Opinión

El Che Guevara y el kétchup

Por Raúl Bigote Acosta

Raros, extraños son los caminos del Señor. Estábamos en el Espacio Aldrey, dentro del Shopping Aldrey, Mar del Plata, vieja estación de trenes, después terminal de colectivos, finalmente un emprendimiento público / privado que dotó a Mar del Plata de un sitio confortable.

En la parte exterior de la nave, con 950 butacas dispuestas alrededor de un escenario central, una mujer inmensa, de abultadas formas, una formidable escultura en madera de Fernando Botero dejaba pasar el tiempo con esa sabiduría que tienen las estatuas; si son femeninas mejor. Las estatuas, no “les” estatuas. “La dama reclinada” mira. Es difícil sonorizar la nave, altísimos techos, vidrios, hormigón, un lugar precioso, muy alto precio su confección; estaba bien sonorizado.

En la noche del 3 de febrero del 2020 se entregaban unos premios de larga y efectiva tradición. Los premios “Estrella de Mar”. Conocí a su inventor, el Licenciado Luis (Lucho) Martínez Teco. Una forma de visibilizar mas, todavía mas, a la ciudad y hoy Región Mar del Plata. Desde su origen (Lucho estaba en Turismo) la idea era ayudar a los que vienen a la temporada marplatense. Al espectáculo. Un cariñoso mimo oficial, un gracias por venir a estos pagos, los queremos, vuelvan a traer un espectáculo a Mar del Plata, ciudad que, número mas o menos, sobre una población de un millón recibe, en 100 días, 3 millones mas, rotativa y apretadamente. Nunca fueron un examen de calidad mayúscula ni sus jurados fueron convocados para eso. De lo que viene lo que veamos y podamos alentar. La categoría de Concurso puso sus reglas. Anotarse. En qué rubro. Aceptando que alguien puede ser mejor, esa es la base del concurso.

MORDERSE LA COLA TRAE MALA SUERTE

Una de las bases del juego (la vida es un juego) es aceptar las reglas. El premio Estrella de Mar es de, por y para Mar del Plata. Quien dice que es una porquería o lo minimiza está diciendo, sin ninguna duda, Mar del Plata es una porquería. Muchas veces lo dicen porque no lo ganan, piensan que insultando tendrán mas entradas y muchos, esto es feo, porque el juego de la prensa, que tiene sus intereses en esta “hoguera de vanidades”, como describía aquel bestial libro, intenta mas audiencia diciendo que todo está podrido en Dinamarca. No ayudan a la ciudad donde están sus tickets y sus avisos comerciales y transacciones publicitarias.

Año tras año ese es el juego, pero hay otro, que se gestó con la lentitud de una carne dura en un caldero medieval. Los habitantes del lugar. El destino de un pensamiento, una denuncia, una canción.

Desde hace años, acaso siempre, el Teatro Marplatense es una entidad. Como la música, la danza. Que en el puerto exista una sala de 100 butacas certifica que el “bel canto” y otras manifestaciones artísticas eran parte del sueño de los pescadores, desde los mínimos hasta las empresas y los buques factorías.

Donde hay un pensamiento hay una necesidad de contarlo. El hombre es expresión. Muchos de esos habitantes del pensamiento marplatense se han sentido, por años, invadidos por el verano. Alfredo Alcón, Antonio Gades, Carmen Barbieri, Jorge Corona. Todos invasores. De todo en el reino del señor cuyos caminos, se insiste, son raros, extraños, indescifrables, sabios, inatajables.

Una casa en la que sus dos primeras habitaciones se convirtieron en entrada, mini bar y boletería (buenas empanadas). Por un pasillo de una vieja y entrañable “casa chorizo”, pasando el baño, dos habitaciones unidas para un teatro en el que se pueden colocar cuarenta, acaso 60 sillas. Poco mas. Entusiasmo todo. Pretensiones infinitas. El pensamiento, dice Aute, no puede tomar asiento. El Séptimo Fuego quiere volar. Así se llama ese sitio de comunidad artística. De hecho que hay una relación con el Estado y con la ciudad. Desde el mensajito telefónico hasta la charla directa con funcionarios. Desde la boleta de la luz hasta el agua corriente y el gas. Vivir es lo que se pide. Queda, por detrás, una organización de teatros, teatreros y artistas marplatenses que, invierno tras invierno, mete en el caldero la posibilidad de jugar el juego del verano. Ni bien ni mal. Sucede.

