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El comienzo de la obsesión de Boca por la Copa

Se cumplen 45 años de la primera consagración continental de aquel equipo que dirigía Juan Carlos Lorenzo, tras vencer a Cruzeiro en los penales, con aquella atajada inolvidable de Gatti.

Por Marcelo Solari

Apenas se agazapó el “Loco” Hugo Orlando Gatti. Solo una leve flexión de rodillas. Ni saltitos, ni movimientos, ni gestos. En ese ambiente cargado de tensión en la fría noche montevideana, simplemente esperó y esperó. Hasta último momento, cuando Vanderley abrió el pie derecho y, una fracción de segundo antes de impactar el balón, el arquero decidió arrojarse hacia su izquierda para detener el último penal de la serie. Gatti se incorporó, dio un saltito y sacudió el brazo derecho a modo de festejo; avanzó un par de pasos, y dio otro salto antes de salir corriendo. No llegó lejos. La marea de compañeros vestidos con camisetas blancas (con esa extraña indumentaria jugó el “xeneize” aquel partido inolvidable) lo interceptó antes de llegar a la línea del área grande para fundirse en un abrazo interminable. Esa imagen quedó inmortalizada para siempre en los registros históricos. Boca Juniors se consagraba por primera vez campeón de la Copa Libertadores de América.

Se cumplen este miércoles 45 años de aquella noche épica. Quedará en la memoria por muchas cosas. Porque fue la primera vez que se le dio al equipo azul y oro, que ingresaba así en la galería de los grandes del continente; porque nunca antes el trofeo se había decidido por la vía de los penales; y porque la consagración reafirmó el poderío de los equipos argentinos en el prestigioso certamen continental de clubes. En ese momento, Boca logró la undécima corona para Argentina, en dieciocho ediciones disputadas.

Impecable campaña

El conjunto dirigido por Juan Carlos “Toto” Lorenzo, que al año siguiente sería campeón intercontinental y también repetiría el título en la Libertadores, comenzaba a establecer una hegemonía. Es más, en 1979 también llegó a la final, aunque esa vez le tocó perder con Olimpia de Paraguay.

En aquella edición de 1977, entre los 21 equipos participantes Boca fue el equipo que más partidos jugó y más puntos cosechó. Totalizó 8 triunfos, 4 empates y apenas 1 derrota en sus 13 encuentros, con 10 goles a favor y apenas 3 en contra. Es cierto, no convertía mucho, pero recibía mucho menos. Lo que se dice un equipo sólido.

En el Grupo 1 de la fase inicial venció en todos sus partidos en La Bombonera y sin recibir goles en contra: a River Plate, 1 a 0, a Defensor de Uruguay, 2 a 0, y al también uruguayo Peñarol, 1 a 0). También derrotó a Peñarol como huésped (1 a 0), y empató sin goles en sus visitas a River y Defensor.

En la Zona 1 de las semifinales, venció a Libertad de Paraguay en casa y en Asunción, las dos veces por 1 a 0, y empató ambos juegos ante Deportivo Cali (1 a 1, tanto de local como de visitante). Los colombianos serían la víctima “xeneize” en la final de la Copa del año siguiente, para obtener el bicampeonato.

En la final lo esperaba el monarca vigente, Cruzeiro, tras haberse consagrado en 1976 en una serie electrizante contra River Plate.

Boca ganó el primer partido, en una colmada Bombonera, por 1 a 0 con gol de Carlos “Toti” Veglio, pero los de Belo Horizonte impusieron condiciones en el Mineirao (80.000 espectadores), con uno de esos célebres zapatazos de Nelinho).

Fue necesario, entonces, recurrir al tercer partido, en escenario neutral (en ese entonces así era la reglamentación). La sede para ese cotejo definitorio fue el estadio Centenario de la capital uruguaya. Nada menos que 60.000 espectadores presenciaron un partido tenso, sin demasiadas luces ni emociones, jugado con una tremenda carga de responsabilidad. El “Ruso” Jorge Ribolzi tuvo una buena oportunidad pero no hubo caso. Después de extenuantes 120 minutos (90′ reglamentarios más 30′ de alargue, apenas se permitían dos cambios por lado) sin poder romper el cero, el árbitro venezolano Vicente Llobregat marcó el final y el destino inexorable de la definición por penales.

Foto: www.elgrafico.com.ar Gatti vuela hacia su izquierda y ataja el penal de Vanderley. 

El décimo penal

El nerviosismo que bajaba desde las tribunas y se traslaba a los futbolistas casi que podía “tocarse”. Aún así, el final de ese extenso camino de ida hacia el área y de regreso a la mitad de la cancha, fue exitoso para cada uno de los pateadores.

Así, fueron pasando (y anotando) Roberto Mouzo, José Luis Tesare, Mario Zanabria y Vicente Pernía, para Boca, y Darcy Meneses, Neca, Morais y Livio, para los brasileños. Cuatro a cuatro. Llegó el turno de Darío Felman y adelantó nuevamente a Boca. Hasta que Gatti le adivinó la intención a Vanderley. Y el “xeneize” tocó el cielo con las manos al hacer realidad un viejo sueño que el Santos de Pelé había frustrado en la final de 1963. Desde aquella noche de 1977, nada volvió a ser igual por Brandsen 805. La relación y el sentimiento con la Copa Libertadores se convirtieron en un amor casi obsesivo.

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