“Dibu” Martínez, la historia detrás del héroe: de Mar del Plata a ser leyenda con la Selección Argentina
Creció en el barrio El Jardín y se formó en tres clubes de la ciudad: Urquiza, Talleres y San Isidro. Viajó con 12 años a Independiente de Avellaneda y con 17 se fue a Inglaterra, donde esperó mucho tiempo su momento. Hoy es múltiple campeón y el arquero más determinante de la historia del seleccionado argentino.
“Emi” camina por el barrio El Jardín de Mar del Plata con la pelota en la mano y una idea fija: ser futbolista profesional. Más precisamente, arquero. Pone dos piedras para marcar su territorio y vuela. Muy lejos, vuela. El cuerpo acompaña su imaginación.
“‘Dibu” es un niño”, aseguran algunos al ver sus reacciones. No se equivocan. Nunca dejó de ser aquel pibe. Jamás olvidó las raíces. Lleva como estandarte el barrio, las dificultades, el sacrificio. Siempre vuelve sobre su pasado. Hoy juega por 47 millones de argentinos. Pero, ante todo, por ese niño que fue. El que no tenía mucho y lo quería todo.
Hijo de Alberto y Susana, Damián Emiliano Martínez nació el 2 de septiembre de 1992. Creció en la zona sur de la ciudad, muy cerca del Bosque Peralta Ramos, guiado por su hermano y referente, Alejandro, dos años mayor.
Vivió una infancia con dificultades económicas, pero abundante aprendizaje. Entendió, rápidamente, que el esfuerzo era indispensable para cumplir su gran anhelo. “Desde niño sueño levantar la dorada, la Copa del Mundo”, decía antes de tocar la gloria en Qatar.
Susana limpiaba casas y “Beto” era fletero en el puerto. Trabajaban desde la mañana a la noche. Cada centavo era invertido en sus hijos. La madre apostaba a la educación: las horas extras eran para llegar a pagar la cuota del colegio Sagrada Familia. Y el padre era el que más acompañaba y alimentaba la pasión por el fútbol de sus hijos.
“Éramos humildes, pero muy felices. Por eso no nos da vergüenza decir de dónde venimos. Más allá de las complicaciones, a los chicos nunca les faltó un plato de comida en la mesa. Les dimos todo lo que pudimos”, le contó “Beto” a LA CAPITAL.
Emiliano era (todavía lo es) inseparable de Alejandro. Por eso lo acompañaba aunque tuviera que ir al banco de suplentes en una categoría dos años más grande, la 1990 de General Urquiza, su primer club. El hermano mayor también le encontró el puesto de tanto patearle en la casa, en la calle, en la plaza o donde hubiera algo con forma de pelota y un arco imaginario.
“A veces podíamos comprar un solo par de medias. Me lo escondía atrás de la espalda y les preguntaba a mis hijos en qué mano estaba. Ellos tenían que elegir. No sé cómo hacía ‘Emi’, pero siempre ganaba”, reveló el padre.
Era intuición. Habilidad que muy bien aplicó “Dibu” en las definiciones por penales ante Colombia en la Copa América de Brasil, frente a Países Bajos y Francia en el Mundial de Qatar y una vez más ante Ecuador en la Copa América de Estados Unidos.
Alberto Martínez, papá de “Dibu”, sostiene la bandera argentina. Detrás, ex compañeros y formadores con las camisetas del arquero marplatense en la plaza en la que jugaba de niño.
Después de hacer escuelita en Urquiza, pasó a Talleres, club ubicado muy cerca de su colegio. Y de allí fue a San Isidro de la mano de “Cacho” Gonzalo y Jorge Peta, sus formadores. Entrenaban en la plaza Sicilia del barrio Colinas de Peralta Ramos, sin luz ni los elementos básicos.
La clase ’92 de San Isidro tenía un gran equipo. “Le hacíamos patear tiros libres y penales. A veces se aburría porque no le llegaban y le daba la pelota a los rivales para que le pateen”, recordó Peta, quien un día antes de cada partido le envía un mensaje de apoyo a modo de cábala. “Nunca faltaba a un entrenamiento y, si podía, se quedaba más tiempo con su padre”, agregó sobre su obstinación para ser siempre un poco mejor.
