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Opinión 24 de julio de 2016

Doping: la salud de los enfermos

por Walter Vargas

Sergey Shubenkov. Foto: IAAF.

El escándalo suscitado por el doping sistemático de los atletas rusos y las consiguientes sanciones comprende algunos elementos que exceden por mucho la natural condena a los autores intelectuales y materiales de la violación de los reglamentos: también deja entrever segundas intenciones de los denunciantes, quienes a primera mirada son los buenos de la película.

La secuencia de lo investigado y de lo actuado está poblada de datos concretos y cristalinos: en 2014 salió a la luz el documental alemán “Dopaje ultrasecreto: el oscuro mundo del atletismo“, en 2015 hizo su trabajo la Comisión Independiente dirigida por el suizo Dick Pound y el 9 de noviembre, en una conferencia de prensa realizada en Ginebra, salió a la luz uno de los mayores escándalos de la historia del deporte.

La comisión inspirada por la Agencia Mundial Antidopaje había detectado una red de venalidad que integraban, además de los casi 700 deportistas que habían consentido su beneficio, la cúpula de la Federación Rusa de Atletismo, el servicio secreto y el gobierno de Vladimir Putin propiamente dicho.

¿Cuáles eran los procedimientos de la trampa?

Antes de doparlos, el gobierno les extraía muestras de orina, las almacenaba y las congelaba; luego les suministraba las drogas, preferentemente anabólicos y EPO y a la hora del control antidoping un agente del servicio secreto colocaba la orina buena, la “limpia”.

El ardid era perfecto: sólo podía ser detectado con microscopio.

Las pruebas era contundentes y certificadas en grado sumo por el testimonio de varios arrepentidos: entre otros la atleta Yuliya Stepanova, su esposo, el oficial antidoping Vitaly Stepanov, más Gregory Rodchenkov, ex director del laboratorio ruso, quien confesó que la cadena de dopajes en masa había empezado en los Juegos Olímpicos de Invierno desarrollados en Sochi, Rusia.

De ahí, del descomunal peso de las pruebas, derivó que la Federación Internacional de Atletismo recomiende al Comité Olímpico Internacional que se prohíba la participación de los atletas rusos en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro que se iniciarán el 5 de agosto próximo en el Estadio Maracaná.

De ahí que quedarán fuera de concurso estrellas de la talla de Sergey Shubenkov en 110 con vallas, Denis Kudryavtsev en 440 con vallas y Anna Chicherova en salto en alto, en un equipo, el ruso, que en Londres 2012 había consumado una valorable cosecha de ocho oros, cinco platas y cinco bronces.

De ahí emanó la drástica ratificación del TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) que rechazó la apelación del Comité Olímpico Ruso y de 68 atletas rusos.

¿Qué criterio aplicó el TAS? Evaluó el procedimiento de la investigación y la sustancia de las pruebas: un doping sistematizado, apoyado por el gobierno ruso, configura una razón de sobra para honrar lo que en Derecho se da en llamar “el debido proceso” y avalar a la Federación Internacional de Atletismo (IAAF).

Como última instancia, el Comité Olímpico Internacional (COI) ratificó la prohibición impuesta por la IAAF para los representantes del atletismo pero evitó extender la medida a todos los deportistas del equipo olímpico de Rusia, cuya suerte definirán las federaciones internacionales de cada deporte.

En esta lucha por purificar el espíritu competitivo, claro que hay quienes ven otras motivaciones, por ejemplo la celebridad rusa Yelena Isinbayeva, oro en Atenas 2004 y Beijing 2008 en salto con garrocha, que habló de una decisión “política”.

Algo de eso debe de haber, desde el momento que en la investigación, tal como había sucedido con la que develó los casos de corrupción de la FIFA, se descuenta la influencia de la CIA y el FBI en la captación y persuasión de “los arrepentidos”, sin contar que Estados Unidos también tiene una profusa historia vinculada con el doping: en la NFL, en la Major League de béisbol, en sus equipos de ciclismo, en la NBA (plenamente liberada para las sustancias de las que deseen servirse los jugadores) e incluso en el atletismo, con el mismísimo Carl Lewis protegido de por lo menos tres controles que dieron positivo.

El periodista Ezequiel Fernández Moores, un prestigioso especialista en política y deportes, sugiere que pulsa una sorda lucha de poderes entre Rusia y los Estados Unidos.

De hecho, Rusia se quedó con la organización de los Mundiales de Atletismo y de Natación, de los Juegos Olímpicos de Invierno y del Mundial de Fútbol de 2018 y EE.UU postula a Los Angeles para los Juegos Olímpicos de 2024 y se propone como organizador del Mundial de fútbol 2016.

Fernández Moores juega con la metáfora de la célebre “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y propone que asistimos hoy a una versión aggiornada, a la vez que un viejo y prestigiado dirigente del atletismo argentino, Ricardo Crudo, invita a “sacarse la careta” y se pregunta por qué no salen a la luz casos de dopaje en otros países: “tal vez porque tienen buenos equipos de simuladores”.

Otra voz calificada es la de Gustavo Abreu, presidente del Tribunal Nacional Antidopaje, quien encuentra positivo que los sistemas de antidoping hayan avanzado de modo tal que hoy la mano de la justicia caiga sobre una federación de la enorme importancia de la rusa: “antes jamás caían los mejores, era impensable que detectaran controles positivos en el 1 o el 2 del mundo, y hace tres años cayó el estadounidense Tyson Gay, el único que podía ganarle a Usain Bolt”.

Télam.



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