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Arte y Espectáculos 23 de junio de 2017

“El corral”: una mirada al bullying desde el ángulo del thriller

Tras "La inocencia de la araña", Sebastián Caulier vuelve a proponer la mirada de un universo que los padres y docentes esquivan.

El cineasta formoseño Sebastián Caulier encuadra una historia de adolescentes que emprenden una aventura que empieza inocente y se desbarranca en “El corral”, su segundo largometraje, que tiene como escenario un colegio secundario provincial hace hace dos décadas.

Un muchacho de pocas palabras, delgado y rubio, que luce anteojitos y al que no le gusta ni ahí el fútbol sino escribir poemas, no puede ser menos que observado con atención por sus pares y a veces hasta hostigado por los docentes, en un colegio de provincias, de finales de los 90.

Eso es lo que le ocurre a Esteban, que al terminar las clases de Educación Física con un profesor que parece cabo sin uniforme, termina padeciendo el bullying.

Todo es rutina, sea en el aula o en la mesa familiar, una monotonía típica de padres que solo intercambian con sus hijos inquietudes llanas y ni por casualidad se les ocurre pensar que se trata de personas que están definiendo sus personalidades para el resto de sus vidas y sufren.

Sin embargo la cosa cambia con la llegada de un nuevo alumno, que parece más transgresor que el resto, que no acepta tan dócilmente las reglas, que hace dibujos corrosivos y que encuentra cierto costado empático con el chico lacónico, con el que finalmente hará yunta para concretar un plan.

Lo que parecía una simple explosión juvenil, un desafío al filo del riesgo, es también un asomarse al abismo oscuro del que seguro podría no salir bien parado, algo que a Caulier le sirve para armar un thriller intenso, donde suma observaciones y abre la discusión sobre un tema clave.

“La idea era precisamente mostrar como a este chico introvertido alguien lo convence de que puede salir de ese segundo plano sin imaginar que aquella amistad con la que uno puede hasta sentirse reflejado por su apuesta a la rebeldía, podría convertirse en una pesadilla”, dice Caulier durante una entrevista con Télam.

Egresado de la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica, autor de ‘Los extraños’, cortometraje de “Historias Breves V’, y hace seis años de ‘La inocencia de la araña’, donde proponía el peligroso juego macabro de dos niñas, vuelve a proponer la mirada de un universo que los padres y docentes esquivan.

– ¿Cómo surgió la idea de esta historia?

– Es un guión anterior al de mi primera película y el disparador inicial fueron algunos recuerdos que tenía del secundario, específicamente uno, el de un amigo mío al que cuando terminaban las clases de gimnasia y se iba en bicicleta lo corrían arrojándole piedras, y una vez lo hicieron hasta que se cayó, y por eso terminó como una escena de mi película. Anclé todas esas experiencias en un solo personaje y después apareció este chico nuevo que lo instiga a romper con el sistema de normas, del cual ambos son víctimas, pero lo abandoné por seis años. Lo volví a hacer desde cero tras mucho tiempo de maduración.

– ¿Siempre tuvo esa idea de arrancar como una comedia juvenil, una clásica historia de maduración, para convertirse en un thriller oscuro?

– Me gustan los juegos de tonos, proponer uno e instalarlo, que se sienta cómodo, para después traicionarlo poco a poco, una especie de trampa al espectador, donde lo divertido se vuelve turbio, hasta desembocar en un thriller intenso, algo que ya ejercité en “La inocencia…”, pero ahora más a fondo.

– ¿Cómo definiría el eje de la película?

– Toda la película habla del reconocimiento de los propios límites porque está en pleno proceso de crecimiento, no sabe quién es, por algo característico de la adolescencia que significa precisamente eso, vivir en esa especie de exilio de lo que fue la niñez, de ese país seguro que fue y de golpe no tener idea de dónde uno está parado, y en medio de esa turbulencia debe conocer cuales son sus límites, la concepción del bien y del mal.

– La familia, por mejor que fuera, y el colegio con sus aristas, no parecen compensar esas angustias y dar más fluidez a ese trayecto… Este punto genera discusión acerca del papel que juega la familia y el colegio como institución…

– El entorno no lo ayuda, y en algún caso va totalmente en contra, un mundo hostil, que lo ignora o no lo comprende, porque en su casa si bien lo quieren no cazan una, o ese otro entorno que lo ataca, un desamparo institucional muy grande. Eso pasa con la adolescencia incluso en escalas mucho más grande.

– ¿Más de observación que autorreferencial?

– Totalmente. Uno escribe de lo que vivió pero hay una gran dosis de ficción. La materia prima son las emociones, lo que uno conoce, Me resultaría difícil hacer una película acerca de María Antonieta… no se le complicó a Sofía Coppola porque tuvo una infancia que podía ser bastante análoga, a pesar de las épocas muy distintas. Las encrucijadas en las que uno mete a los personajes tienen mucho que ver con las propias. Son los colores que tengo para pintar más que hacer una catarsis.

– ¿Cómo fue el casting?

– Sabía que era una película de actores y todo el secreto estaba en la dupla protagonista, y acudí a María Laura Berch que es una directora de casting muy conocida especializada en niños y adolescentes, hablamos de la historia y mis ideas, y abrimos una convocatoria convencional, y fue mucho más rápido de lo que pensaba dar con Patricio Penna y Felipe Ramusio Mora.

– Un momento clave de la definición de todo…

– Fue como terminar de escribir el guión, decidir quién va a encarnar eso, y la película que uno tiene en la cabeza que uno imaginaba empieza a desaparecer. La elección de uno u otro actor puede reescribir un guión, sin mover una coma de lugar Y eso pasó cuando elegimos a Patricio, que era más caricaturesco que el original, que era más gris. Pasó lo mismo con Felipe, cuyo personaje era simplemente un psicópata frío y terminó con mayor dimensión, incluso más humano y frágil, autodestructivo, los dos víctimas de esa espiral de violencia en que se metieron.

– ¿Qué es lo que más te gusta de hacer cine?

– Lo más interesante de hacer una película no es que uno la tenga en la cabeza, que tiene que ser eso, y hay que bajarla a tierra firme como si existiera platónicamente en algún lugar que solo el director conoce, sino que se va encontrando en el camino, que surge de las cosas que van apareciendo, y eso es lo que más me gusta.



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