Por Marcelo Solari

SANTIAGO DE CHILE – Resulta evidente que en cualquier megaevento del calibre de Juegos Olímpicos, Mundiales o, como en este caso, Juegos Panamericanos, el aspecto deportivo es central, lo más importante y lo que requiere la atención primordial.

Sin embargo, es muy importante también intentar reflejar y describir el contexto, la situación social, la geografía y tantos otros aspectos vinculados, directa o indirectamente, con el acontecimiento deportivo en cuestión.

Y está claro que pueden encontrarse ciertas sorpresas en el camino. Por caso, la de la propia opinión pública chilena, reflejada en los medios de este país que siguieron con gran atención las elecciones generales en Argentina del último domingo. La mayoría de los chilenos estaba convencida del triunfo de Javier Milei, por lo cual, a partir de la victoria de Sergio Massa, todavía muchos intentan explicar qué sucedió.

Al margen de esa consideración, una de las mejores cosas que suceden en este tipo de competencias globales, es la interacción con los colegas de otros países. Por una cuestión de cercanía, afinidad, conocimiento o amistad, es obvio que suelen formarse grupitos de periodistas del mismo país -o incluso de la misma ciudad- para organizar tareas, intercambiar información o dividirse viajes a subsedes.

Pero más allá de lo estrictamente laboral, resulta muy enriquecedor cambiar impresiones con deportistas, turistas y periodistas de las naciones participantes. Más de 1800 acreditados de la mayor parte de los 41 países del continente que han presentado atletas en Santiago 2023 lógicamente propician diálogos de toda clase, incluso en algún caso con cierta dosis de dificultad (y hasta gracioso) a causa de la barrera idiomática.

De todas maneras, el nuestro es el idioma dominante, y no es casual estrechar lazos especialmente con enviados de medios peruanos, uruguayos y, por supuesto, los anfitriones.

Y de esos jugosos y divertidos intercambios, se terminan descubriendo muchas más coincidencias que diferencias (teléfono para la tan mentada y perjudicial grieta nacional) relacionadas con lo cultural, el humor o la manera de vivir y sentir el deporte.

En esas conversaciones informales, a cada paso se confirma -ni falta que hacía pero bien vale reafirmarlo- la admiración unánime e incondicional por Lionel Messi.

Precisamente en uno de los pocos megaeventos en que el fútbol resigna su habitual protagonismo (también sucede en los Juegos Olímpicos), la figura del mejor del mundo aparece con frecuencia en las charlas.

Bastante cerca (a un kilómetro y medio) de uno de los hoteles asociados a la organización de los Juegos en los que se alojan este enviado y numerosos periodistas del continente, se encuentra el Sheraton Hotel Providencia. Allí están ubicadas las autoridades, personalidades e invitados especiales más importantes. Lo que se dice verdaderamente VIP’s.

Entonces, recorriendo las instalaciones del lobby o el café, es frecuente cruzarse con el presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach, el titular de Panam Sports, el empresario y dirigente chileno Neven Ilic, o los célebres atletas Serguei Bubka (ucraniano campeón olímpico y múltiple campeón mundial, poseedor por años del récord ecuménico de salto con garrocha), Javier Sotomayor (cubano, desde 1992 y hasta la fecha, poseedor del récord mundial de salto en alto), y los no menos impresionantes estadounidenses Carl Lewis (ganador de 10 medallas olímpicas, 9 de ellas de oro), Mike Powell (desde 1991 posee el récord mundial en salto en largo), y Félix Sánchez (el mejor atleta dominicano de la historia, especialista en 400 metros con vallas) o el luchador cubano Mijain López, cinco veces campeón mundial y cuatro veces oro olímpico).