Y, a propósito de la relación de amor de “Dibu” con los penales, el entrenador rememoró: “Un día en cancha de Kimberley jugamos la final del torneo Dragón Verde contra Independiente. Para asegurar el primer penal, decidimos que lo ejecute Emiliano. Le pegó muy fuerte, como siempre, y la pelota rebotó en el travesaño. Estábamos al horno. Pero él, muy tranquilo, después atajó dos y ganamos“.
El arquero de San Isidro tenía condiciones. Por eso los entrenadores le consiguieron pruebas en clubes de AFA. “Nosotros lo llevamos a Buenos Aires tres veces. Primero fue a River, donde lo vio (Héctor Osvaldo) Pitarch. No lo quisieron. Nos dijeron que ya tenían arqueros con las condiciones de él”, explicó Peta. “Luego fue a Boca con (Ramón) Madoni y pasó lo mismo”, agregó. “Volvía con la desilusión lógica, pero era muy fuerte de la cabeza. Después lo vio ‘Pepe’ Santoro. Con el ojo que tiene para los arqueros obviamente lo pidió para Independiente”, completó sobre su llegada a Avellaneda.
Viajó solo a Buenos Aires con 12 años. Sufrió el desarraigo, pero ya tenía una enorme fortaleza mental. Dormía en la pensión de Independiente (allí recibió el apodo de “Dibu”), se levantaba a las 6, iba al colegio, entrenaba y después viajaba en colectivo a Ezeiza cuando era convocado para las selecciones juveniles. Todo para perseguir su gran objetivo.
Fue el arquero titular del seleccionado Sub 17 que logró el subcampeonato en el Sudamericano 2009 en Chile (luego disputó el Mundial de la categoría en Nigeria). También con Nicolás Tagliafico en el plantel, Argentina perdió la final ante Brasil (Alisson Becker y Casemiro eran suplentes) pese a que el arquero marplatense contuvo dos ejecuciones. “Dibu” llamó la atención de los “ojeadores” del Arsenal inglés, lo invitaron a una prueba y le salió una oportunidad impensada.
Como en Independiente no podían ofrecerle un buen contrato, el destino ahora lo llevó con 17 años a Londres, gestión mediante de Gustavo Goñi, representante y amigo. El primer objetivo estaba cumplido: lograr una mayor seguridad económica familiar y tener la chance de ser profesional. Encima, en una de las mejores ligas del mundo.
Allí empezó otra vida, siempre conectada a la anterior. Se casó con Mandinha y tuvo dos hijos: Santi y Ava.
En lo deportivo, no le resultó sencillo construir su camino. Estuvo mucho tiempo como tercer o cuarto arquero e incluso fue cedido varias veces.
Su debut fue en mayo de 2012 en Oxford United, club de la tercera división de Inglaterra. Allí tampoco tuvo continuidad y volvió a Arsenal, donde hizo su presentación en septiembre por la Copa de la Liga.
En la temporada 13/14 salió nuevamente a préstamo, ahora a Sheffield United, de la Championship, donde jugó un poco más seguido.
A su regreso disputó su primer partido de Premier League el 22 de noviembre de 2014, en un Arsenal – Manchester United. La temporada siguiente la jugó en Rotherdham United, nuevamente en segunda división. Pero tampoco logró afianzarse como titular. Y luego le ocurrió lo mismo en Wolverhampton, que competía en la misma categoría.
Sin embargo, con 24 años, Arsenal le renovó contrato y el entrenador Arsene Wenger, una leyenda en el club, dijo: “Tiene todas las cualidades para ser el futuro arquero del Arsenal”. Pero su situación no cambió, con un puñado de oportunidades bajo los tres palos.
Para la temporada 2017/18 salió a Getafe, de La Liga española. Y otra vez permaneció casi siempre en el banco: atajó sólo 5 partidos.
