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Policiales 18 de agosto de 2018

El encargado infiel de un campo al que la conciencia lo venció

El episodio mínimo en un campo cercano a Vivoratá reveló que las traiciones y deslealtades suelen ejecutarse con éxito hasta que la conciencia empieza a gravitar. Un caso resuelto.

Los policías mientras se preparaban para los allanamientos ordenados por el ayudante fiscal Diego Benedetti.

Por Fernando del Rio

@Ferdelrio22 

Hablar de una analogía con “Corazón Delator” sería un irrespetuoso exceso, aun cuando el relato de Poe trasciende las categorías y propone conocer como opera la conciencia en cualquier persona. Insistir en la comparación sería tan solo un acto de vanidad en las formas de contar y podría distraer el fondo de la cuestión: lo que sucedió en una estancia próxima a Nahuel Ruca, solo 40 kilómetros de Mar del Plata.

La deslealtad de un empleado resulta ser el centro de la historia que llegó a los Tribunales de esta ciudad pero que ya cobró estado de “resuelto” en las anotaciones de los investigadores, aunque falten conocerse algunos detalles.

Todo se inició el 7 de agosto pasado cuando el joven de 22 años, empleado versátil del establecimiento rural Los Naranjos, se dirigió a la policía del Comando de Prevención Rural de Mar Chiquita y narró con absoluto convencimiento que había salido del campo el fin de semana para pasar tiempo en su casa de Vivoratá y al regresar notó que alguien había entrado a robar. Que se habían llevado herramientas de trabajo, principalmente.

Su relato fue categórico en momentos de indecisión e incluso agregó detalles como que la noche previa había visto algunas luces en la oscuridad de la estancia. En otros tiempos podrían esos fulgores haber sido atribuidos a otros mundos, pero el empleado de 22 años aseguró que eran cazadores furtivos o merodeadores.

También se mostró audaz al asumir el rol de investigador y llegar a la conclusión que el ladrón debía conocer las instalaciones porque no había ninguna cerradura forzada en los galpones y dependencias de depósito de herramientas. Al enterarse de lo ocurrido, el propietario del establecimiento rural se acercó al lugar un par de días más tarde y se dirigió al casco de la estancia, donde tiene su residencia ocasional. Entró a la casa -que no había sido mencionada entre las instalaciones recorridas y depredadas por el ladrón- y notó una puerta interior destrozada. Luego, constató que faltaban 4 escopetas, una mira telescópica y municiones.

Esa situación causó extrañeza en el hacendado, ya que para ganar el interior de la casa había un truco de seguridad que conocía él y el empleado: había que pasar la mano por un hueco casi oculto y recién desde allí se destrababa la puerta. Como no había roturas, salvo la de adentro, las sospechas se incrementaron.

Entonces la policía se dirigió al campo para efectuar una inspección ocular, junto al dueño y al encargado del campo. También estaba allí el empleado denunciante. Cuando el procedimiento se iba a cumplimentar, el empleado no soportó la presión. “Patrón, me la mandé. Las demás cosas la tiene el otro”, dijo y mencionó a un ex empleado que solía ir a la estancia pese a ya no trabajar más.

Vencido por su conciencia, el joven infiel fue hasta su habitación, emplazada debajo de un tanque de agua, y sacó de allí una escopeta Winchester. También algunas moladoras y otras de las herramientas faltantes.

El ayudante fiscal Diego Benedetti solicitó allanamientos para la casa del empleado, para otra dependencia del campo y para la casa del ex empleado señalado por el joven. Nada más se logró recuperar y las sospechas de hacia dónde fueron las armas y las demás herramientars son solo eso, sospechas.

El empleado de 22 años fue primero detenido por los delitos de robo agravado y falsa denuncia. Ganó su libertad por esas cuestiones del Código Penal. Pero perdió su trabajo. Y algo más importante: que ahora en el pueblo lo conocen un poco mejor.



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