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La Ciudad 14 de abril de 2019

El armado opositor, con más interrogantes que definiciones

Raverta se mostró con CFK mientras espera que la ex presidenta decida ser candidata. Pulti salió al ruedo y muestra números. Ciano aguarda por las conversaciones de Massa. En el oficialismo, Arroyo se aleja de Provincia y pierde terreno en el Concejo.

CFK y Raverta, la semana pasada, en el Instituto Patria.

Por Ramiro Melucci

La falta de trabajo en el puerto. El cierre de comercios. Los índices de desocupación y pobreza. En suma, la crítica situación social del distrito. Esa fue, a grandes rasgos, la agenda del encuentro que mantuvieron el miércoles la diputada nacional Fernanda Raverta y la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el Instituto Patria.

La legisladora marplatense reforzó allí su hipótesis de que la ex mandataria será candidata. No lo hizo solo por lo que hablaron en esa reunión, sino también por el encuentro más informal que habían mantenido hace dos semanas en la casa de CFK. En aquella ocasión, Raverta hizo un repaso de la actualidad del peronismo local y, sobre todo, de los sectores que respaldan su candidatura a intendente.

Lo más importante para la diputada sucedió en la última cita, cuando Cristina accedió a sacarse una foto. Esa imagen será central en su campaña. Lo será, además, en las negociaciones con otros actores de la política doméstica. La imagen fue subida a las redes sociales dos horas después de que el ex intendente Gustavo Pulti anunciara, también por esa vía, su nueva candidatura a intendente. Cerca de Raverta juran fue una casualidad. Pero aceptan que les sirvió para marcar la cancha en un momento oportuno.

En sus primeros días tras la oficialización de sus aspiraciones, Pulti hizo énfasis en la falta de gestión de Arroyo, resaltó su experiencia y ensayó una autocrítica. Afirmó que le dedicó demasiados esfuerzos a empujar expedientes y obras y por momentos dejó de lado un costado esencial de la política: escuchar a la gente. Habló de las necesidades del distrito y evitó una definición sobre alianzas electorales. “Analizamos todas las alternativas”, dijo. “Todas” son Cristina Fernández, Sergio Massa y Roberto Lavagna. Lo único que mencionó al respecto es que el aliado nacional será alguien que defienda “el trabajo y el salario”. En su modo de ver la política y la economía, esa oración apenas sirve para excluir a Cambiemos.

En las conversaciones con dirigentes nacionales, muestra números de Gustavo Córdoba que exhiben una pelea en la punta con Vilma Baragiola. Justifica esos números con la historia reciente: “La ciudad no elige intendentes que no se hayan presentado en otras elecciones como candidatos; la excepción fue Daniel Katz, que fue elegido cuando ya era intendente”.

Pero no es lo mismo la imagen o intención de voto de un dirigente político que el domingo electoral, cuando ese nombre va pegado a una candidatura provincial y otra nacional. El ex intendente lo sabe, pero cree que el electorado marplatense dio muestras de sobra de que puede elegir un intendente que no sea del mismo partido que el gobernador o el presidente. Lo dice, por ejemplo, por lo que sucedió en 1995, cuando el radical Elio Aprile se convirtió en intendente mientras en la provincia arrollaba Eduardo Duhalde. O como cuando él mismo llegó en 2007 con Acción Marplatense y Daniel Scioli se transformó en gobernador.

En Cambiemos y Unidad Ciudadana no creen que haya margen para que eso suceda en estas elecciones: están convencidos de que, como en las últimas, el triunfo en la ciudad será para el hombre o la mujer que represente al gobernador y el presidente más votados. 

Ariel Ciano observa los acontecimientos y aguarda. Massa y Lavagna parecían tener un acuerdo: uno procuraba cautivar al votante kirchnerista y el otro a los de Cambiemos. Eso les serviría luego para sumar voluntades a un espacio común. Pero da la sensación de que el vínculo se astilló y podrían tomar rumbos distintos. 

Raverta, Pulti y Ciano tienen una ventaja: no necesitan, como los oficialistas, desmarcarse de los despropósitos del intendente Arroyo. Pero también los engloba cierta desventaja: tampoco pueden, de momento, marcar sus propias diferencias. Por la sencilla razón de que el devenir de las negociaciones nacionales los puede encontrar defendiendo una misma causa.

En la semana, Arroyo profundizó su grieta con el gobierno de María Eugenia Vidal. Dos funcionarios provinciales le achacaron que no defiende las inversiones y volvió a haber críticas por lo bajo por la promulgación de la emergencia en infraestructura escolar. “Ya no nos sorprende nada”, dijo con resignación un hombre cercano a Vidal. Y aportó una definición contundente sobre la posibilidad de contener a Arroyo en el armado electoral oficialista: “Hay sumas que restan”.

Arroyo dijo que promulgó la emergencia educativa porque le sirve para acelerar trabajos en las escuelas. Si le servía, podría haberla propuesto él y no esperar que al bloque kirchnerista se le ocurriera desempolvarla en el Concejo. Contradicciones de un intendente sin rumbo. La decisión de Arroyo dejó expuesto el desacuerdo con su propio hijo, presidente de la bancada de Agrupación Atlántica, que intentó resistir en el recinto la declaración de la emergencia. Menos serio quedó el secretario de Educación, Luis Distéfano, que en menos de diez días cambió completamente su postura: pasó sin escalas de hablar de intereses políticos a elogiar sus alcances.     

El veto a los Puntos Sustentables, una ordenanza de Marina Santoro para promover el reciclado en los barrios, tuvo otra vuelta de tuerca. La concejal de Unidad Ciudadana escuchó, pero no compartió, los argumentos de Arroyo y el titular del Emsur, Eduardo Leitao, en una reunión a puertas cerradas. Santoro les recordó que, por la distribución legislativa imperante, la aprobación de la ordenanza por insistencia será un hecho. Arroyo le aclaró que podía judicializar el asunto, como en el caso de la bonificación docente. Pero después se mostró proclive a trabajar en una reglamentación en conjunto. Con Arroyo nada es seguro.

En el Concejo, el oficialismo sufrió una nueva derrota. El aumento de la tarifa de Obras Sanitarias volvió a comisiones cuando parecía que se encaminaba al éxito. La radical Cristina Coria pidió la vuelta a comisiones, lo que a primera vista podía interpretarse como otro capítulo más en la interna de Agrupación Atlántica y la UCR. Pero esta vez fue al revés: Coria formuló el pedido después de advertir que no alcanzaban los votos para sancionarlo. Someter el expediente a votación era mandarlo al archivo. Hubiera sido una derrota aún más categórica.

La radical adjudica el desenlace a la falta de previsiones de Guillermo Arroyo, el jefe de la bancada de Agrupación Atlántica. Según esa versión, el hijo del intendente se anotició en el recinto de que ni Mario Rodríguez, ni Angélica González ni el Frente Renovador acompañaban la propuesta oficial, que contenía un incremento de 38% en la tarifa del agua. Sin esos votos, el proyecto estaba condenado.

Guillermo Arroyo no es el único responsable. Mauricio Loria, presidente de la comisión de Recursos Hídricos –donde se tratan todos los asuntos de Obras Sanitarias–, no asistió a la sesión en que debía defender el proyecto. Lo tuvo que hacer el hijo del intendente, con una improvisación tan marcada que llevó a Coria a corregirlo en público mientras le salvaba el expediente.



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