En su nueva cesión, ahora a Reading (Championship), al fin consiguió atajar con continuidad: 18 partidos en el primer semestre de 2019. Y para la temporada 2019/20 tuvo mayores chances en Arsenal, donde fue protagonista en la FA Cup y la Europa League.
En junio del 2020 le surgió la posibilidad de atajar por la lesión el titular, el alemán Bernd Leno. Y el marplatense no la desaprovechó. Tuvo buenas actuaciones el cierre de la Premier (tras el parate por el coronavirus), fue pieza clave para la consagración en la FA Cup (con victoria sobre Manchester City en semifinales y Chelsea en la final) y después volvió a ser importante en la definición de la Community Shield frente a Liverpool.
Con el regreso de Leno, Martínez iba a ser relegado nuevamente. Pero, después de mostrar su nivel, Aston Villa lo compró por 21.500.000 euros. Así, se convirtió en el arquero argentino más caro de la historia.
En el club de Birmingham tuvo una gran temporada 2020/21: logró 15 vallas invictas en 38 partidos.
Ya había sido convocado en algunas oportunidades por Lionel Scaloni, pero en la última doble fecha FIFA de Eliminatorias previa a la Copa América 2021 se le abrió la posibilidad por la ausencia del habitual titular, Franco Armani, quien dio positivo de Covid-19.
“Dibu” transmitió seguridad desde el primer partido y se aferró al arco del seleccionado argentino.
Tuvo su partido consagratorio en la definición por penales de semifinales ante Colombia, cuando dejó grabado para el siempre el “mirá que te como”. Mantuvo la valla invicta en la definición ante Brasil (1-0 con el gol de Di María), en el Maracaná, escenario ideal para levantar la Copa América y cortar una racha de 28 años sin títulos para el seleccionado argentino. Y se llevó el Guante de Oro.
Después siguió su carrera en el Aston Villa, pero siempre con la cabeza puesta en la Selección Argentina, con la que ganó la Finalissima frente a Italia en el mítico Wembley, en Inglaterra, el país que lo cobijó. Segundo título que no nubló el real objetivo: Qatar 2022.
En el Mundial tuvo una intervención decisiva para asegurar el 2-1 sobre Australia en octavos y atajó dos penales para ganar un choque infartante de cuartos contra Países Bajos.
Pero el salto a la inmortalidad lo dio en la final ante Francia. Tuvo una tapada que se convirtió en tatuaje contra Kolo Muani en el minuto 122 para sostener el 3-3 contra Francia y le sacó un penal a Coman en la definición. Cumplió el sueño de ser campeón del mundo como gran protagonista de la película y mejor arquero de la competición.
Pero siguió dispuesto a agigantar su historia y la de la Selección Argentina. En Estados Unidos recibió apenas un gol en seis partidos, emocionó en otra tanda de penales y volvió a hacer fácil lo difícil en 120 minutos de la final ante Colombia. Bicampeón de América y nuevo Guante de Oro.
Emiliano Martínez atajó 45 partidos en la Selección Argentina y logró ¡33 vallas invictas!
Dibu será recordado como un pilar central de la mejor Selección Argentina de todos los tiempos, en la etapa final de uno de los mejores futbolistas de la historia, Lionel Messi, a quien respaldó con sus atajadas determinantes. Juntos ya ganaron cuatro títulos consecutivos, uno del mundo, dos continentales y otro intercontinental.
Merecido premio para el arquero que remó durante mucho tiempo para poder ser hoy la tapa de todos los diarios. El que cumplió el sueño de aquel niño que armaba su arco con piedritas en las calles de tierra del barrio El Jardín, del adolescente que partió atrás de una pelota a una pensión a 400 kilómetros de casa, del joven que cruzó el océano para vivir solo en un país con una cultura e idioma diferentes y el que esperó durante años su momento sin perder el foco. Y provocó la alegría infinita de los familiares y amigos que siempre lo apoyaron y de los millones de argentinos que se enamoraron de él a primera vista. Un amor que será para toda la vida.
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