Policiales

El desahogo de la familia Ibáñez tras la muerte de uno de los secuestradores

Por primera vez en más de una década, y luego del fallecimiento de Roberto Acerbi en el marco de un caso sospechoso de coronavirus en Villa Gesell, la hermana de Guillermo Ibáñez rompe el silencio. Testimonio exclusivo de LA CAPITAL a casi 30 años del caso.

Por Bruno Verdenelli

verdenelli@lacapitalmdq.com.ar

Dicen los especialistas que una familia que sufrió el secuestro de uno de sus miembros jamás vuelve a vivir en paz. Pero sobre todo, lo ratifican las propias víctimas o sus allegados. Más aún cuando se trata de casos que terminan con el peor de los finales.

Sin embargo, también es verdad que llegan momentos en que los integrantes de un grupo afectado por semejantes hechos delictivos no aguantan más. Necesitan desahogarse. Liberarse. Porque la situación en general estará, una vez ocurrido el secuestro y para siempre, vinculada en forma directa a la libertad, ese derecho intransigente del que gozan o debieran gozar todos los seres inocentes.

Mar del Plata ha sido escenario de múltiples episodios de este tipo, pero ninguno fue ni será tan emblemático como el de Guillermo Ibáñez.

El próximo 6 de julio se cumplirán 30 años de aquel tormentoso hecho que conmocionó a la ciudad y al país. Casi en simultáneo, se conoció la semana pasada la noticia de la muerte de Roberto Acerbi, uno de los secuestradores y asesinos de Ibáñez en Villa Gesell, bajo la sospecha de que había contraído coronavirus.

Al parecer, Acerbi vivía solo en la vecina localidad y una vez que se supo de su fallecimiento pasaron varios días hasta que fue identificado, ya que nadie se presentó a retirar el cadáver.

Ambos acontecimientos hacen que la familia Ibáñez vuelva a sentir en carne viva el dolor. Y por eso eso es que Alicia, hija del poderoso sindicalista Diego Ibáñez, y hermana de Guillermo, decidió hablar con LA CAPITAL tras más de una década en silencio.

-¿Qué sintió la familia al enterarse de la muerte de Acerbi en un presunto caso de coronavirus positivo?

-Fue impactante. No sé si nos alegró, jamás pensamos en la venganza. Eso nos lo enseñó mi papá desde el primer día. El nos dijo: “Su peor condena va a ser vivir”. La pena de muerte era que sigan vivos. Creo que lo mató la culpa. Pero esta gente es muy cruel y arrogante, yo por suerte no crucé a ninguno cuando salieron, pero otros familiares sí. De los que participaron en el secuestro siguen vivos Molina y Pascual; los demás, Ausqui y ahora Acerbi murieron (ver abajo). Pero vivieron escondidos como ratas desde que dejaron la cárcel.

– Daniela, la hija de Guillermo, era muy chica cuando ocurrió el secuestro y el crimen de su padre. ¿Cuando se enteró de esto cómo lo tomó?

– Daniela se preocupó por nosotros, por su abuela, por mí. Sabe que nos afecta. A ella también, porque no es fácil. A toda la familia, a mis hijos. Pero algunos de ellos no lo conocieron a Guillermo. El mayor sí, porque tenía la misma edad de Diego, mi sobrino (fallecido en un accidente en 2009). Cuando llega esta época todo eso vuelve. Los 21 días de encierro que pasamos, todo lo que ocurrió después… Fue atroz.

***

La historia de la familia Ibáñez puede dividirse en dos: la primera parte llegó hasta 1990, cuando Diego Ibáñez -titular del gremio de los trabajadores petroleros y uno de los hombres fuertes que había estado detenido durante la dictadura militar- era uno de los sindicalistas más poderosos del país, de llegada directa y amistosa con el entonces presidente Carlos Saúl Menem y su vice, Eduardo Duhalde. La segunda, en tanto, comenzó el 6 de julio de aquel año con el secuestro y el crimen de Guillermo, el mayor de sus hijos, que tenía 28 años y fue enterrado vivo por los captores.

Los tiempos que siguieron quedaron signados por la tragedia: a toda esa pesadilla se sumó la muerte del propio Diego en un accidente ocurrido en la ruta 29 en 1995, y el fallecimiento de Diego (el nieto del sindicalista, hijo de Guillermo) arrollado por un tren en Capital Federal a mediados de 2009. Antes, en 2006, los secuestradores condenados a perpetua en 1991 habían recuperado su libertad, beneficiados por la “ley del 2×1”.

– ¿La muerte de Acerbi y la cercanía con el 30º aniversario del caso hizo que en el seno familiar se volviera a hablar del tema?

– No, porque la familia convive con eso todo el tiempo. Siempre se habla, porque Guillermo está presente. No necesita de estas cosas para estar. Mi mamá sigue viva y va todos los días al cementerio. Lo único que la alejó del cementerio fue esta cuarentena que hay que hacer por la pandemia. Tiene 83 años y debe cuidarse. Pero para ella su hijo vive, lo tiene presente todo el tiempo. Hace un duelo permanente.

– En aquel momento cuando el caso conmovió al país, e incluso luego también, se habló de que el secuestro y el crimen de Guillermo habían golpeado directamente al poder político argentino. Ahora, tantos años después, ¿se comunicó algún dirigente con ustedes?

– La gente apoya, los amigos, los que estuvieron siempre… Dirigentes políticos llamó uno solo, Juan Carlos Crespi, del sindicato donde estaba mi papá. He tenido encuentros esporádicos con algunos de ellos para pedir justicia, pero la gente es desmemoriada.

– ¿Eso ocurrió a pesar de que Menem y Duhalde vinieron a Mar del Plata para el velorio y el entierro de Guillermo? ¿Después no se comunicaron más desde los gobiernos siguientes con ustedes?

– Los políticos nos dejaron solos cuando murió mi papá. El contacto con la política era de él, por su propio peso. Puedo contar con los dedos las personas que nos ayudaron. Hasta el año 2010 tuvimos amenazas de muerte, con eso le digo todo… Cuando los secuestradores salieron de la cárcel pedimos una entrevista con Néstor Kirchner, al que él conocía desde que era intendente, y no nos recibió. Fuimos a la Casa Rosada y nos recibió Oscar Parrilli.

Los autores

Los autores del secuestro de Guillermo Ibáñez fueron Roberto Acerbi, Juan Carlos Molina (sobrino político de la tía materna de Ibáñez) y Néstor Ausqui, condenados a perpetua en 1991. También participó del hecho Carmen Pascual, esposa del último, sentenciada a 9 años de prisión.

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