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Policiales 18 de mayo de 2017

El caso de la marihuana flotante y los policías imputados por quedársela

El 31 de diciembre, después del temporal de lluvia y viento de la tarde, el mar devolvió cinco panes de marihuana. Policías locales lo vieron. Avisaron a la comisaría de la jurisdicción. Luego, el jefe de calle de esa dependencia se hizo cargo. La droga desapareció.

Tres policías de la subcomisaría Casino, el segundo jefe, el jefe de calle y una oficial de servicio fueron imputados por su presunta responsabilidad en una maniobra que consistió en quedarse con varios panes de marihuana hallados cuando flotaban frente a una playa del centro de la ciudad.

El fiscal Fernando Berlingeri citó a declarar para el próximo 22 de mayo al oficial subinspector Leonardo Pinto, y a los oficiales Claudio Boriani y María Baigorria por existir prueba de su intervención, con distintas responsabilidades, en un episodio que revela, en el mejor de los casos, inoperancia, malicia, falta de profesionalismo, anarquía, desconocimiento del procedimiento, y en el peor, corrupción policial.

En tanto el subcomisario Guillermo Quinteros, a cargo de la dependencia, también está siendo investigado para saber si tuvo alguna participación en los hechos.

Pinto, el principal involucrado, fue imputado del delito de malversación de bienes equiparables, según los artículos 261 y 263 del código penal. En tanto Baigorria y Boriani de “omisión de promoción en la persecución penal”.

Este expediente judicial, que tramita en la fiscalía de Delitos Económicos, podría haber sido parte de la trama de una novela escenificada en Baltimore, con el río Patapsco y la bahía Chesapeake de fondo. Pero, no, sucedió el 31 de diciembre pasado en el Torreón del Monje. Si al menos hubiese sido ficción…

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El ritual de las horas previas al Año Nuevo había comenzado. Por las casas las madres y abuelas apuraban el almuerzo para darles los toques finales a sus platos, a sus ensaladas, al vittel tone. Los hombres se convencían de sus cálculos con el asado y otros iban en busca de pirotecnia. En el cielo densas nubes, que parecían bollos de papel mugriento pegados con engrudo, amenazaban a desprenderse como una bomba. Y si algo tiene que estallar, va a estallar. A las 4 de la tarde del 31 de diciembre de 2016 el cielo se vino abajo en forma de tormenta de verano y las calles no tardaron en anegarse.

La lluvia salpicó a la ciudad durante un par de horas acompañada por un viento huracanado que levantó techos y carteles. El fenómeno dejó a gente de los barrios bajos en problemas y probablemente con la cena de fin de año arruinada.

Las fotos de los policías locales fueron decisivas.

Las fotos de los policías locales fueron decisivas.

En las zonas más favorecidas por las obras pluviales, en cambio, la agitación fue subterránea. Los arroyos entubados y los grandes canales de desagüe iniciaron su trabajo de descarga, con cierta insuficiencia ante semejante caudal de agua. Y lo que por allí avanza, avanza hacia el mar.

Mar del Plata es así. Puede darlo todo. El mejor sol y la mejor lluvia. Puede dar una jornada de playa y a los minutos la urgencia por juntar las cosas y huir de la lluvia. Puede dar la necesidad de salir abrigado en pleno verano, la mejor comida, las mejores obras de teatro –las peores-, la paz de marzo. Todo puede dar, hasta un ducto de drenaje en Año Nuevo escupiendo cinco panes de marihuana a la costa de una de las playas más populares.

Eso fue exactamente lo que ocurrió. Eran las 18.30 del último día del año cuando dos efectivos policiales nóveles, uno de ellos egresado hacía solamente 10 días de la escuela de cadetes, vieron los bultos. Dos guardavidas del puesto 8, que cumplían funciones casi a modo de guardia ya que el día se había ido al demonio y no había bañistas por ningún lado, fueron testigos de lo que el mar devolvía con extraña generosidad a la tierra. O a la arena.

