Opinión

Economía, aborto y marketing

El gobierno nacional dio luz verde para discutir la legalización del aborto. Un movimiento astuto para dispersar la atención del naufragio económico, la caída de la imagen de Macri y las cuentas offshore de sus funcionarios.

por Agustín Marangoni

Habría que revisar en la historia política argentina qué gobierno impulsó una medida con la cual estaba en desacuerdo. La discusión que habilitó el presidente Mauricio Macri entra en esa categoría, extraña de por cierto. Su oposición a legalizar el aborto es clara y explícita desde 2003 cuando se presentó como candidato a jefe de gobierno de Buenos Aires. Sin embargo, ahora parece que su discurso toma otro rumbo, más medido y, sobre todo, más astuto. Elevar este tema a la agenda política, queda claro, no está enlazado a la necesidad de responder a un reclamo social. Es un movimiento inteligente que pone en jaque a la interna de los bloques opositores y que disuade la atención del naufragio de su gestión en el segundo año de mandato.

La imagen Macri, desde que mutiló las jubilaciones, dio inicio a una caída libre que alcanza los doce puntos y sigue avanzando. Esto se suma a la aparición de cuentas offshore de sus funcionarios –Valentín Díaz Gilligan ya renunció y está en la mira su amigo íntimo el ministro de Finanzas Luis Caputo a quién se le adjudican cuentas secretas en las Islas Caimán– a la inflación del 23% anual que vaticinan las consultoras privadas; al aumento del dólar y de las tarifas; al déficit comercial más alto de la democracia; a la exigua negociación salarial; al enfrentamiento con los sindicatos y al endeudamiento externo: 130 mil millones de dólares en dos años, de los cuales el 75% se utilizó para financiar fuga de capitales.

En este contexto aparece la discusión por la legalización del aborto, discusión de peso en el mundo y que cuenta con el aval y la militancia del movimiento feminista y los sectores progresistas. Hablar de las cifras del aborto en Argentina no arrastra ninguna novedad, es de público conocimiento que se practican clandestinamente casi medio millón por año y que es la principal causa de mortalidad materna en 17 de las 24 provincias. Sólo en 2015 murieron 55 mujeres. De ahí en adelante no se sabe, porque desde 2016 que no se publican datos oficiales.    

A pesar de la importancia de esta discusión, es curioso el pedido de Macri: abre el debate pero sin sesiones especiales. Considera que el intercambio de argumentos requiere un tratamiento “amplio y serio” en las comisiones parlamentarias. Es decir, no hay urgencia. Lógico. Cuánto más se extienda el ruido mejor. Y si llega hasta junio, mes en que comienza el mundial, el éxito será completo. La estrategia apunta a recuperar el timón de la agenda para un gobierno que comenzó el año esperando el sonido de la campana. En 2019 comenzarán las idas y vueltas de los candidatos para las elecciones y así seguirá el paseo de las distracciones.

En los últimos días se dijo entre pasillos que Macri quiere anotarse un poroto en la historia como el presidente que legalizó el aborto. Esa lectura es a todas luces errónea. Macri habilita la discusión por conveniencia política en un contexto de gestión adverso. Además, que los sectores de derecha enciendan este debate es una señal clara de derrota frente a una realidad que no pueden seguir ocultando. La conquista social no es del actual presidente. Ni cerca está de serlo. Es del feminismo. 

Aún así, es difícil que la legalización del aborto se convierta en ley. Macri señaló que cada legislador tiene que votar de acuerdo a sus convicciones personales. Dentro del bloque de Cambiemos es más alto el rechazo que la aceptación. El mismo cortocircuito existe en el kirchnerismo, la propia Cristina Kirchner siempre se expresó en contra. De hecho, fue una gran cuenta pendiente de sus dos mandatos. Y una gran cuenta pendiente de la democracia.

Pase lo que pase, el efecto neblina está activado. Macri sabe que se está jugando una carta muy fuerte. El aborto es el último tabú de la agenda política. Lo que sigue es de menor orden en términos estratégicos de disuasión. El gobierno marca la cancha con una postura inverosímil para sí mismo: tropieza una vez más en el cortoplacismo del marketing, ahora con discursos prestados y sin rumbo fijo. Dadas las circunstancias, la oposición tiene la obligación de dar un debate con altura y concretar esta ley imprescindible. Y en el proceso, dejar en evidencia los verdaderos hilos que mueven el discurso presidencial.

Foto: archivo diagonales.com

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