La violencia de género está extendida a todos los niveles sociales. El caso de la abogada marplatense María Clara Bostiancic es prueba de ello. Su lucha judicial para vencer la inmunidad diplomática de su esposo, con el propósito de "preservar su vida y el bienestar de sus hijas".
Por Fernando del Rio
María Carla Bostiancic es abogada, madre y superviviente. Así se define en medio de la batalla que viene dando y que por primera vez decidió hacer pública. Una batalla judicial y de vida de una alta complejidad, tan alta que incluso atraviesa las fronteras y se mete dentro del mundo de la diplomacia internacional. Su lucha se enfoca en buscar verdad antes que justicia, que su voz sea de una vez escuchada y que sus pequeñas hijas queden protegidas de la maldad y la violencia que denuncia.
La historia podría resumirse simplemente en el litigio judicial que Bostiancic lleva adelante contra su aún esposo, un diplomático esloveno (su identidad, respecto a la nota original será omitida por pedido de la parte demandada hasta tanto se produja una nueva y definitiva instancia en los Tribunales). Podría tratarse nada más y nada menos que de eso, o de los forcejeos jurídicos para resolver la tenencia de las niñas, el régimen de contacto, las obligaciones del padre y la madre. Pero es mucho más, es increíblemente profunda, violenta y dolorosa esta historia.
“Parto desde lo que queda de mí, soy una mujer de solo 47 kilos, con dos niñas y una madre muerta, que murió del mismo terror que tengo yo. Y digo lo que queda de mí porque de mujer ya no queda nada, perdí mis sueños, mis anhelos, pero no la conciencia de ser madre de dos mujeres. Quiero que mi caso, que ya es causa para mí, sirva para tantas que sufren violencia, para que venzan el miedo”, dice Bostiancic mientras intenta no quebrarse en su angustia.
Todo relato tiene un comienzo y el de éste se visualiza cuatro generaciones atrás, en Eslovenia, lugar de nacimiento de la abuela de Bostiancic. Luego se sucederían la emigración, la llegada a la Argentina, los hijos, los nietos. Hasta que un día, una nieta de esa migrante eslovena, decidió viajar a conocer aquellas tierras tan alejadas y culturalmente distintas. Cuando en 2016 María Carla Bostiancic se subió al avión tenía 33 años, era docente, investigadora, integrante del comité de bioética de los Hospitales Interzonales, había firmado numerosos textos académicos y libros publicados. Su vida estaba en Mar del Plata, aunque de un momento a otro iba a cambiar por completo.
“Lo que pasó fue, simplemente, que me enamoré y durante dos años mantuvimos un romance a distancia muy idílico y en 2018 nos casamos. El casamiento fue en secreto porque mis padres un poco sospechaban que yo era muy diferente cuando estaba con él”, dice María Carla.
La pareja se instaló en Bélgica debido a que el hombre era un diplomático del Parlamento Europeo con sede en Bruselas, donde María Carla ayudaba con la agenda, como secretaria, organizadora de viajes y también como traductora al francés. Y fue en 2018 cuando la violencia comenzó a manifestarse, en especial cuando quedó embarazada. “Me transformé en un ser improductivo, sola en la casa, y empezó todo. Primero fue el maltrato verbal, luego el físico, los encierros, el sometimiento económico a tal punto que vendía cosas por Facebook para ir a comprar algo para comer”, narra mientras se abruma por sus propias palabras y sus abogadas Noelia Agüero y Erika Hooft la apoyan.
Bostiancic junto a Agüero, su abogada penalista, y Hooft, letrada en el fuero civil y de familia.
“Muchas veces -continúa- la gente dice… ‘Y para qué te quedás, ándate…’ dicen… Solo la mujer que hoy está atravesando una situación de violencia en su hogar sin importar su condición económica, social, educativa, puede entender. Nosotras no reaccionamos ni pensamos ni razonamos como una mujer libre y sin miedo piensa. La violencia intrafamiliar, doméstica de género es muy traicionera. El miedo es no solo paralizante, sino activador de mecanismos que uno no ve totalmente, no tiene sentido. Uno mete más la pata sobre la pata, digamos, siempre actúa en defensa hasta en función del agresor porque uno sabe hay como un mecanismo de supervivencia en el fondo, que la persona nunca va a parar. Entonces una trata de alejarse dándole al otro un poco del control para que te deje. Pero sabes que no se va. Y encima vivís con la esperanza de los días buenos, en lo que vos te crees que sos su salvadora”.
