El año que viene a la misma hora… (reflexiones ociosas de un iluso productivo)
Por Alberto Farías Gramegna (*)
Un año más llega a su fin. ¡El tiempo existe!, quizás habría dicho Einstein y además podemos acortarlo o alargarlo. Todo es relativo y todo (o casi todo para ser correctos) es subjetivo. Es decir, depende del cristal con que se mire y -como quería Ortega y Gasset- de las circunstancias que condicionan al hombre. ¿Cómo ha sido este año en tu trabajo? (si es que tienes trabajo…) ¿Qué significó para cada uno, además de ganar dinero (que no siempre es lo mismo que “ganarse la vida”) y compartir buenos y malos momentos con tus colegas y compañeros de tarea? ¿Cuál es el resultado del balance entre esos buenos y malos momentos? ¿He sido fiel a mí mismo o me he traicionado
alienándome en mi personaje laboral, ignorando lo mucho que puedo crear y divertirme si dejo que
mis virtudes se muestren?
¿Cuántas veces he sentido miedo, aburrimiento, rabia? ¿Cuántos clientes me han felicitado? ¿Alguna vez mi jefe mi llamó para felicitarme por mi desempeño? ¿Alguna vez mi jefe me llamó para conocer mi opinión o pedirme un consejo de cómo mejorar la tarea? ¿Cuántas veces hice lo menos posible y de la peor calidad “porque total la empresa no es mía” ?, ¿Cuántas me he sentido alegre, feliz, satisfecho y orgulloso de mi tarea?, ¿Cuántas veces he dicho: “Que suerte tener un empleo”?
¿Qué hiciste tú en el trabajo papá?
¿Qué actitud tomé cuando aquella vez ese cliente molesto hacía preguntas y preguntas? Fingí no saber las respuestas, porque “total no parecía tener intención de comprar nada”. ¿Qué hice cuando la máquina de café se rompió y goteaba ensuciando la alfombra? “Ya lo limpiará alguien, -me dije- ese no es mi trabajo, además faltan unos minutos para terminar mi turno”.
Hoy yo soy el cliente. Estoy sentado frente al mar, a punto de tomar un café: La mesera pone la taza sobre la mesa, sin mirarme. Antes, cuando llegó, yo inicié el saludo con un “Buenas tardes…” y obtuve una queda respuesta a media voz. Sus gestos son adustos, ingratos para con su trabajo. Su cabeza parece estar en otro sitio y su cuerpo a disgusto. Enfrente, junto a la vereda, un hombre intenta vender “curitas” y aspirinas acercándose a los autos que detiene el semáforo. De pronto mira a la mesera que distante va y viene. Tal vez esté imaginando alguna vez ser mesero el también.
¿Nadie está feliz con su trabajo? -me pregunto. Entonces abro el cuaderno en el que estoy trabajando el borrador para el proyecto de un nuevo libro: “Ser o no ser en el trabajo”, que será la continuación complementaria del reciente “Cliente satisfecho vale por dos”, (Ed. R &S, España, 2025) y que presentaremos en marzo o abril en Mar del Plata.
Escribo: “ser feliz con el trabajo” no es lo mismo que “estar siempre feliz en el empleo”. Cuando nos sentimos felices con el trabajo que hacemos es porque este consolida nuestra identidad social y fomenta nuestra creatividad. Estar felices o mejor “satisfechos” en nuestro empleo -como me sugirió una alumna de mis clases universitarias-, depende del clima laboral, de mí mismo y de los otros, empezando por el jefe. Solo si es un “buen lugar para trabajar”, la persona espontáneamente armonizará con el personaje que encarnamos en la rutina cotidiana. He aquí el dilema: si soy feliz con lo que hago, pero no estoy satisfecho en dónde y con quién lo hago… ¿entonces qué hacer?
Cada vez que le quitamos pasión e inteligencia a nuestra labor, por motivos sociales ajenos al trabajo mismo, nos alienamos en un círculo abúlico: el automatismo nos propone un resultado indiferente y esa indiferencia refuerza aún más el vacío de significado en lo que hacemos. Importa no solo lo que “debo” hacer sino -y esto es clave- “cómo” lo hago. Cuanto me involucro en la relación con el objetivo final de mi trabajo, finalmente neutralizo en gran parte los factores externos que me impiden sentirme satisfecho. La pasión no está en el corazón, como creen los poetas sino en la actitud, un ida y vuelta de mi manera de entender el mundo.
Me voy, pero volveré
Un año termina. “Salud, dinero y amor”, era la consigna de la melodía popular en tiempos de miabuela, y remataba el tema musical diciendo: “El que tenga esas tres cosas que le dé gracias a Dios”. Pero las tres se acaban rápidamente si falta la una cuarta cosa: el trabajo. Como en la célebre novela “Los Mosqueteros” de Dumas, aunque oficialmente eran tres, sin embargo, el más trascendente es el cuarto, un tal D´artagnan que sostiene al grupo.
Ahora, la mesera regresa y me dispongo a pagar. Su rostro esta vez aparece más distendido, aunque su parquedad permanece. Debo irme. Tomo el colectivo de la costa y me sorprendo ante un chofer locuaz y de buen humor que conversa y bromea con los pasajeros, resolviendo los problemas y respondiendo las preguntas de los turistas con sincero interés. Me pregunto: ¿es la personalidad o las condiciones de trabajo?, y enseguida vuelvo a preguntarme: ¿ambas cosas o sólo una de ellas? Lo cierto es que ese hombre parece estar pasándola mejor que la mesera.
Miro mi reloj y recuerdo mis tareas pendientes. Un año está por terminar y otro pronto a comenzar (aunque sabemos que no hay tal cosa real, material y que el cambio de número en el calendario es sólo es una convención ilusoria humana), pero lo cierto es que hay muchas cosas por cambiar y otras tantas por mejorar. Mi balance personal ya está hecho. Tal vez la mesera, el vendedor y el chofer hayan hecho los suyos. ¿Conservarán sus puestos? ¿Buscarán otros trabajos? ¿Tratarán de ser mejores cada día? ¿Se quejarán todo el tiempo de los demás, de ellos mismos, de la sociedad que también ellos ayudan a delinear? ¿Asumirán sus grandes o pequeñas responsabilidades en el curso de
los acontecimientos cotidianos y en el derrotero de sus vidas? ¿Se resignarán refugiados en la tan
recurrente frase “Es lo que hay”? Con esos interrogantes que sin duda me involucran en primer lugar,
me propongo volver al café en esa misma mesa al aire libre, frente al mar, y escribir un nuevo balance…el año que viene, a la misma hora.
(*) Psicólogo consultor en Psicología del Trabajo y RRHH. (UBA-UNMDP)- Profesor invitado Universidad
de Murcia (UMU)
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