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Policiales 28 de diciembre de 2018

El abuso sexual infantil e intrafamiliar, un mal que arrasa la paz de los pueblos chicos

El caso del partido de Mar Chiquita es impactante. En una población apenas superior a los 20 mil habitantes, durante los últimos meses hubo 4 detenciones por gravísimos episodios de ataques sexuales. Si se agrega al partido de Balcarce en la estadística son más de 110 abusos en 2018.

Por Fernando del Rio

Hay un padre que violaba todos los días a su hija y que hasta llegó a introducirle una morcilla en su vagina; hay un abuelastro que obligaba a la pequeña nieta de su esposa a practicarle sexo oral bajo amenaza de muerte con algunas de las armas de la casa; hay otro que sometía sexualmente a su hijastra y le pedía que invitara a la hermana pequeña a que los mirara; hay un tío que intentaba por todos los medios penetrar a su sobrina, y la tocaba, y usaba sus dedos, y su boca. Así de impúdico, así de fronterizo y demencial.

Dos de las víctimas hoy tienen 14 años, otra 16 y la restante 12 pero en algunos casos su condición de niñas abusadas se forjó hace muchos años, cuando apenas habían iniciado la etapa de escolarización. Y todas ellas poseen dos puntos en común: el primero el de ser el blanco elegido por un degenerado de su propia familia. Y el otro, vivir en el Partido de Mar Chiquita.

Son solo cuatro ejemplos, crudos y dolorosos, de lo que sucede en un rincón de la provincia de Buenos Aires que tiene apenas 22 mil habitantes distribuidos en localidades como Santa Clara, Mar Chiquita, Vivoratá, Coronel Vidal, General Pirán o poblados como Mar de Cobo, La Caleta, Camet Norte y parajes como Calfulcurá y Nahuel Rucá.

La desenfrenada perversión sexual enfocada, en abrumadora y atormentada mayoría, sobre menores de edad es un fenómeno que también afecta a los grandes partidos de la provincia con muchedumbre amontonada como General Pueyrredon o el conurbano o, proporcionalmente, Balcarce, por ejemplo. Sin embargo, el impacto en las poblaciones mínimas, en esos sitios donde no hay modo de escapar del saludo callejero de todos los demás, donde el secreto de lo íntimo cede ante la interrelación obligada, es inconmensurable.

En 2018 fueron 36 causas las iniciadas en la ayudantía fiscal a cargo de Diego Benedetti, de la Fiscalía Descentralizada. Todas en el partido de Mar Chiquita, todas por abusos sexuales denunciados por víctimas a las que, dar el paso, les costó el padecimiento de una segunda angustia. Hubo 8 expedientes que se archivaron, pero otros 26 casos de abusadores siguen siendo investigados. Y 4 de ellos tienen a sus acusados detenidos por la aberración de los hechos, porque son un peligro para las pequeñas sociedades en las que vivieron escondidos como uno más.

“Es una problemática que nos alarma, por todo lo que rodea a los episodios, algunos con una carga de violencia que es difícil de asimilar. Estamos comprometidos a ir a fondo y a seguir sacando condenas”, dijo Benedetti.

vidal

La escuela, la salvación

En los primeros días de diciembre Ella, de 16 años, vio entrar a las mujeres en el aula. Había una de todas que se destacaba con su uniforme de policía y su cabello rubio. Se miraron y algo las conectó. Estaba ansiosa por participar de la charla “Mujeres en lucha” sobre abuso sexual al igual que sus compañeras y apenas pudo acercarse a la policía rubia la saludó. Un portal de confianza se abrió delante de Ella. Pudo contarlo. La policía era Liliana Funes, de Coronel Vidal.

Ella decidió ir a su casa y se mantuvo en silencio. Pese a la fuerza que le había dado la policía no pudo contárselo a su madre esa tarde. Pero hacia las 23 no lo soportó más. Ella comenzó a llorar. Y se fueron juntas a la comisaría de la Mujer de Santa Clara. “Mi papá siempre abusó de mí, desde los 6 años. En una oportunidad me estaba penetrando, fue para la cocina y volvió con una morcilla a la que le puso un preservativo y me la metió en la vagina”, contó en un estado de nerviosismo mezclado con alivio. Sus palabras se encimaban y el llanto las diluía. La última vez, el último abuso, había ocurrido en la madrugada del 27 de noviembre.

