La Ciudad

El conflicto excede lo razonable y conspira contra Mar del Plata

El municipio está parado desde hace casi un mes. Arroyo y Mourelle avivan el incendio. Y el sindicato no cede ni con la ciudad en llamas. Una imagen deplorable ante miles de turistas.

Por Ramiro Melucci

La Municipalidad está estancada desde hace 27 días. La retención de tareas impuesta por el Sindicato de Trabajadores Municipales impacta en el mes más necesario para Mar del Plata. En el que más turistas recibe. En el que esperan desde los empresarios y los comerciantes hasta los taxistas y los camareros para obtener lo que les permitirá sobrevivir el resto del año.

La imagen que brinda la ciudad es deplorable. Los visitantes no necesitan recorrer demasiado para ver el abandono. Los pastos altos de las rotondas de ingreso por ruta 2 son la primera impresión. Una muestra módica. El resto es suciedad, caos de tránsito y falta de controles de todo tipo. Los turistas no son los más perjudicados. Los marplatenses no pueden usar los centros de salud, renovar las licencias de conducir, habilitar comercios ni, en algunos casos, dar el último adiós a sus familiares. Para completar el combo, los recolectores de residuos, que dependen de una concesionaria, tampoco pasan con la asiduidad de antes: saben que nadie los amonesta por olvidarse de recoger una bolsa.

Otra consecuencia son las rispideces entre las organizaciones intermedias que Arroyo contrató para limpiar los espacios públicos y los municipales que dejaron de hacerlo. Ya hubo una gresca entre delegados gremiales y representantes de una cooperativa en el Parque San Martín. De ahí a las peleas callejeras hay un paso.

En ese escenario decadente, Carlos Arroyo y Hernán Mourelle parecieron sembrar de obstáculos un posible acuerdo con el sindicato. Horas antes de la reunión del jueves en La Plata, el intendente amenazó con ir a la Justicia si no había acuerdo. Y poco antes de que la asamblea de municipales se reuniera el viernes para dar un veredicto sobre la nueva propuesta salarial, el secretario de Hacienda volvió a denostar a las autoridades sindicales y blandió la opción de una denuncia millonaria.

El secretario de Gobierno, Alejandro Vicente, tuvo que aclarar tras la reunión en el Ministerio de Trabajo que ni él ni los representantes del municipio que viajaron a negociar a La Plata estaban al tanto de una posible judicialización del conflicto. Arroyo es tan inoportuno que hasta deja mal parados a los bomberos que tratan de apagar el incendio del peor conflicto de su gestión.

El gobierno bonaerense hizo esfuerzos para que no suceda nada de lo que sucedió. Anhelaba que la medida estuviera superada cuando María Eugenia Vidal se estableciera en Chapadmalal y empezara a recorrer la ciudad por fuera de la agenda oficial. Trascendió que la Provincia podía incluso hacerse cargo de la retroactividad del aumento salarial. Pero después del último encuentro dio por concluida su gestión.

Junto con el aumento por decreto, el Ejecutivo pidió que el sindicato deponga su actitud. No lo logró. Ahora aguarda que el Ministerio de Trabajo dicte una nueva conciliación obligatoria.

Es verdad que las ofertas del gobierno están lejos del índice inflacionario. Pero también que la dirigencia sindical actúa con intransigencia. Ya es momento de negociar sin la ciudad parada. Los guardavidas de UGA fueron más razonables: menearon la posibilidad de hacer un paro en pleno fin de semana y terminaron con un gesto de buena voluntad “para no sumar un conflicto más” a la temporada. Un dato: las diferencias salariales de los guardavidas con los empresarios de balnearios son casi las mismas que las que mantiene el Ejecutivo con el STM.

La obstinación sindical fue alimentada durante todo el año por Arroyo y Mourelle. El intendente y su secretario repitieron que los integrantes de la comisión directiva son un grupo de privilegiados que nunca trabajó y siempre cobró. Les quisieron sacar los códigos de descuento. Extirparon la bonificación docente y, en plena negociación, llevaron el expediente a la Justicia. Es difícil reclamar un gesto cuando se hizo todo para no lograrlo.

Vicente enfatiza en el otro costado. Busca que los municipales vean que ya hubo ocho propuestas y que el municipio paga todos los meses en término y con fondos propios. Pero, por los resultados de las gestiones, esta arista es para la cúpula sindical menos relevante que aquellas hostilidades.

Los concejales oficialistas, que no habían terciado en el conflicto, empezaron a hacerlo en los últimos días. Lo acordaron en una cena que sirvió además para recomponer relaciones personales. El anfitrión fue Alejandro Carrancio. Los comensales, Vilma Baragiola, Cristina Coria, Guillermo Arroyo, Guillermo Volponi y el secretario del Concejo, Juan Tonto. La mayoría son críticos del gobierno de Arroyo y no lo apoyan en su divague reeleccionista. Pero creen que esas diferencias pueden esperar. La prioridad para Mar del Plata, coinciden, es salir cuanto antes de la parálisis municipal.

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