Después del nacimiento de su primera hija, su madre Mirta se fue a vivir con ella porque advirtió todo aquello y también fue víctima. Optó por acompañar, porque a más oposición, más maltrato. María Carla volvió a quedar embarazada, pero ese embarazo no avanzó y luego sí tuvo a su segunda hija. Los contextos que se desconocen alimentan las opiniones apresuradas: las concepciones de María Carla fueron por inseminación, no por contacto sexual.
Con las dos niñas pequeñas, la pareja se mudó a Nueva York, donde María Carla era oficialmente la “dependiente” del “principal”. Así aparecía en los documentos del Parlamento Europeo y las Naciones Unidas. Fue en tierra estadounidense que la violencia se profundizó, violencia física y menoscabo personal. Para, al menos, eludir esto último, se esforzó por concursar por un puesto y rindió varios exámenes, hasta que fue aceptada en un cargo como funcionaria europea. El 30 de octubre de 2022, Bostiancic viajó con sus dos hijas a Varsovia pero solo permaneció un mes allí, porque su esposo viajó y la obligó a regresar a Estados Unidos bajo amenaza de “llevarse a una de las nenas”.
La situación en Nueva York se agravó y su madre Mirta volvió a viajar para estar cerca de ella y de las niñas. Finalmente, decidieron la separación y se inició un juicio de divorcio en Eslovenia, donde, como era de esperar, fallaron en su contra respecto a las niñas. Bostiancic comunicó esto al Parlamento Europeo, tanto la violencia como la necesidad de tener un lugar donde alojarse en Estados Unidos, porque su esposo debía quedarse en la casa asignada, y nunca obtuvo respuesta. En Nueva York realizó denuncias en la policía donde tuvo la suerte de conocer a un detective de apellido Boyle que le dijo: “No podemos hacer nada, su esposo tiene inmunidad criminal absoluta, pero al menos que quede todo documentado”.
En diciembre de 2023, María Carla logró convencer a su esposo de dejarla venir a Argentina con las niñas mientras seguía el proceso de mediación por el divorcio, en un convenio que incluía comunicaciones telefónicas, videollamadas, mails… Y recién allí pudo “separarse” del problema. Tomar distancia. Buscar la protección que no le había dado la Justicia en Eslovenia, ni en el Parlamento Europeo, ni en Estados Unidos.
Un caso, una causa
Todo lo anterior no es un relato de ficción, ni una narrativa periodística con agregados sin documentar. Incluso, no está ni cerca de contener todos los padecimientos denunciados por Bostiancic. Y no es ficción porque todo está en poder de la Justicia de Argentina y de la europea. Y está siendo investigado en profundidad. “Nunca tuve un caso con tanta prueba, por eso me sorprende lo que sucedió”, interrumpe Hooft, especialista en Derecho Internacional.
El 1° de febrero de 2024 Bostiancic dio por caída la conciliación en Eslovenia ante las reiteradas amenazas y hostigamiento en las comunicaciones, y el 6 de febrero Bostiancic presentó el primer trámite de denuncia en Argentina, en el juzgado de familia N°1 por fijación de régimen comunicacional de sus hijas con el padre, donde pidió urgentes medidas de protección y de prohibición del país de las niñas, mientras que el 14 de abril promovió una demanda por violencia de género y violencia familiar. El juzgado de Familia N°1, a cargo de la jueza Mariana Villar, dispuso la prohibición al hombre de tomar contacto personal y por cualquier medio de comunicación y abstenerse de todo acto de perturbación o intimidación contra María Carla y demás integrantes del grupo familiar. El grupo familiar incluía, por supuesto, a sus hijas, pero también a su madre Mirta, destinataria indirecta de la violencia.
La nueva mujer que busca dejar atrás a la otra,la de la oscuridad y sometimiento.
Pese a la prohibición de la jueza Villar, el hombre siguió contactándose y el hostigamiento no se detuvo. En tanto, en Eslovenia la mediación por el divorcio evolucionó hacia un reclamo de restitución internacional de las menores, que solicitó a la justicia de NY, EEUU para que la justicia argentina reintegrara a sus hijas a ese país donde en vive y ejerce funciones diplomáticas. Esto una vez que ya estaban avanzadas las causas en Argentina. Pero faltaba algo más extremo todavía.