Nadie puede creer que se quiera expulsar al espectáculo que viene de Buenos Aires a MDQ. Nadie puede creer que se quiera competir en la facturación con esas expresiones artísticas con mas pretensiones comerciales. Aclaración necesaria. Todas son comerciales. El “teatro a la gorra” es una forma de cobrar por el trabajo y en “El Séptimo Fuego”, por la obra La muesca de Tato Pavlovsky, la entrada costaba 250 pesos.

El caldero todos los años suma lo suyo. Una Secretaría de Cultura (en el 2017) que no era del agrado de estas agrupaciones, nucleadas en un sello y una determinación: todos juntos ahora, como dirían los Beatles. Después la Secretaría cambió. Lo que no cambió es que muchas de estas obras eran propuestas que apuntaban a “lo social” desde el sitio donde se encontraban, Ni bien ni mal. Sucedía. Sucede. Querer cambiar el mundo es parte del infinito deseo del pensamiento. Mark Fisher en su libro “Realismo Capitalista”, en el capítulo titulado “Es mas fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, en la página 31 dice:… “ Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista. Solo hay que observar el establecimiento de zonas culturales” alternativas” o “independientes” que repiten interminablemente los mas viejos gestos de rebelión y confrontación con el entusiasmo de una primera vez. “Alternativo”, “Independiente”, y otros conceptos similares no designan nada externo a la cultura “mainstream”; mas bien se trata de estilos y de hecho de estilos dominantes al interior del “mainstream”. Nadie encarnó y lidió con este punto muerto como Kurt Cobain y Nirvana”…

No se “salen” de la corriente principal los teatreros marplatenses. Quieren su lugar en el mundo. En el verano. A teatro lleno. La canción de José Tcherkasky Alberto Favero, la de “los patitos feos” da un camino. Los buenos llegan, se vuelven cisnes. Vuelan. Antes pelean desde fuera.

EL BIFE JUGOSO

En la ceremonia un premiado, de apellido Moyano, que aceptó ser parte del juego corrió un límite (del juego) Simuló cortarse las venas frente a cámaras luego de un encendido discurso sobre el teatro, el lugar, la censura y la oscuridad. No fuimos héroes los jurados que lo premiamos, ni él es un héroe asustando chicos en la sala, logrando que se desmaye de la impresión una reina y/o princesa del mar que no sabía que era kétchup. En rigor nadie sabía nada. Su mamá es una de las dos personas que concentra/controla / trabaja agrupando el conglomerado de teatreros marplatenses que, por lo que se debe decir, presentó una obra que no fue premiada, la de su hijo si.

Cuando después de mil cosas buenas, regulares, malas y muy malas El Che pisa territorio rioplatense lo primero que pide es un bife jugoso de carne argentina. Raros los caminos. Hoy cuesta 2 euros una camiseta, producida por millones en una fábrica clandestina con obreras esclavizadas, con su mera efigie icónica. De Sierra Maestra a la producción textil a escala mundial

Al día siguiente de la premiación los diarios del mundo reprodujeron o comentaron el acting. Lo entrevistaron. A él y a su mamá. “Alternativo”, “Independiente”, y otros conceptos similares no designan nada externo a la cultura “mainstream, la corriente dominante. Kurt Cobain llevó las cosas a otro sitio. Igual aviso: no sirvió.

Ojalá lo contraten, haga el aviso de la marca de Ketchup. Se ponga una camiseta con la imagen del Che. Y diga lo correcto. El mejor actor del verano es Mauricio Dayub, Estrella de Mar de Oro a quien nadie entrevistó, al día siguiente, con tanto entusiasmo como al suicida de utilería. Como diría Andy Warhol. 15 minutos de fama. Un lugar bajo el sol. Raros son los caminos del Señor.

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