Su relato, tras la autorización de una psicóloga del centro de Promoción y Protección de los Niños, fue impactante. Ella había sido violada desde que era una nena de 6 años por su padre, delante de su hermano, cuando su madre no estaba porque “mi papá piensa que mi mamá y yo somos sus mujeres que tenemos que hacer lo que él diga porque si no nos pega o comienza a tirar todas las cosas de la casa”.

El padre, que había empezado con sus acciones cuando la familia vivía en Mar del Plata, fue detenido horas después. La Justicia comprendió que las demás pruebas y estudios podían llegar más tarde. Está detenido desde los primeros días de este mes acusado de “abuso sexual triplemente agravado -por haber sido cometido con acceso carnal, por el ascendiente y por la situación de convivencia preexistente-, ello en forma continuada”.

La madre fue diagnosticada con trastornos psicológicos agudizados por el sistema familiar patológico y violento.
Ella está volviendo a comer con normalidad, duerme sólo un poco mejor y tiene la esperanza de salir de su habitación más tiempo y conectarse al mundo real de sus amigas.

El abuelastro

Ella tenía 5 años en el año 2009 y por primera vez el esposo de su abuela la manoseó. Impedida de entender lo que estaba sucediendo la nena quiso hablar en su media lengua de esos tiempos pero fue retada por el abuelastro.

El lugar donde ese primer tocamiento se produjo fue en la casa de la abuela, cuando Ella se iba a visitarla a Coronel Vidal. El hombre aprovechó durante 9 años, hasta el 2018, para desplegar sus prácticas oscuras y aberrantes, pero no solo en esa vivienda sino también en la que Ella ocupaba con su madre en General Pirán.

Para evitar que contara o que lo denunciara, el abuelastro cambió aquellos lejanos retos por directas y crueles amenazas. “Si decís algo te voy a dar un tiro en la cabeza y vas a terminar igual que tu viejo, bajo tierra”, le llegó a decir a Ella tras practicarle sexo oral o introducirle dedos en sus genitales.

En el mes de julio de 2018, con la nena ya transformada en una adolescente de 14 años, el ataque sexual se volvió más violento y Ella no aguantó. Se hizo de valor y se juró que esa iba a ser la última vez. Fue y le dijo a su madre. Entre las dos decidieron denunciar el hecho, lo que permitió a Benedetti y al propio fiscal Rodolfo Moure solicitar una Cámara Gesell. Lo que dijo Ella en esa entrevista a la licenciada Florencia Manterola fue tan contundente que la Justicia de Garantías libró una inmediata orden de detención para el jubilado de 74 años, en cuyo poder se le secuestró una escopeta calibre 12. Esa escopeta es la que le mostraba a Ella después de abusarla para decirle que si hablaba iba a terminar muerta como su padre.

En el mes de octubre se dictó la prisión preventiva del hombre, quien permanece detenido y al que le espera una pena posible de 15 años por el delito de abuso sexual gravemente ultrajante y con acceso carnal cometido en forma continuada.

Ni la tragedia lo contuvo

El parquero del barrio La Armonía dejó el Volkswagen Polo estacionado con su hijo de 7 años adentro mientras hacía algunas labores. Solía acompañarlo. Pero el niño no estaba solo en el vehículo. Estaba con su curiosidad encima, la que lo llevó a tomar el revólver calibre 32 y pegarse un tiro. El niño agonizó 2 días hasta morir.

La Justicia acusó a padre pero luego se dio cuenta de que el sufrimiento era tan grande, la pérdida de su hijo tan dolorosa que la aplicación de una pena era innecesaria. “Inapropiada” dijo el fallo.

El hombre siguió con su vida y con su trabajo en La Armonía, donde conoció a una empleada doméstica con la que inició una relación sentimental. La mujer tenía 2 hijas, Ella de 12 años y la otra de 7, con quien comenzó a forjarse en pocos meses un vínculo extraño.

