Policiales

Dos meses después, aún no se sabe cómo murió Lucía Pérez

La investigación por la muerte de Lucía Pérez continúa empantanada en un doloroso enigma y, dos meses después, se desconoce con precisión qué fue lo que sucedió en el interior de la casa del barrio Alfar. Faltan algunos peritajes claves. La historia detrás de una muerte dolorosa.

Por Fernando del Rio

El sábado 8 de octubre a las 10.20 de la mañana Lucía Pérez (16) salió de su casa de la calle Nápoles vestida con calzas negras, una remera blanca y un buzo deportivo violeta. Las zapatillas negras, el labio inferior atravesado por un piercing y ese pelo revuelto, como si el viento fuera el único con permiso para intervenirlo, le entregaban a quien mirara la imagen más fiel de la rebeldía adolescente de estos tiempos. Y tal vez haya estado allí, en esa suficiencia desmedida que acompaña a la juventud, el punto flaco que los perversos encontraron en Lucía para convencerla, dominarla y arrojarla a la muerte.

El dolor por Lucía Pérez se sostiene dos meses después en medio de la incertidumbre de una compleja causa judicial que intenta avanzar sobre los tres detenidos Matías Farías, Juan Pablo Offidani y Alejandro Maciel. Una causa que todavía no pudo establecer cómo se produjo el fallecimiento de la víctima ni otras circunstancias relevantes del episodio que extendió su impacto a todo el país e incluso tuvo repercusión internacional.

Resulta cuanto menos desacostumbrado que una muerte violenta no evidencie lo que la provocó. Cuando el fallecimiento de una persona se produce en circunstancias sospechadas de violencia entra en acción la Justicia por intermedio del Ministerio Público Fiscal. Es decir, se investiga esa muerte. Una herida de arma de fuego, de arma blanca, asfixia, golpes, envenenamiento, sobredosis, etc. El cuerpo habla. Es cierto que existen crímenes, como por ejemplo el recientemente llevado a juicio Caso Saurel, en el que ni siquiera aparece el cadáver, pero son excepciones. Como lo es también lo que sucede en torno a la muerte de Lucía Pérez, originada por un trauma que no quedó a la vista de ojos científicos.

Sin embargo, para la fiscal María Isabel Sánchez el crimen de Lucía está claro y su contexto también. Entiende que Farías y Offidani le vendieron drogas al captarla en la puerta de la escuela a la que asistía; luego, la llevaron a la casa de Farías donde la obligaron a consumir marihuana y cocaína hasta neutralizarle su voluntad; después, la violaron de una manera tan salvaje que le causaron la muerte por el dolor sufrido. Y, para culminar con la cruel tarea, ayudados por Maciel, lavaron el cuerpo con el objetivo de llevarlo a una sala de salud y simular un colapso por sobredosis.

Un caso revelador del accionar de gente sin escrúpulos que busca en la vulnerabilidad del adolescente el campo propicio para que fecunde su negocio.

El juez de garantías Gabriel Bombini falló, al otorgar la prisión preventiva para los tres imputados, en sintonía con la hipótesis fiscal, aunque se mostró más moderado y dejó todo sujeto a lo que revelen las aún pendientes pericias. Cabe recordar que los esfuerzos forenses de los calificados profesionales de Policía Científica lograron determinar varias certezas pero, a la vez, no pudieron encontrar respuestas definitivas a la principal pregunta: ¿cuál fue la causa de la muerte de Lucía Pérez?

Lo que no está puesto en duda en este crimen es el escenario oscuro y viciado del tufo ácido de la droga que lo constituye. Un caso revelador del accionar de gente sin escrúpulos que busca en la vulnerabilidad del adolescente el campo propicio para que fecunde su negocio. Porque, confirmado está por decenas de pruebas, Farías vendía drogas a menores de edad y Offidani participaba en la maniobra de alguna forma, ya sea aportando movilidad, logística o dinero.

Sólo por esas conductas, e incluso en la mejor situación que puedan ofrecer sus coartadas -un encuentro sexual consentido con una chica de 16 años y una muerte inesperada-, ambos merecen la reprobación social y el castigo que el derecho reserva, que no es leve en términos de tiempo a pasar en prisión.

La captación

Farías, Offidani y Maciel, los tres imputados.

