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Policiales 17 de agosto de 2022

Eduardo Nicosia y Juan Percowicz, dos líderes sectarios no tan distintos

Hace apenas unos días, al fin, la Justicia se ocupó de la Escuela de Yoga de Buenos Aires. Tiempo atrás se había ocupado de la Secta de Yoga del Hotel City. Dos realidades parecidas, con múltiples víctimas y líderes carismáticos surgidos de distintos orígenes.

El final de Nicosia y Percowicz.

Por Fernando del Rio

 

“Gracias Maestro por haberme enseñado lo que es el amor sabio”, escribió Natalia allá por 1992 en una carta dirigida al Maestro Juan, su líder en la Escuela de Yoga de Buenos Aires.

“Sólo voy a decir que es un hombre completamente sabio, siempre tiene la palabra justa y es una excelente persona”, dijo Adriana en 2018 sobre Papá Eduardo cuando al Policía Federal allanó el Hotel City de Mar del Plata.

 

Las diferencias entre la secta liderada por Juan Percowicz, recientemente desbaratada en Villa Crepo, y la que asombrara a Mar del Plata bajo el mando de Eduardo de Dios Nicosia son notorias en muchos aspectos, pero hay algo más allá de las apariencias que las unifica. Es la capacidad de una cuasi-divinidad para subyugar a las personas por medio de un discurso espiritual que tiene a la disciplina del yoga como tabla de salvación.

“Ninguna secta puede existir sin un líder” es una de las frases más directas de la sentencia que nunca llegó para Eduardo de Dios Nicosia porque antes lo que le llegó fue la muerte. Detenido en una cama del hospital penitenciario de Ezeiza, Nicosia exhaló por última vez en el verano de 2021 y se fue en busca de su continuidad vital que, según él les contó a todos sus seguidores durante años, tenía asegurada.

A Eduardo de Dios Nicosia y Juan Percowicz los une la desvergüenza de creerse dioses de cotillón, estatus que solo pudieron mantener en un sistema cerrado de sometimiento. Pero no fueron unos tontos, fueron hombres verdaderamente sabios en sus felonías.

Hoy la Secta Yoga de Mar del Plata es un recuerdo que flagela a los que lograron ser rescatados y tiene encarcelados a los que promovieron aquellos tormentos durante varias décadas. A la Escuela de Yoga de Buenos Aires parece aguardarle el mismo destino.

Según pudo conocer LA CAPITAL, Nicosia siempre tuvo conocimiento de la “detestable” Escuela de Yoga de Buenos Aires y considera a Percowicz un intruso en el mundo espiritual. Tenía razones para pensar de esa manera: él era nada menos que Swami Vivekayuktananda, a diferencia de Percowicz, que era contador.

Los comienzos

Aunque Eduardo de Dios Nicosia era mucho más joven que Juan Percowicz desembarcó en la filosofía hinduista primero, acaso porque siempre fue un “elegido”. Quienes crearon alrededor de él la idea de un ser fuera de lo terrenal aseguran que haber nacido un 25 de diciembre le confirió esa aura, aunque más no sea por una cuestión de calendario.

Es cierto que Nicosia tuvo el impulso espiritual de pequeño, que a los 18 años se vistió con el anaranjado color del Samnyasa y que a poco de semejante tránsito inició una gira por todo el país brindando Darshan o, dicho de otro modo, su visión divina. Luego de eso su elevación llegó respaldada por viajes a India y en el año 1965 fundó el Instituto de Hatha Yoga Ananda en la Ciudad de Buenos Aires. Dos años después creó el Instituto de Estudios Yoguísticos Yukteswar, cuya sede central estaba ubicada en la calle Viamonte 1532.

Recién en 1973, acompañado por su esposa Silvia Capposiello y Sinesio de Jesús Coronado Acurero, se instaló en Mar del Plata, en un pequeño local de la zona de Gascón y Arenales donde nucleó a seguidores y le dio forma, por primera vez, de organización sectaria.

Nicosia en los años '60 y '70 se destacaba por su gran destreza para las posturas de la yoga.

Nicosia en los años ’60 y ’70 se destacaba por su gran destreza para las posturas de la yoga.

Para entonces Nicosia ya tenía grado de Swami y adoptó el nombre de Vivekayuktananda. Su recorrido siguió por Venezuela, regresó a Buenos Aires hasta abrevar finalmente en Mar del Plata, en el Hotel City. En todo ese derrotero se dedicó a convencer a sus seguidores de la conveniencia de aislarse del mundo, de despojarse de sus bienes materiales en favor de él mismo y de aceptar cualquier tipo de sometimiento, sexual, laboral y espiritual hasta la despersonalización.

Nicosia tuvo 14 hijos, 12 de ellos con seis mujeres diferentes y los restantes 2 con sus propias hijas. Todos fueron inscriptos como hijos de otros miembros, alterando así su verdadera identidad. Porque para él, en su condición de líder, las relaciones sexuales con cualquier mujer captada estaban no solo permitidas, sino ordenadas. También quedaron acreditadas las torturas extendidas a quienes no cumplían con sus directivas.

La historia de Percowicz es muy distinta porque cuando ya tenía más de 40 años, un título de contador y algunas lecturas sobre yoga se atrevió a utilizar su carisma para desarrollar un discurso efectivo. Unas mujeres que solían realizar actividades físicas en el Círculo Militar -eran esposas de militares- conocieron de la “sabiduría” de Percowicz y decidieron avanzar con él en la creación de la Escuela de Yoga de Buenos Aires.

El crecimiento de esa organización fue meteórico y se respaldó en vínculos políticos y empresariales. “Somos el centro filosófico de pensamiento más poderoso de Occidente”, se ufanó en decir Percowicz en 1996, poco después de que la causa iniciada por el juez Mariano Bergés se disolviera en una falta de mérito a pesar de las acusaciones de robo, asociación ilícita, corrupción de mayores y menores, promoción de la prostitución, etc.

terminaron

Percowizc rodeado de mujeres en su momento de mayor esplendor.

Es que la Escuela de Yoga era un antro New Age donde las prácticas sexuales estaban a la vista de todo el mundo y tenía el respaldo político del poder menemista, con auspicio de muchas de sus actividades.

Percowicz, al igual que su par más elevado Eduardo Nicosia, minaba la ya vulnerable resistencia de sus obnubilados seguidores y les hacía entregar propiedades, dinero en efectivo y, fundamentalmente, la libertad, puesto que no podía abandonar la secta ni hablar con nadie sobre lo que allí dentro sucedía.

Cuando Nicosia fue detenido ya no parecía ser el Padre, el Gurú o el Swami. Era solo un anciano en silla de ruedas, enfermo y sin mayores indulgencias divinas. Hoy Percowiz tampoco es ese Maestro Juan. Es un anciano ayudado por un bastón. Al final, no resultaron ser tan diferentes.