Otros policías afectados al Operativo Sol dentro de la jurisdicción de la subcomisaría Casino y pertenecientes a policías locales de otros distritos también se acercaron. A las 18.33 el canal 2 de la frecuencia radial emitió la inusual novedad. “Cinco paquetes aparentemente de marihuana” habían sido hallados en la playa del Torreón del Monje, tres flotaban cerca de la escollera, otros dos un poco más cerca del puesto de guardavidas. Todos estaban sorprendidos por lo que veían.

Oferta y demanda

En verano Mar del Plata se inflama de necesidades y debe haber un mercado que las satisfaga. Que las aplaque. Gastronomía, diversión, trabajo, salud, juego, sombra. Y droga. En aquellos días de fin de año se tenía la seria sospecha de que la marihuana se conseguía en la costa y que algunos vendedores ambulantes y “cudiacoches” la vendían. En ese escenario, resulta posible imaginar que un conducto próximo a la escollera fuera un buen escondite y que un dramático aumento del flujo de drenaje las arrojara al mar.  O algo más intrincado: que alguien en algún lugar del centro de Mar del Plata haya tenido la necesidad de “descartarse” de cinco panes de marihuana y lanzarlos a una alcantarilla.

De donde haya sido que provinieran, los cinco panes salieron a flote aquel 31 de diciembre de 2016 y los jóvenes policías no dudaron en iniciar el procedimiento correspondiente. Comunicaron el evento por el 911 y tomaron los recaudos para resguardar los panes. Se trataba de cinco paquetes, hallados tres en un sector de la playa, dos en otro. Tres estaban abiertos y afectados por agua salada y dos herméticamente cerrados con cinta de embalar plateada y marrón, en el típico envoltorio utilizado para contrabandear la droga.

Los extraños métodos de la policía bonaerense permiten ver como normal que un tipo de jean, remera negra, tatuajes al sol y que baja de un Renault Clio gris con vidrios polarizados se haga cargo de un operativo.

Los cinco policías, miembros de la fuerza de seguridad y prevención del futuro, esa que la sociedad requiere transparente, comprometida y capacitada, buscaron los testigos y custodiaron el material flotante que, a primera vista, tacto y olfato, parecía ser marihuana. Minutos más tarde llegó al lugar Leonardo Pinto, el Jefe de Calle de la subcomisaría Casino. Los extraños métodos de la policía bonaerense permiten ver como normal que un tipo de jean, remera negra, tatuajes al sol y que baja de un Renault Clio gris con vidrios polarizados se haga cargo de un operativo.

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Lo que ahora es el centro de la investigación del fiscal Fernando Berlingeri es lo que hizo Pinto en el lugar y los jefes Quintero y Boriani, y la oficial de servicio Baigorria, en la subcomisaría.

Porque los kilos de drogas (se calcula entre 2 y 5) desaparecieron y Pinto dio una versión exculpatoria de estudiantina a sus superiores. “La marihuana estaba podrida y la tiré a la basura”, explicó, palabras más, palabras menos.

La droga invisible

Pinto se hizo cargo del operativo aquel sábado y procedió de un modo singular en los dos puntos distintos de la playa donde estaban los paquetes de marihuana. Se acercó, recogió los panes y los guardó dentro de una bolsa plástica según los mismos policías que estaban custodiándolos. “Nos dijo que no se podía hacer reactivo porque estaba todo podrido y que él mismo haría el acta y elevaría todo a la fiscalía”, relató uno de los jóvenes.

La decisión del jefe de calle no llamó la atención porque era el oficial a cargo y el operativo parecía ir por los caminos apropiados que dice el código de procedimiento.