Lucía Pérez conoció a Matías Farías a las 14.10 del viernes 7 de octubre pasado, apenas 25 horas antes de que su cadáver ingresara a la sala de atención primaria del barrio Alfar. La investigación de la fiscal Sánchez y el personal policial de Playa Serena reconstruyó la manera en la que Farías logró captar a Lucía y transformarla, primero, en un cliente de su negocio y, poco después, en una víctima de su depredación.

Lucía Pérez era una presa fácil: se trataba de una adolescente de 16 años habituada al consumo de distintas drogas, circunstancia que fue reconocida como un contexto “patológico” por la fiscal Sánchez. El testimonio de sus amigas y el intercambio de mensajes, en especial con una de ellas, reflejan esa problemática.

Farías, encima, era un sujeto peligroso, con problemas familiares constitutivos y que vivía desde hacía algunos días solo, tras separarse de su pareja y sus dos hijos, un varón de dos años y una nena de ocho meses. Hincha de Aldosivi incondicional, se dedicaba a la venta de drogas a baja escala y, precisamente, ese producto fue el que le ofreció a la amiga de Lucía el 6 de octubre. Al día siguiente esa menor -también compañera de escuela- comentó la oportunidad y Lucía Pérez empezó a contactarse con Farías para conseguir estupefacientes.

Fue en ese intercambio de mensajes telefónicos que Lucía aceptó reunirse con Farías a la salida de la clase de gimnasia, el viernes a las 14. En la esquina de Juan B. Justo y Rivas fue el encuentro: Lucía Pérez y su amiga/compañera subieron a la camioneta Fiat Adventure de Offidani, quien estaba al volante. Farías y Offidani se conocieron en ese momento con Lucía Pérez.

La camioneta circuló por Juan B. Justo hacia Edison y en su interior se produjo una transacción de droga que Lucía pagó con 100 pesos. Farías, lejos de conformarse con ello, les pidió a ambas menores que lo acompañaran a la casa, pero no encontró la respuesta que esperaba. Finalmente, Lucía y su amiga se bajaron del vehículo de Offidani -en todo el trayecto apenas si articuló palabra alguna- en la rotonda de El Faro, para tomar el colectivo ante la insistencia de Farías. Ese día, el viernes 7, Lucía se fue para su casa pero no dejó de intercambiar mensajes por Whatsapp por teléfono con Farías hasta horas de la madrugada.

Las pruebas sumadas al expediente sostienen que Lucía Pérez consumió durante la madrugada, en su casa, marihuana y ácido lisérgico -con otra amiga- y que, quizá, no durmió demasiado. Incluso fue ella, a las 7.19 del sábado, quien le mandó un mensaje a Farías para despertarlo en el que le admitía que con su amiga habían “pegado una pepa” y terminaron “re flasheándola”. Lucía comenzó el día sabiendo que iba a encontrarse con Farías. La fiscal Sánchez dijo en una singular conferencia de prensa que fue una “situación de enamoramiento”, algo que contrasta con lo declarado por la compañera que no la notó cautivada. En una sociedad en donde los patrones de belleza física están enlazados con la capacidad de conquistar y ser conquistado/a, no parece posible esa idea de la fiscal. Si Lucía cedió no fue por un enamoramiento físico, que es el único que se puede atribuir como factible ya que no se conocían de otra manera. Farías es un hombre que se aleja de aquellos parámetros, mucho más a los ojos de Lucía, una adolescente de extravagante belleza: llevaba rastas, piercing en el labio y en otras partes del cuerpo, y tenía rasgos faciales proporcionados.

Para la fiscal, Offidani participó del suministro forzado de drogas, del abuso sexual seguido de muerte, del acondicionamiento del cuerpo y su traslado a la sala de salud.

De cualquier modo, por la razón que fuera, desde las 7.19 de la mañana Lucía mantuvo nuevas conversaciones con Farías y acordó que a las 10 la pasara a buscar por la esquina de su casa. Sólo desayunó unas galletitas porque Farías en uno de los mensajes le dijo que lo harían en su casa y que él se encargaba de comprar las facturas y una leche chocolatada. A las 10.20 del último día de su vida Lucía volvió a subirse a la camioneta Fiat, con Offidani al volante nuevamente y Farías en el asiento del acompañante.