Entre septiembre y noviembre de este año, el parquero asistió todos los fines de semana a la casa en la que su novia y sus hijas vivían, en Coronel Vidal. Algo sucedía, porque la mujer empezó a reclamar mayor atención al parquero, ante la inasistencia a su cama en favor de noches enteras con las niñas. “Quieren que las duerma y después me quedo dormido”, solía decir.

Quiso un accidente doméstico que el teléfono de Ella se mojara y que fuera colocado en un frasco con arroz, con la creencia de que eso solucionaría el desperfecto. Ese teléfono era una caja conservadora de perversiones. El parquero enviaba a Ella mensajes sexuales, videos pornográficos, amenazas, pedidos para hacer participar a la hermana menor. Y fue la madre la que lo revisó al encontrarlo entre los granos de arroz. Quien enviaba era el parquero, en cuyo teléfono el contacto de la menor de 12 años aparecía como “La Hija que Soñé”.

Ella, ya en evidencia, debió contar lo que había ocultado: que en su frágil entendimiento del peligro de las relaciones se había “enamorado”. También que en al menos seis ocasiones el parquero la había penetrado anal y vaginalmente, que le había realizado otras prácticas sexuales y que incluso había intentado que se sumara la otra niña.

El jardinero pretendió luego minimizar lo que había hecho, pidió perdón, exigió que no lo denunciaran porque terminaría preso e incluso fue mucho más lejos. Le dijo a la menor que si iba preso no iba a poder ver a su hijo más.

Los exámenes ginecológicos confirmaron el abuso sexual reiterado que Ella refirió en Cámara Gesell y el parquero, de 40 años, fue detenido semanas atrás. La Justicia ordenó la prisión preventiva al tener semiplenamente probado el delito de “abuso sexual doblemente agravado por haber sido cometido con acceso carnal y aprovechándose el imputado de la convivencia preexistente, ello en forma continuada”.

El tío malvado

En la cámara Gesell, ese método que encontró la Justicia para no perturbar a los menores en el afán por extraerle datos de una experiencia vivida, Ella no soportó la presión. Pese a que todos los mecanismos de contención la protegían, no pudo hacerlo con tranquilidad. Demostró gran temor y signos de sometimiento. Ella tiene 14 años y, como pudo, contó que su tío de 40 la violaba desde mediados de 2017, tanto en la casa de él en Santa Clara del Mar o en la suya de Santa Elena.

La maniobra era la que se repite estructuralmente en los abusos intrafamiliares: los ataques ocurrían cuando el violador conseguía quedarse a solas con la víctima. En este caso porque algunas veces la propia madre de Ella la dejaba al cuidado de quien era su hermano, sin que eso supusiera un riesgo. Y se desprendía, casi como una obligación, la amenaza de muerte para sellar el silencio.

Aquellas personas que son víctimas de violencia de género o violencia sexual pueden comunicarse al 911 con la policía o bien a través del número de asistencia 144 para cuestiones urgentes. Si deciden denunciar, se deben acercar a cualquier sede de la Comisaría de la Mujer o comisarías de jurisdicción.

Fueron casi 14 meses de permanentes abusos e intimidaciones hasta que los cambios de conducta de Ella, el desapego a sus responsabilidades escolares y otras reacciones infrecuentes llamaron la atención de la madre. Al cabo de una charla la decisión de denunciar fue tomada en el acto.

El tío de Ella fue detenido y, a diferencia de los tres casos anteriores, aún no tiene la prisión preventiva de la Justicia. Se cree que en las próximas horas el juez de garantías resolverá mantenerlo preso hasta la celebración del juicio. Eso le impedirá andar las calles de Santa Clara, como al abuelastro se lo encerró para negarle ambular por Vidal y Pirán, o al parquero o al padre de Ellas.

Aunque su identidad debe ocultarse para evitar la identificación de las víctimas, en los pueblos todos saben quiénes son los detenidos. Saben que eran personas que iban y venían. En el partido de Mar Chiquita hay 4 varones que deberán enfrentar un futuro penitenciario y varias adolescentes que tendrán, por siempre, que librar una batalla contra su pasado.

 



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