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Observatorio del Paisaje 12 de diciembre de 2023

El Elogio de la Lentitud

Por una Mar del Plata con barrios residenciales más habitables

El predio que corta la trama urbana del barrio Aeroparque visto desde la avenida Della Paolera.

Por Nico Antoniucci
Por Nico Antoniucci

En la vorágine de la vida moderna, donde la prisa parece ser la norma, surge un elogio a la lentitud como un llamado a la reflexión y la conexión. Abrazar el ritmo pausado del tiempo no es solo una invitación a desacelerar, sino una búsqueda consciente de la riqueza que se esconde en cada momento. Descubramos juntos la belleza de la lentitud, donde el valor no yace en la rapidez, sino en la profundidad de la experiencia y la plenitud de vivir cada instante con autenticidad.

¿No les parece que la vida se nos va muy rápidamente? ¿Que la arena se nos está escurriendo entre los dedos?
Fontanarrosa, a través de un dialogo humorístico entre sus entrañables personajes Mendieta e Inodoro Pereyra, en el que uno consultaba al otro como hacer para vivir eternamente,; y el otro responde: aburriéndose. Claro, nadie quiere aburrirse pero en la vida hay que encontrar el equilibrio entre la tranquilidad y el entretenimiento. Y aquí el tema nos lleva a cómo están pensadas las ciudades para lograr una buena calidad de vida a través de sus espacios públicos y áreas comunes. Como la movilidad urbana puede ser un arma de doble filo cuando lo único que busca es atravesar las barriadas a tontas y locas sin una planificación consensuada.

En el corazón de nuestras ciudades, los barrios palpitan con un encanto particular, una cadencia que parece seguir su propio ritmo. En un mundo obsesionado con la velocidad y la eficiencia, los barrios residenciales ofrecen ese refugio de tranquilidad. Este ritmo lento, lejos de ser un estancamiento, es un tesoro que merece ser valorizado y celebrado.

Los barrios, con sus calles de tránsito lento y sus edificaciones de arquitectura baja y arboleda envolvente nos invitan a sumergirnos en un ritmo que se aleja de las prisas y el estruendo de las áreas urbanas más congestionadas. Aquí, el vaivén de la vida diaria adopta una compás propio, marcado por los pequeños comercios locales, los encuentros casuales en la plaza y los micro eventos comunitarios que tejen la red social de estos vecindarios, como puede ser el que se da al barrer la vereda, sacar la basura o cortar el césped .

En contraste con la vorágine del tráfico lento que caracteriza a las zonas más densamente pobladas, el ritmo lento de los barrios es una elección consciente de priorizar la calidad sobre la velocidad. Las conversaciones en las bancas de los parques, la contemplación de vidrieras en los locales comerciales y los paseos sin rumbo fijo por las calles semi vacías donde unos pibes juegan al basquet y otros improvisan un picadito. Estos paseos se convierten en rituales que definen la esencia misma de la vida barrial.

Valorizar el ritmo lento de los barrios implica reconocer la importancia de la pausa, la reflexión y la conexión humana en medio del bullicio urbano. No es simplemente una nostalgia por el pasado, sino una apreciación consciente de la singularidad que estos lugares aportan al tejido de la ciudad. La modernización no debería borrar esta cadencia, sino encontrar maneras de incorporarla en el desarrollo futuro, respetando y preservando la identidad de cada barrio.

Los planificadores urbanos y los residentes tienen la responsabilidad de proteger y promover este ritmo lento, asegurando que las nuevas infraestructuras y proyectos de desarrollo respeten la esencia única de cada barrio. La revitalización no debe significar la pérdida de la autenticidad, sino más bien la preservación y realce de la cadencia tranquila que hace que estos lugares sean especiales.

En resumen, el ritmo lento de los barrios es un recordatorio valioso en nuestra vida diaria acelerada. Celebrar y preservar esta cadencia es no solo una cuestión de conservación cultural, sino una apuesta por una vida urbana más humana, conectada y rica en experiencias. En un mundo que a menudo parece correr desbocado, los barrios nos ofrecen la melodía serena que puede inspirarnos a desacelerar y apreciar el valor del tiempo bien empleado.

Este es un llamado a los responsables de la movilidad urbana de las ciudades: miren hacia el futuro. El futuro nos pide ciudades con movilidad ágil pero con barrios lentos, seguros al tráfico y con mucha gente en sus calles y cada vez menos autos.



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