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Opinión 21 de febrero de 2021

El centenario de Jorge Raúl Lombardo

El intendente Lombardo recibe en su despacho al Presidente Illia, en el verano de 1965.

Por Jorge Froilán González
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En Rivadavia 2.527, tras el frente de un negocio de venta y elaboración de dulces había una serie de piezas y cocinas que se alquilaban. Era ese el hogar de la familia fundada por Florentina Scerpella y Francisco Luis Lombardo, que se agrandó el 22 de febrero de 1921 con la llegada de Jorge Raúl.

Menos de tres semanas después en ese mismo inquilinato nacía Astor Pantaleón, hijo de Asunta Manetti y Vicente Piazzola. Dudo mucho que Florentina y Asunta se hayan imaginado que por rumbos diferentes (y cada uno a su manera ) sus hijos iban a tener la trascendencia que tuvieron.

Con estas líneas, además de los conocidos aspectos de su gestión municipal, queremos recordar algunos aspectos personales que él mismo revelara en su libro “Cartas a Jaime”, en el que comienza rindiendo culto a una larga amistad con Jaime Guper quien fuera compañero de militancia en el socialismo.

En esta muy rica “autobiografía de contrabando”, en palabras del mismo Lombardo, nos cuenta sobre su primer trabajo en la Casa Liot, en San Martín y España, donde tuvo como compañero a Juan Morales, décadas más tarde propietario de El Rey del Bife, en la avenida Colón. Luego fue cadete en Fava Hnos. con un sueldo de treinta y cinco pesos moneda nacional.

Se preocupó también por su formación, haciendo varios cursos en el Ateneo Mitre, en San Martín al 3.200. Más tarde se inició en periodismo como corresponsal de “Actualidad”, un periódico editado en Miramar. Es en esa época que comienza su participación en la Sociedad de Empleados de Comercio haciéndose oír en asambleas y manifestaciones en pos de la jornada de ocho horas.

Los diarios El Trabajo, La Mañana y La Capital también contaron con sus aportes. En su libro, Lombardo recuerda las numerosas tertulias de madrugada en la “Jockey Club” tras cerrarse la redacción. De esas rondas participaban hombres de real valía en el periodismo marplatense como Victorio Fagnani, Agustín Rodríguez o Fortunato Benhayon.

En la carta titulada “Mis primeros fracasos” habla sobre sus diez (sí: diez) minutos de juego en el equipo de fútbol de ASYDEFH (Asociación Social y Deportiva de Empleados Fava Hermanos) compitiendo en la Liga Comercial. Cuenta que participó de un encuentro de boxeo en la esquina de España y Rivadavia, y que apenas comenzado, recibió un fuerte puñetazo en la nariz, lo que le valió, no solo terminar su carrera como boxeador sino que (en sus palabras) comprobar que por sus venas corría abundante sangre y que la misma no era azul.

Tres intendentes socialistas: Don Jorge Raúl Lombardo (centro), Luis Nuncio Fabrizio (derecha) y Teodoro Bronzini (izquierda), tras conocerse el triunfo de Lombardo en las elecciones de 1963.

Tres intendentes socialistas: Don Jorge Raúl Lombardo (centro), Luis Nuncio Fabrizio (derecha) y Teodoro Bronzini (izquierda), tras conocerse el triunfo de Lombardo en las elecciones de 1963.

El patín no fue ajeno a sus intereses, pues realizó varias pruebas en el llamado circuito Alberdi (que no era otra cosa que la Diagonal Alberdi de esos tiempos). En otro capítulo, Lombardo nos confía que tras haber sido desalojado de la Intendencia en 1966 por la subversión militar que tomara el poder, le fue difícil encontrar trabajo, tanto por la relevancia del cargo del que había sido despojado, como por temor a represalias políticas por parte de la dictadura.

Fue Nicolás D’Onofrio, fuerte hotelero de entonces, quien le permitió ganarse el sustento con un trabajo en Buenos Aires. Su acción en la sociedad marplatense abarcó otros ámbitos: fue miembro de la Logia Masónica 7 de Junio de 1891, de la cual fuera presidente en 1966 y 1967.

A ese trabajo comunitario le dedicó mucho tiempo, haciéndolo muy frecuentemente hasta la medianoche. Pero más allá de los detalles revelados por él mismo, que nos lo muestran como persona, la importancia de Don Jorge Raúl Lombardo trasciende por su acción pública: fue concejal en cuatro períodos, Secretario de Gobierno y Hacienda durante la cuarta intendencia de Don Teodoro Bronzini, y asesor de Gobierno, secretario Coordinador y presidente del Consejo Municipal de Planificación.

Justamente la planificación es lo que lo destaca. Su libro “Mar del Plata 70” revela su preocupación por el desarrollo ordenado de nuestra Mar del Plata. Fue electo intendente dos veces: en 1962 (no pudiendo asumir por la anulación de las elecciones) y el 7 de julio de 1963, asumiendo el 12 de octubre de ese año. En ese momento puso en práctica lo que había planeado: la Ordenanza 2.000, vinculada al ingreso de personal a la Municipalidad y entes descentralizados instituyó el concurso público. Fue promulgada a los 45 días de iniciada su gestión. Lamentablemente, ya no está vigente.

Se preocupó por los espacios verdes, la Plaza Revolución de Mayo (Uruguay, Maipú, Marconi y la Av. Libertad) es uno de los resultados que perduran. Las obras que no se veían no estaban ausentes. Al asfaltarse la Avenida Jara, no se lo hizo en el carril central para no tener que romperlos luego para hacer la ya planificada tercera cloaca máxima (completada en los 80).

La planificación y ejecución con eficiencia del presupuesto público fue otro distintivo de su gestión Y en mi opinión, lo que lo destaca con claridad sobre otras gestiones, es el inicio del sistema educativo municipal. Su preocupación por “educar al soberano” mostró su primer obra en el Jardín Nro. 1, de 12 de Octubre al 4.500.

Luego se iniciaron escuelas primarias ubicadas en barrios alejados, y el Instituto Municipal de Estudios Superiores. Esa muy eficiente gestión fue interrumpida por la subversión militar en junio de 1966, que instalara en su reemplazo a un miembro de las FF.AA. La ciudad de Mar de Plata aún le debe mucho a Lombardo. La reciente imposición de su nombre al edificio de la secretaría de educación municipal es solo el primer paso en un reconocimiento largamente merecido. Por toda su trayectoria en favor de nuestra querida Mar del Plata, Don Jorge, merece la admiración y respeto de toda la ciudadanía de manera permanente.



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