al exterior. El BCRA puso la aprobación del ente recaudador como condición para el acceso a divisas e introdujo cambios en los límites de adelanto de insumos y las importaciones de autos y motos haciendo más burocrático el acceso a las divisas, medidas que no se podrán sostener por mucho tiempo.

Alberto Fernández quiere “quedar bien con dios y con el diablo”, luego de asumir la presidencia Pro Tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), con fuerte impronta antinorteamericana, viaja el 5 de febrero a Beijing a la inauguración de los Juegos Olímpicos de invierno en China pese al boicot de los Estados Unidos mientras que ordena al embajador argentino en Washington, Jorge Argüello, que organice la visita del canciller Santiago Cafiero el 18 y 19 de enero a Estados Unidos para reunirse con el secretario de Estado, Antony Blinken, uno de los funcionarios de mayor peso en la administración de Joe Biden y tratar de acercar posiciones. El tema del FMI no aparece oficialmente en la agenda oficial (derechos humanos y falta de libertades en países como Cuba, Venezuela o Nicaragua que sugestivamente cuentan con el visto bueno de la Argentina; posible construcción de una central nuclear en Zárate con financiamiento y tecnología de China; posibles inversiones de Estados Unidos en el sector energético, tanto en Vaca Muerta como en el área de energías renovable), la idea es que el tema del FMI surja en la charla. La tarea de Cafiero, que se agravó por la actuación de Daniel Capitanich junto a Mohsen Rezai vicepresidente de Irán acusado de participar en el ataque terrorista a la AMIA cuando compartieron la ceremonia la asunción de Ortega el lunes 10 de enero, es TITANICA, tiene que buscar apoyo de Estados Unidos, cuando todos los hechos desciptos fueron desafiantes para el país del Norte. Para la Casa Blanca el gobierno Argentino hace todo PARA NO ACORDAR CON EL FMI.

En esa línea Alberto Fernández fue cambiando su mensaje, en noviembre el acuerdo estaba prácticamente cerrado” y ahora repite: “Una vez más el FMI busca imponernos un programa y ahí no estamos de acuerdo” por eso se demora el avance en la negociación para reestructurar los pagos pendientes por el préstamo del orden de los 44.000 millones de dólares que tomó el gobierno de Mauricio Macri.

Tal cual están las cosas sacamos un pétalo y decimos HAY ACUERDO, al segundo NO HAY ACUERDO, un tercero y HAY ACUERDO, al cuarto NO HAY ACUERDO….. Para el Frente de Todos cualquier acuerdo será malo. Todos los escenarios que imaginó Guzmán para 2022 suponen un acuerdo. El tiempo se acorta y tenemos hasta mediados de marzo, no hay nada peor en economía que la palabra “incertidumbre” y es la que domina estos tiempo de “deshojar las margaritas”.

 

(*) Licenciado en Economía