Según el ordenamiento de la investigación allí termina el primer tramo de la fatal secuencia: la captación. En su declaración, Offidani asegura que se retiró tras dejar en la casa de Racedo al 4800 a Farías, su compadre, y a Lucía Pérez. Para la fiscal, no fue así, sino que Offidani participó del suministro forzado de drogas, del abuso sexual seguido de muerte, del acondicionamiento del cuerpo y su traslado a la sala de salud.

La escena del crimen

Semanas atrás cuando el juez Bombini dictó la prisión preventiva para los tres imputados mencionó que “a la fecha no se ha podido reconstruir totalmente lo acontecido en el interior de la finca” y esa situación no ha cambiado, ya que las principales pruebas surgidas de peritajes específicos están pendientes. En ese sentido, resultan claves los estudios de ADN sobre material levantado en la casa, exámenes histopatológicos en muestras de órganos del cuerpo de Lucía Pérez, análisis de llamadas telefónicas y cámaras de seguridad.

Por tratarse de un enigma de “cuarto cerrado”, la única fuente de información que posibilitó inferir alguna conjetura es lo que “contó” el cadáver en la autopsia y en los pocos estudios que ya dieron resultado.

El sentido común del investigador, en base a los mensajes entre Lucía Pérez y Farías, resuelve que el encuentro entre ambos fue para “pasar un rato juntos” en un contexto de consumo y transacción de estupefacientes. A las 8.28 Lucía le había preguntado a Farías por Whatsapp: “¿Quedamos en 100?” y la respuesta fue “Sí”. Segundos más tarde, Lucía Pérez confirmaría el encuentro en el que habría de morir: “Bueno si querés en rato nos vemos y te los doy”. Farías volvió a contestar que sí.

La escena del crimen es la casa de la calle Racedo, una casa tipo alpina con habitación en su planta alta que Farías ocupaba después de su separación. Por el momento, las pruebas directas sólo colocan a Farías dentro de la casa y no a Offidani, cuya ausencia no mengua responsabilidad en el destino final de Lucía.

Según la autopsia, la víctima no presentaba lesiones en ninguna parte del cuerpo salvo los rastros evidentes de actividad sexual violenta en la zona anal. La médica que intervino en la autopsia indicó: “Para mí era una dilatación atónica (…) que es cuando se produce un ingreso brusco y violento”. Pero fundamentalmente dijo que se trató del ingreso de un “elemento diferente al pene”. La defensa, a cargo de la defensora oficial María Laura Solari, rechazó científicamente esa versión ante la Cámara de Apelaciones.

La versión acusatoria difundida con vigorosa seguridad por la fiscal Sánchez, quien al cuarto día de ocurrido el crimen -un momento embrionario de la investigación- arriesgó certezas que ni siquiera hoy pueden ser ratificadas, apuntó al empalamiento una vez que Lucía Pérez había perdido toda capacidad de resistirse por el suministro forzado de estupefacientes.

La enjundia de la fiscal la llevó a convocar a una conferencia de prensa en la que se revelaron algunos datos que hoy, a la vista de nuevos peritajes, fueron apresurados y que dieron lugar, incluso, a una errada calificación del hecho.

La muerte

El consumo de drogas se impone como un factor determinante a la hora de saber cómo murió Lucía Pérez y de esa forma poder incriminar a los imputados.

En un principio, se manejaron dos hipótesis para entender el paro cardiorrespiratorio, ambas con el mismo grado de factibilidad y ambas sujetas a nuevos exámenes para confirmarse. Al no existir ninguna otra lesión excepto lo observado como producto de la actividad sexual, se atribuyó el síncope al dolor o reflejo baso vagal como primera posibilidad. La otra hipotética causa de muerte había sido inicialmente la sobredosis, aunque recientes peritajes la desecharon.

Como puede entenderse, el caso es de una gran complejidad incluso forense.

Por lo tanto, quedó la hipótesis del reflejo baso vagal, aunque como dijo la forense Carrizo “es una hipótesis a confirmar por las pericias toxicológicas e histopatológicas a realizarse”. Esta situación es la que llevó a decir a un especialista en la materia que “tal vez nunca se sepa con certeza qué causó el paro cardiorrespiratorio de Lucía”.

