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El broche de oro para una carrera perfecta

por Florencia Cordero

Llegar al más alto nivel de reconocimiento en la NBA hace estricta justicia con el hombre que supo cultivar las relaciones personales al mismo nivel de su propia exigencia como competidor.

El retiro de la camiseta de Ginóbili es la coronación de una historia que se fue escribiendo con el poder de la convicción de un hombre que supo explotar todo su talento al máximo sin dejar nada librado al azar. Pero esa obsesión por ser mejor cada día, lejos estuvo de ser un objetivo individual y en todo momento vino acompañada de su intención de hacer mejores a los demás con el concepto de equipo como prioridad y enfocado en generar siempre un buen ambiente en todo su entorno.

En la emotiva ceremonia que dejó colgada la 20 para siempre en el AT&T Center, las palabras de sus compañeros Tony Parker, Fabricio Oberto y Tim Duncan marcaron claramente esa necesidad de agradecer el privilegio de haber compartido la experiencia de integrar el “Mundo Manu”. Mientras que el coach Gregg Popovich no ahorró elogios a la hora de remarcar la incidencia fundamental que tuvo Ginóbili como ser humano y como deportista a través de los años para lograr cuatro títulos destacando especialmente la forma en la que entendió en determinada situación que la manera ideal

de dar lo mejor para el grupo era convertirse en sexto hombre.

Más allá de la solvencia con la que Manu organizó su discurso y la elocuencia con la que se manejó, se animó a mostrar un poco más sus sentimientos ante el estadio colmado cuando llegó el momento de agradecer en español. Primero, a los hinchas argentinos que siguieron su carrera a la distancia y, de inmediato, apareció como algo indivisible en su vida profesional con los Spurs su sentido de pertenencia con el grupo de amigos de la Generación Dorada, a quienes mencionó especialmente con particular emoción.

Con la voz entrecortada y haciendo fuerza para no quebrarse, continuó en español cuando se dirigió a sus padres para marcar la importancia de la libertad que le dio su familia para seguir su sueño y acompañarlo en sus decisiones. Y después de aclararle a sus hijos que su emoción es de felicidad y no de tristeza, llegó uno de los momentos más emotivos de la noche cuando le dedicó unos minutos a su compañera de vida expresándole toda su gratitud por haber estado a su lado como equilibrio perfecto.

Compañeros, amigos y familia, fueron los pilares que sostuvieron al gran atleta, al competidor, al que entendió que debía hacer todo lo que estuviera a su alcance para estar a la altura de la máxima exigencia. Un modelo de deportista que, más allá de su talento natural, supo cultivar los valores esenciales del ser humano en la vida cotidiana para ser mejor cada día y hacer mejores a los demás.

En su mirada cargada de emoción hacia su camiseta colgada para siempre en lo más alto con su apellido entre las leyendas, se vio reflejada la satisfacción de entender que un camino de esfuerzo, entrega y compromiso siempre nos va a llevar a la mejor versión de nosotros mismos. En el básquet y en la vida.

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