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Opinión 24 de julio de 2023

Dulce confusión

Por Antonella Robledo Irigoyen

Según estudios recientes en Argentina lideramos el consumo de azúcar de la región cuadruplicando los gramos de azúcar diarios por habitante recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Disminuir este consumo excesivo es clave para luchar contra el crecimiento de la obesidad y las enfermedades crónicas no transmisibles asociadas (como la diabetes, el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y enfermedades cerebrovasculares) que son la primera causa de muerte en el país.

Algunos acontecimientos actualizaron la confusión de la ciudadanía sobre qué tipo de endulzante elegir, cuánto agregar y que tan perjudiciales son para la salud.

Primero, la aparición masiva en góndolas de los octógonos negros que en los envases advierten del exceso de ingredientes críticos, entre estos el azúcar. Esto sucedió a partir de la implementación de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable Nº 27.642, más conocida como Ley de Etiquetado Frontal. Tal como interpretan la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Fundación Interamericana del Corazón (FIC) o UNICEF este sistema de etiquetado sirve para reducir la ingesta de ingredientes críticos en América Latina con advertencias visibles y fáciles. Sin embargo, como indican las experiencias previas en Chile, Perú, Uruguay y México y está contemplado en la propia ley, es fundamental que se acompañe las advertencias con una campaña educativa e información complementaria clara para la ciudadanía.

Segundo, el sello que advierte sobre la presencia de edulcorantes no recomendables para niños y niñas.

Y tercero, que en mayo de este año la OMS desaconsejó el consumo de muchos de los edulcorantes químicos sintetizados en base a estudios que suman evidencias sobre su impacto negativo en la salud.

La OMS sugirió en mayo de este año que los edulcorantes acalóricos o bajos en calorías no se usen para controlar el peso ni reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles. Esta recomendación condicional es resultado de estudios que apuntan una asociación clara y significativa, en adultos, entre el consumo de edulcorantes y el incremento del peso y ciertas enfermedades no transmisibles como la diabetes tipo 2, la enfermedad cardiovascular, la hipertensión y la mortalidad por cualquier causa. Los edulcorantes implicados en esta guía, son: acesulfamo K, aspartamo, advantamo, ciclamato, neotamo, sacarina, sucralosa y derivados de stevia (glucósidos de esteviol).

A principios de este mes, la OMS volvió al asunto catalogando al aspartamo como “Posiblemente cancerígeno para los seres humanos”. Dado que consideró que existe alguna evidencia de que puede causar cáncer en los seres humanos, pero en la actualidad no es concluyente. Con respecto a los edulcorantes, cuando se habla a la comunidad lo que se evita es sembrar pánico; siempre se buscó que los niños estuvieran lejos de los mismos por tratarse de una sustancia química y artificial, pero a medida que fue incorporándose a productos descremados o bebidas en reemplazo de las azúcares se hizo elástica la aceptación del consumo a edades cada vez más tempranas. En lugar de disminuir el consumo de azúcares o reemplazar el azúcar en preparaciones, por otras opciones menos concentradas en hidratos, adaptando los paladares a los nuevos umbrales de poder endulzante.

Es en este marco, considero importante sumarse a la Semana de la No Dulzura (del 24 al 31 de julio), una campaña de bien público que emergió en 2019 de la sociedad civil con el propósito de generar conciencia sobre la importancia de moderar el consumo de azúcar y promover una mejor educación alimenticia. Este año, el lema de la campaña es “Aclarar la dulce confusión” brindando información de calidad sobre el azúcar y los edulcorantes químicos.

(*): Licenciada en Nutrición (MP 2151). Télam.



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