Lo que plantea un enigma -y sobre ese dato avanzará la defensa de los imputados- es que Lucía Pérez no tenía señales de heridas defensivas, circunstancia equiparada con la hipótesis fiscal: la víctima estaba anulada por el suministro de drogas. Sin embargo los peritos determinaron que la cocaína y marihuana estaban en la orina, no en sangre en grado suficiente (por eso lo del descarte de la sobredosis), como si el consumo hubiera sido bastante anterior a la muerte. Por lo tanto, difícil es probar la voluntad anulada de la víctima. Como puede entenderse, el caso es de una gran complejidad incluso forense.

Sí está establecido que Lucía Pérez, una menor de edad, fue provista de drogas por Farías y Offidani, que ambos la pasaron a buscar al día siguiente y que la llevaron a la casa de la calle Racedo. También que en su interior hubo consumo de estupefacientes y una actividad sexual violenta. Y qué allí se produjo el colapso cardíaco que mató a la menor.

En su descargo, Offidani dijo que no estuvo allí, que sólo regresó cuando le llevó una caja de preservativos que Farías le había pedido por teléfono. Según su versión, fue entonces cuando se encontró con el cuadro de la menor descompensada. En ese momento dio inicio el tercer tramo que se investiga: la preparación del cuerpo y su traslado.

La simulación

Después de las 14 una testigo vio llegar a Offidani en su camioneta a la casa de Farías y luego lo vio bajar. Mientras en la camioneta Fiat esperaba otro hombre, que resultó ser Maciel, Offidani ingresó a la casa y después de algunos minutos salió a pedir ayuda. De todos modos, este último suceso es cuestionado, ya que se cree que quien salió fue Farías. Con detalles más o menos precisos, lo mismo fue declarado por Offidani y Maciel.

La gran discusión en la causa es dónde estuvo Offidani entre las 10.40 y las 14, interrogante que por ahora solo entrega respuestas contrarias a la hipótesis acusatoria. Offidani parece no haber estado en la casa y sólo dos pruebas, que aún están pendientes, pueden comprometerlo decisivamente: los exámenes de ADN en tres preservativos y las cámaras de seguridad.

Respecto a los primeros, vale aclarar que en el allanamiento efectuado al día siguiente (30 horas después del crimen) se encontraron tres preservativos con restos de semen. Esos elementos fueron entregados para analizar en la ciudad de Junín el próximo 20 de diciembre. Si en ellos se detecta ADN de Lucía Pérez y de Offidani, su participación en el hecho será incuestionable. Lo de Farías parece innecesario discutir porque el contacto sexual con la menor lo tuvo y está acreditado.

El caso, a todas luces, está erigido sobre un contexto maldito, en el cual muchas circunstancias que lo componen deben mantenerse en reserva porque hay una sociedad que se resiste a asumir sus propias fallas, sus debilidades.

Pero volviendo al momento del arribo de Offidani y Maciel, la fiscal Sánchez cree que ambos contribuyeron a acondicionar el cuerpo de Lucía Pérez, lavarlo, vestirlo e incluso colocarle cocaína en polvo sobre la nariz para simular un desvanecimiento por sobredosis.

Aquello que respalda la idea de que el cuerpo de Lucía Pérez fue “preparado” es que se encontraba limpio, sin olor a “relaciones sexuales” según el informe de la forense a cargo de la autopsia y que tenía su ropa colocada, incluso abrochado el corpiño.

Luego lo cargaron a la camioneta y los tres -uno debería preguntarse por qué Maciel decidió ir e involucrarse a la vista de tanta gente si sabía que se trataba de un crimen- lo trasladaron hasta la sala de salud ubicada junto a una comisaría.

En el lugar se constató, cerca de las 15.30, el fallecimiento de Lucía Pérez y comenzó, en ese mismo momento, la investigación de un caso complejo.

Al día siguiente fue allanada la vivienda de la calle Racedo de donde se levantaron tres preservativos usados y no mucho más. En la calle, cerca de la casa de Offidani -también en el sur de la ciudad- se lo detuvo junto a Farías. En la camioneta Fiat había un bolso de Aldosivi con cocaína y marihuana.

El caso, a todas luces, está erigido sobre un contexto maldito, en el cual muchas circunstancias que lo componen deben mantenerse en reserva porque hay una sociedad que se resiste a asumir sus propias fallas, sus debilidades.

Lucía Pérez murió por la confluencia de todas esas deformaciones de una vida en comunidad en la que los peligros acechan más cerca que lejos.

 

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