La Ciudad

El banquero Lasalle paga la rambla de madera

Una tempestad arrasa con la primera rambla. Carlos Pellegrini (¿otra vez por acá?) regresa de Europa y se acerca a la costa. “¿Y la rambla, qué se hizo?”, pregunta. “Se la llevó el mar”, le informan. Ya mismo inicia una colecta y muy pronto se construye otra. Es de corta vida. Esta vez es el fuego que devora las maderas y la Bristol queda desolada. Pero sin demora aparece quien se hace cargo de los costos de otra rambla que surge de las cenizas. ¿Un nuevo benefactor tiene la seductora villa balnearia? No tanto. Es que Antonio Lasalle, el donante, es uno de los empresarios que explota las mesas de juego en el Bristol Hotel y ya se sabe que “de enero a enero la plata es

del banquero”. Y a los banqueros siempre les interesa mucho más andar bien con los que manejan fortunas y no con aquellos que necesitan un préstamo.

Antes, en un local de la esquina San Martin y Santiago del Estero, había sido Fermin Izza quien hacía girar el cilindro de la única mesa de ruleta. El juego fue desalojado y allí se instaló una farmacia. La ruleta es andariega y aparece, de pronto, en un hotel de madera ubicado en La Perla, balconeando sobre las olas del mar. Otra vez es una tempestad la que se manifiesta contra los juegos de azar y mesas, fichas y rastrillos quedan para siempre ocultos en los enigmas del Atlántico.

Hay malos olores

La Argentina tiene 5.289.948 habitantes cuando Rusia y Japón no soportan más sus problemas y entran en guerra. Ya por las calles porteñas cercanas al Abasto anda cantando un regordete muchacho de 18 años que se

gana la vida trabajando un poco como aprendiz de tipógrafo y otro poco como changador de bultos y cajones. Se llama Carlos Gardel.

En Mar del Plata también se canta y en romerías brotan bulerías que parecen convivir, sin sobresaltos, con las romanzas y tarantelas de los italianos del Garibaldi. Y como siguiendo las actividades de las familias veraneantes

llegan atildados cronistas de páginas sociales, ya estos periodistas de la sección rosada dan cuenta que el sudor no logra armonizar con las esencias de lociones francesas. Y hay crónicas quejosas sobre “los fétidos y desagradables olores que pupulan por la playa”.

Se justifican los vahos malolientes, sin dudas. De 1892 a 1897 se embarcan en el puerto marplatense 32.287.457 kilos de cueros salados, además de sebo, huesos, astas, cerdas, garra y aceite de potro. Por la visto, todavía algo subsiste de aquel inicio rural, y el saladero, en estertores, prolonga su agonía.

¿Se remata la Municipalidad?

En el orden literario mundial sucede algo que tiene mucho de premonitoria: alcanza gran éxito de venta la novela “Hambre”, de Knut Hamsun, un simpático escritor vagabundo de algún país (¿Noruega?) nórdico En Cuba

aparece José Marti y funda el Partido Revolucionario, mientras en la Argentina comienza a hacerse popular un personaje de rechoncho cuerpo rojo, también simpatiquísimo, y que muy calladamente se convierte en receptor de esperanzas y alegrías. Dicho está.

Comienzan a instalarse los buzones y, junto a esa novedad, algunas calles de Buenos Aires empiezan a ser pavimentadas con adoquines de piedra que, dale que dale, al golpe de la masa sobre la punta acerada, elaboran los penados recluidos en Sierra Chica. Entre ellos “el penado 14”, cuya historia lacrimógena divulgara en gorjeos lastimosos, años después, la garganta aflautada de Agustín Magaldi.

Y en Mar del Plata, ¿qué? Un momento, no sirven las impaciencias. Así que calma. La misma que la

mujer del constructor Francisco Beltrami le reclama ante el tremendo enojo que se apodera de quien construye el primer edificio municipal (Luro y entonces San Juan) y no logra que le paguen. Tiene mucha razón Beltrami en

quejarse. Hubo necesidad de iniciar un juicio de remate y luego esperar 12 años para cobrar la deuda.

Bajo el sol ardiente, son cinco hermanos llamados José, Andrés, Juan, Rafael y Miguel Carboni quienes, en La Perla, demuestran ser excelentes nadadores cuidando a los bañistas. En tanto, ajeno a los ocios veraniegos, Julio César Gascón se encierra en un altillo y escribe su novela “La Pasión”. Muchos años después, tras realizar interesante y pródiga labor reuniendo antecedentes históricos de la región, escribe (1944) “El arcón de los recuerdos”, un pintoresco libro que reúne cuentos, leyendas y episodios lugareños.


El destacado escritor y periodista marplatense Enrique David Borthiry escribió en la década del noventa la sección “Historia Viva de Mar del Plata”, en la que contaba con su particular visión hechos poco conocidos que se sucedieron a lo largo de los años. Más de tres décadas después, LA CAPITAL las rescata del archivo. Para leer y disfrutar.

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