La Ciudad

El adiós a la Galería Naranja, una piedra basal de la calle Alem

Comenzó la demolición del inmueble en donde funcionó durante décadas la Galería Naranja. Allí en Alem al 3600, con la aparición del bar Naranja, nació la noche para una de las calles que la juventud adoptó como propia a partir de los '80.

Por Fernando del Rio

“Recordarla para que no se pierda. Sólo eso quiero”, dice Santiago de la Torre mientras en su cabeza van y vienen los recuerdos de la Galería Naranja. En estos días los martillos neumáticos y las mazas empezaron a demoler la que fue su propiedad hasta el año pasado y que significó para él tanto como para miles y miles de jóvenes marplatenses. La inconfundible fachada de estilo colonial, con su típico color blanco y tejas rojas, ya se descompone en escombros y allí se va parte de una historia sin igual.

De la Torre vive a pocas cuadras, pero desde que en 2022 cerró la librería Liberty, que ocupaba el local de planta baja, hace un recorrido más largo para ir a la playa a caminar. “Me dolió mucho este año ver todo cerrado, imaginate ahora que la están tirando abajo. ¿Sabés por qué? Porque más allá de mi historia familiar, de mi vida entera, ahí nació algo irrepetible que fue la noche de Alem. Los increíbles años ’80”, se confiesa con nostalgia antes incluso de la primera pregunta.

En Alem 3633 -porque ese es el numeral exacto- funcionará dentro de algún tiempo un hotel boutique, en una adaptación a los tiempos actuales de una calle que cambió de perfil porque la noche mutó sus costumbres y porque los vecinos tampoco resistieron mucho más. Y todo aquel ruido nocturno nació en la Galería Naranja en el año 1972.

Los de la Torre compraron esa casa en el año 1957, cuando Santiago tenía 6 años, y hasta 1971 fue el domicilio familiar de veraneo, con varias habitaciones, un patio interno y una planta alta que tenía un cuarto de servicio. “Desde la casa se veía el mar, porque no había nada edificado que nos obstruyera la vista. La mejor vista era en la parte de arriba, lógico”, recuerda Santiago, que luego alerta sobre lo interesante que se pone en ese momento la historia y de las peripecias que llevaron a que se transformara en la piedra basal de la noche de Alem.

“Mi papá muere en 1966 y la casa la tuvimos hasta 1971 cuando la vendimos. Pero esa venta terminó en un litigio y cerca del año ’75 la recuperamos. En ese período, los dueños transitorios, digamos, la convirtieron en una galería. Recuerdo que tenía un mural pintado por Pablo Suárez con una estética beat, como la de Yellow Submarine. Cuando recuperamos la casa mantuvimos la galería, con locales de ropa, de accesorios y abrí la librería en 1976. En 1982 fue cuando empezó a funcionar Naranja, el bar que sería el pionero de la noche”, dice y deja abierta la polémica: “Algunos dirán que fue Villa Freud, pero la verdad es que ese era un café con un perfil distinto”.

Naranja fue un bar emblemático y aunque solo duró 7 años fue suficiente para convertir la residencial calle Alem en un centro de esparcimiento nocturno. Y también modificó la  nocturnidad de toda Mar del Plata. Empezaron a aparecer los bares como Señor González, Encuentros, Ixiz, Exéter o Frere. Luego Naranja desapareció y un nuevo emprendimiento con un ocurrente nombre (“Dondera” pero la gente le decía “Dondera Naranja”) volvió a causar impacto. “Juan Bautista Galiano y Alejandro Vázquez le dieron mucha energía a la galería. Ya para entonces Alem era una fiesta, yo la librería la dejaba abierta hasta la madrugada, ir a Alem era disfrutar de miles de opciones en la noche…”, rememora.

Los años fueron pasando y la nocturnidad cambió sus modos. En Dondera funcionó el bar 3/79 hasta el año 2007, y ya no hubo más que hacer. Como había sucedido con Constitución, también la hora le llegó a Alem. Los vecinos fueron imponiendo la idea de terminar con la nocturnidad, convertir la oferta en gastronómica o comercial, con farmacias, locales de muebles, cafés, vinerías. La librería Liberty capeó varios temporales pero después de la pandemia llegó una nueva oferta por la propiedad. En los últimos tiempos una vecina del barrio, la artista Silvina Mendiondo, alquiló el espacio en el que alguna vez los jóvenes fueron a escuchar música, a tomar unos tragos, donde las luces tonalizaban con el eléctrico naranja el ambiente y lo utilizó de taller-atelier. Y fue el final.

“Tenía la librería abajo y el taller arriba, no está mal como final para la galería, ¿no? Bueno, hablé con mis hermanos y entendimos que ya no tenía sentido mantenerla. Estos chicos jóvenes que la compraron tienen buenas ideas, son muchachos de acá y buena gente. El viernes la tapiaron y fue un golpe sentimental para mí. Sólo aspiro ahora a que la recuerden. Que recuerden la Galería Naranja porque fue un lugar que hizo historia y que hizo sentir muy feliz a mucha gente joven de Mar del Plata”, concluyó Santiago.

 

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