Deportes

Diego Cavaco volvió para cerrar el círculo

El alero marplatense reforzará a Quilmes en la próxima Liga Nacional. Su repaso a una gran carrera, a la que sólo le faltó un título en la máxima categoría.

Por Marcelo Solari y Sebastián Arana

Difícilmente lo imaginaba el 3 de octubre de 1997. Aunque, quién sabe, siempre tuvo claro lo que quería. Ese día Guillermo Vecchio lo mandó a la cancha por primera vez. Villa Ramallo, escenario de la localía de Belgrano de San Nicolás. Era por entonces uno de los buenos proyectos del básquetbol marplatense. Después vinieron otros cuyos nombres ocuparon carteleras importantes. Sin embargo, mientras otros crecían, él no dejaba de sumar temporada tras temporada en el más alto nivel del básquetbol argentino. Diego Cavaco, el símbolo que Quilmes recupera para encarar la temporada 2016/2017, jugará su vigésima temporada como profesional. Dieciocho las hizo en la Liga A.

Una sola, la del recordado ascenso “tricolor” de mayo de 1999 en Gualeguaychú, en el TNA. 933 partidos, 22.608 minutos en cancha, 8.746 puntos -con una marca registrada que siempre le dio de comer: un 38% en tiros de tres puntos- y 2.863 rebotes después está otra vez en casa. Para ponerle el moño a una carrera impecable en la que vistió siete camisetas distintas.

“Andar por todos lados también me hizo extrañar más a Mar del Plata. La nuestra no es una ciudad más. Estando en otros equipos te puedo asegurar que todos miran el fixture para ver cuándo toca viajar a Mar del Plata. Sobre todo los americanos, que se desesperan por venir acá”, le confesó ayer a LA CAPITAL en el comienzo de una larga charla.

-¿No llega un momento, después de tanto andar por todos lados, en el que te acostumbrás y dejás de sentir tanta nostalgia por tu lugar?

-A mí no me costó tanto en los primeros años porque estaba muy enfocado en lo que quería. Pero los que te rodean no se terminan de acostumbrar. Ni mi esposa, ni los nenes, ni los familiares más directos, ni los amigos. A mí me pasa ahora que familiares o amigos me dicen que por fin voy a estar en Mar del Plata para festejar juntos un cumpleaños. Se dio la particularidad también de que en casi todos los clubes dónde fui a jugar me quedé dos o tres años. Entonces hice amigos en cada ciudad y en cada equipo dónde estuve. Se me pasaron volando los años. Y el estilo de vida que podía tener en Mar del Plata lo fui replicando en otros lugares. Mis chicos pudieron ir al colegio y hacer vida normal en otras provincias.

-Se te hizo más difícil esta última etapa, cuando la familia eligió quedarse en Mar del Plata…

-Sí, pero Comodoro Rivadavia fue un un muy buen lugar para mí. Nos facilitaron todo y los resultados se dieron. El de Villa Angela fue un año malo y no saqué nada positivo. Pero en Gimnasia la dirigencia se dedicó a que nosotros juguemos sin preocuparnos por otras cosas, los resultados se dieron de entrada y todo acompañó. Para mí fueron tres temporadas espectaculares. A alguien puede parecerle que fue un fracaso no haber salido campeón. Pero hubo muchas cosas positivas: vivimos bien, viajamos bien, estuvimos al día, el equipo anduvo bien. Son muchas las cosas que te marcan si fue un buen o un mal paso…

-Guillermo Narvarte nos dijo hace poco que si vos en un lugar estás bien y ganás, la ciudad te parece Nueva York…

-Escuché esa frase desde muy chico y es verdad. A mí me tocó estar en ciudades chicas y grandes. En Sunchales, que es muy chico, lo pasé espectacular, con mi hijo mayor recién nacido. El primer año fue más o menos en lo deportivo, pero los otros tres muy buenos. Y también hice varios amigos. Después estuve en ciudades grandes como Santiago del Estero, Corrientes o Comodoro Rivadavia. El jugador también está acostumbrado de esa manera: sale y disfruta si gana y se guarda en la casa si pierde. Esa es la mentalidad general. Yo entiendo que el partido termina y ya tu familia te banca demasiado como para después hacerles sufrir un encierro adicional. Siempre te vas a encontrar con alguien que te quiera putear o decirte algo.

-En ese sentido, de todos los lugares por los que anduviste, ¿cuál es el que vive el básquetbol con mayor fanatismo?

-Mar del Plata. Los primeros seis años, en ese sentido, fueron muy lindos para mí. En Santiago del Estero también. Me pasó algo raro. Jugaba en Olímpico y vivía a tres cuadras de Quimsa. Jamás tuve un problema, incluso los hinchas de este último equipo me preguntaban cuándo iba a jugar para ellos. Después de dos temporadas y media, fui a ese club. Me recibieron con los brazos abiertos. En Corrientes, cuando jugué para Regatas, no había tanta efervescencia porque San Martín recién estaba apareciendo. Pero en ninguna otra ciudad viví el básquetbol como en Mar del Plata.

-Muchas veces acá nos quejamos del nivel de nuestro básquetbol. Que el torneo local es flojo, que son pocos equipos, que surgen pocos jugadores, etc…Después de haber visto otras realidades en el país, ¿cómo te parece que está situada Mar del Plata?

-Es verdad que no salieron muchos jugadores. Pero el torneo interno no es tan malo. No es el de Bahía Blanca, ni el de La Plata, está claro. Es increíble como siguen atrayendo a los chicos para jugar al básquetbol en plazas como Bahía Blanca. La calidad sale de la cantidad. Aunque también hay camadas mejores que otras y hay que esperar los frutos. Para mí acá se labura bien. Lo veo con mi hijo en Kimberley, lo veo también en Quilmes. Trabajan distinto a cómo lo hacíamos nosotros. Hoy los técnicos son más perfeccionistas. Pero el proceso de un chico talentoso lleva años. Hay que detectarlo, cuidarlo y llevarlo de a poco. Como hicieron en Quilmes con Luca Vildoza. Leandro Ramella hizo un gran trabajo con él. No lo apuró. Le dio su tiempo, más allá de que las urgencias le demandaban que lo ponga ya en la cancha.

Te puede interesar

Cargando...
Cargando...
Cargando...