La jueza Villar fue reemplazada por su par del Juzgado de Familia N°5, Alejandra Obligado, quien reevaluó la causa y levanta las prohibiciones. El diplomático decidió visitar Argentina en diciembre del año y, como nada la impedía llevarse a sus hijas, sacó pasaje de retorno para el 26 de diciembre. En paralelo, la causa penal en el fuero federal, donde se investigan delitos de violencia hacia Carla y sus hijas por parte del diplomático, ya estaba muy avanzada con el asesoramiento y patrocino legal de Agüero, quien asumió el cargo en el reclamo penal. Este expediente contaba con el impulso de la Fiscalía General, del fiscal Santiago Eyherabide y de la UFEM (la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres) y el apoyo de la Oficina de Víctimas. Todo ese berenjenal jurídico acabó con la prohibición librada por la Justicia Federal de salida del país de las menores, por lo que el hombre llegó a Ezeiza con intenciones de irse y no lo pudo hacer. Tuvo que devolver a sus hijas y marcharse.
La tragedia final
El fallo de Obligado respecto a que las niñas salgan del país con su padre fue apelado por María Carla y la Cámara de Apelaciones en lo Civil, con los jueces Cataldo y Monterisi, no hicieron lugar “pese a que en ese expediente se incluía el dictamen del fiscal Eyherabide de donde surgía que en la audiencia del artículo 12 con la mayor de las niñas tomado por la jueza Obligado, por primera vez, se revelaba actos de violencia que ya no eran solo contra su madre sino contra ella”, resalta Hooft.
Pero gracias a la Justicia Federal, las niñas tenían (tienen )prohibida su salida del país y hoy están con su madre en Mar del Plata.
Por otra parte, el fallo de la Cámara fue cuestionado por María Carla Bostiancic junto a su abogada Erika Hooft, por falta de perspectiva de género en la resolución ante la Subsecretaria de control disciplinario de la Suprema Corte.
En esa denuncia, tal cual refiere Bostiancic, se transcribió el dictamen del fiscal Eyherabide respecto a los dichos de la niña en la audiencia del Artículo 12 CN (dichos que no eran conocidos por la madre ni los abogados hasta que los introdujo el fiscal), como así también se acompañó la sentencia de la Cámara Civil de MDP que trata expresamente a la madre de manipuladora y con un accionar negativo. “Se la condenó por denunciar en la justicia penal la violencia hacia ella y sus hijas”, dijo la abogada.
Días atrás, todos los documentos estaban sobre la mesa en la casa de María Clara y su madre Mirta, por curiosidad, por dolor, los leyó. La abuela de las niñas comprendió que su rol de protectora no había sido suficiente. No logró soportar lo que estaba leyendo. El domingo escribió de puño y letra: “No puedo más, perdón. Justicia x Carlita y las nenas. Mi impotencia es abrumadora. Los Quiero. Mirta”. Y se quitó la vida arrojándose de un décimo piso.
Carta dejada por Mirta antes de suicidarse.
Esta tragedia es la que provocó en María Clara Bostiancic la necesidad de no ocultar su historia en fojas judiciales y hacerla pública. “Mi vida se ha visto estropeada, pero acá estoy, por lo menos para poder ayudar a otras personas. Mi mamá decidió quitarse la vida, la respeto y no la juzgo. Está todo en su mensaje. Pero yo no soy mi mamá. Yo tengo voz. Y voy a hablar”.
María Clara señaló que “mamá se dejó violentar por él para poder estar cerca de mí. Vivió con nosotros en cada viaje a Europa y Nueva York. Aceptó, ocultó y fue víctima de violencia. La culpa y la ‘impotencia abrumadora’ a que ella refiere la llevó a la decisión que tomó fue luego de conocer que el progenitor de mis hijas también las dañó a ellas”.
La judicialización sigue adelante en Argentina, aunque por estas horas alcanzó una escala internacional sin precedentes. El prestigioso buffet español Navas Cusí interpuso, ante el Tribunal Europeo una demanda contra el Parlamento de la Unión Europea y el Servicio Europeo de Acción Exterior por haber omitido pese a los reiterados pedidos documentados de ayuda y numerosos mails en el caso Bostiancic. Y principalmente por violar el convenio de Estambul del cual la UE es parte, que reconoce que la violencia de género es una violación de los derechos humanos.
“La oficina de víctimas de la Justicia Federal me dio un apoyo grandioso y gracias a ello es que se lograron cosas muy importantes”, dice María Carla Bostiancic. Ya sin su madre como protectora, pero con hijas por proteger, sigue su búsqueda de la verdad en el sistema judicial.