Sin embargo, los días pasaron y dentro de la misma fuerza policial comenzó a comentarse que esa marihuana había desaparecido. Fue entonces cuando uno de los policías locales que había hallado la droga en la playa, tras consultarlo con su profesor de la Academia de la cual había egresado a comienzos de diciembre, resolvió realizar la denuncia. El 12 de enero de 2017 se presentó y judicializó el episodio. Horas más tarde, a las 11 de la noche, a él y a los demás jóvenes que habían avistado la marihuana, los sacaron del medio por prevención: la Jefatura Departamental los trasladó bien lejos, al destacamento de Punta Mogotes. A la fiscalía le llama la atención que el jefe Quinteros también haya sacado de la dependencia a Boriani recién entonces.

A partir de ese día se desarrolló una investigación que, en primer lugar, debió certificar que el material hallado, pero inexistente por la propia naturaleza del delito, era marihuana.

En base a las fotos, los peritos concluyeron en que era marihuana y que aun cuando estaba mojada el test lo hubiera comprobado.

Los testimonios sirvieron como un punto de partida: los cinco policías, dos guardavidas y hasta un empresario de la zona del Torreón dieron indicios. Incluso los sospechados dieron a entender eso al asegurar que se había tirado el material porque la marihuana estaba podrida.

Pero el peritaje que faltaba llegó de la mano de algo inusual: especialistas de la Policía Científica, una bióloga y un bioquímico, analizaron las fotos que los nóveles policías habían tomado de los paquetes.  Primero aseguraron que los envoltorios correspondían “al aspecto visual típico que presentan los ladrillos que se analizan habitualmente en este laboratorio”; luego indicaron que “respecto del material vegetal, se aprecian tallos delgados, hojas y semillas grisáceas tipo aquenio que dan un indicio cualitativo compatible con Cannabis Sativa”; y por último demolieron la artimaña de los responsables del operativo al decir que “respecto al uso del reactivo de orientación, éste da buenos resultados, contando con reactivos recientemente preparados, aún al hacerse con cierta impericia, no existiendo, en caso de tratarse de cannabis sativa, falsos negativos”.

Es decir que en base a las fotos, los peritos concluyeron en que era marihuana y que aun cuando estaba mojada el test lo hubiera comprobado.

Uno de los paquetes de marihuana, que estaba abierto y tenía arena, igual hubiera dado reactivo positivo.

Uno de los paquetes de marihuana, que estaba abierto y tenía arena, igual hubiera dado reactivo positivo.

El destino de la droga

Los investigadores bucearon en las causas por drogas iniciadas por la subcomisaría Casino y descubrieron que unos días antes, Pinto había procedido correctamente. En el marco de una requisa que realizaban a un aprehendido por lesiones leves le hallaron 2,48 décimas de gramo de cocaína entre sus prendas. Frente a  tal irrisoria cantidad, Pinto actuó con conocimiento pleno de lo que debía hacer: labró el acta, hizo el reactivo y remitió todo lo actuado a la fiscalía.

En cambio, cuando tuvo a su cargo una gran cantidad de droga (de 2 a 5 kilogramos de marihuana) hizo todo lo contrario. Según consta en el expediente, la versión oficial de la subcomisaría Casino es que como la droga estaba podrida dio resultado negativo, la arrojaron a un contenedor de basura ubicado en la calle. Sin dejar constancia de nada y falseando una verdad científica: el cannabis sativa no da negativo.

Esa postura exculpatoria fue rechazada de plano por el CATI (Cuerpo de Ayuda Técnica en la Instrucción), de la Fiscalía General, y en su lugar se indicó en el expediente que el entrecruzamiento telefónico, los mensajes de texto y de audio de Pinto para “orientar” futuras declaraciones, la ausencia de actas realizadas por la oficial Baigorria en la subcomisaría, los mendaces comentarios sobre procedimientos simultáneos esa misma tarde y decisiones internas operativas (traslados, desplazamientos) fueron en función de disponer de la droga y encubrir esa maniobra.

El lunes 22 será la ocasión de que los tres imputados se defiendan con sus declaraciones.