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Salud 9 de abril de 2016

El desafío del trastorno bipolar hoy es lograr la estabilidad con bienestar

El estigma sigue siendo una barrera para encontrar ese bienestar que afecta mayormente a la población juvenil. Es la sexta causa de discapacidad entre las enfermedades mentales.

Las personas con trastorno bipolar (TB) pueden tener una vida plena gracias a los avances de la ciencia de los últimos años, aunque hace falta seguir superando el estigma social sobre la enfermedad, para que el prejuicio no interfiera en el proceso de recuperación, coincidieron especialistas.
Ni más brillantes, ni más creativos, ni de mal carácter, ni gritones o agresivos o maltratadores, los bipolares son personas con un trastorno que les causa una gran padecimiento, del que sin embargo hoy pueden salir con éxito.
“Dejar de llamarlo enfermedad maníaco depresiva para terminar con el estigma no fue muy acertado porque alimentó otra idea errónea: la de la polaridad, que no es tal”, dijo a Télam Sergio Strejilevisch, presidente de la Sociedad Internacional de Trastornos Bipolares (ISBD, por sus siglas en inglés) de Argentina, y profesor de Salud Mental y Psiquiatría de la Universidad Favaloro.
A pesar de la carga que arrastra por ser un padecimiento psiquiátrico y la simplificación del concepto que hace pensar erróneamente que la persona pasa de igual manera de la depresión a la euforia, “hoy se sabe mejor cómo funcionan los medicamentos y qué tratamiento es el más indicado para cada paciente”, sostuvo el jefe médico de la Fundación Favaloro.
Estos avances en el diagnóstico y tratamiento del TB dan como resultado que un porcentaje mayor de personas lleguen a obtener “una mejor calidad de vida y una recuperación funcional plena”, aseguró el médico especializado en salud mental, que aclaró que para lograrlo “hoy la atención se complementa con psicoeducación y psicoterapias”.
“El cerebro -explicó Strejilevich- tiene como cualidad poder fluctuar en cuestiones como el ánimo y el humor para así adaptarse a factores estresantes del ambiente o del mismo organismo”.
En el TB “se produce una falla de esos mecanismos”, informó el especialista que estimó que “hoy se sabe con más precisión cuál es el efecto del litio en ese mecanismo, qué dosis prescribir en cada caso, lo que permite un control más eficaz del proceso de recuperación funcional del paciente”.
El trastorno bipolar fue un nombre “políticamente correcto” que buscó contrarrestar el estigma sobre la enfermedad que hasta los años ’70 se llamó “psicosis maníaco depresiva”, recordó el presidente de ISBD en Argentina.
“Pero ese nombre hoy lo consideramos un poco desacertado porque lo bipolar remite al concepto erróneo de que hay dos polos el maníaco y el depresivo. Es decir, un pasaje de la depresión a la euforia, presentados como dos equivalentes”, estimó.
En realidad, señaló, “la mayor parte de las personas con TB experimenta estados más depresivos que maníacos, y en muchos casos mixtos; o sea, episodios en donde se presentan simultáneamente síntomas de manía y depresión”.
Además, en el TB lo maníaco no necesariamente se presenta con los altos niveles de actividad propios de la euforia, sino con alteraciones del sueño, pensamientos descontrolados, e irritabilidad y también con episodios mixtos, es decir con componentes depresivos, lo que configura un verdadero padecimiento.
Carlos Vinacour, presidente de la Fundación de Bipolares de Argentina (Fubipa) que tiene 17 sedes a lo largo del país, consideró que las personas con TB han sido estigmatizadas como “esas personalidades brillantes pero maltratadoras y agresivas. Muy sobresalientes en sus rasgos pero a la vez intratables. Ni una cosa ni la otra”.
“El TB es por sobre todas las cosas un problema grave que que hay que enfrentar, que se puede con él y que el logro de hoy para los que tratamos la enfermedad no termina cuando se lograr estabilizar las fluctuaciones del ánimo”, añadió Vinacour.
El titular de Fubipa explicó que “nuestro objetivo tiene que ver con lograr bienestar, que es más que sólo la estabilidad que consiguen los medicamentos; es también integración a la vida familiar y social, lo que para una persona con TB termina siendo vital ya que uno de los rasgos que lo definen es la autoexclusión”, precisó.
Se trata, añadió Vinacour, “de convertirse en el propio gerenciador de la construcción de ese bienestar, a través del manejo de cuestiones como anticiparse a una crisis, evitar riesgos, optimizar las condiciones para vivir bien”.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el TB es la sexta causa de discapacidad entre las enfermedades mentales, y por esa razón en estos últimos años se han centrado los esfuerzos no solo en evitar los episodios sino en recuperar la funcionalidad plena de las personas con este diagnóstico.
Con una prevalencia a nivel mundial del 4 por ciento, el estigma sigue siendo una barrera para encontrar ese bienestar que afecta mayormente a la población juvenil, detectándose entre los 17 y los 22 años.