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La Ciudad 1 de abril de 2019

El estado de las calles en los barrios agudiza los reclamos

El panorama empeora después de cada lluvia. Sin granza y con baches en los que se quedan hasta los colectivos, hay quienes invierten fondos propios para acondicionar los caminos.

Una máquina vial recorre una de las calles de Parque Independencia cargando los escombros que minutos atrás estaban cuidadosamente apilados en la casa de Osvaldo. Su conductor recibe las órdenes que el propio Osvaldo le imparte a lo lejos, desde un montículo de tierra seca y con su hijo de tres años en brazos, al resguardo de las caídas que le podrían provocar una calle desnivelada. El hombre, que hace más de cinco años vive en el sur de la ciudad, señala con su mano libre el destino de esos escombros: un sector donde el barro parece no secar nunca.

Al igual que otros vecinos de Mar del Plata, Osvaldo decidió poner plata de su bolsillo para acondicionar parte del camino que diariamente debe recorrer para llegar a su vivienda y que, asegura, no se arregla “desde hace años”. La escena antes descripta se repite hasta completar unos 30 metros.

Un tema recurrente

El reclamo por el estado de las calles en los barrios fue sin duda uno de los temas más controversiales desde iniciada la gestión de Carlos Arroyo. Si bien desde el Ente de Vialidad y Alumbrado destacan la realización de trabajos de re-engranzado en los barrios, muchas fueron las manifestaciones que tuvieron lugar en los últimos cuatro años.

Todavía se recuerda una en particular, que evidenció el hartazgo generalizado: vecinos de Los Acantilados, Playa Serena, San Jacinto y Nuevo Golf, en julio de 2017, cansados de no ser escuchados, llenaron el hall de la Municipalidad -y el ingreso al despacho del intendente- con barro. También colocaron sus botas arruinadas y los carteles que, en otras protestas, habían llevado sobre sus cabezas con la esperanza de encontrar soluciones.

Y para peor, llovió…

A más de una semana de que se anunciara un plan intensivo de bacheo en distintos puntos de la ciudad (ver aparte), las fuertes lluvias del mes y el cansancio reavivaron una de las demandas que los vecinos insisten en calificar como insatisfechas.

Con fotos, videos y hasta copias de las denuncias hechas en diferentes áreas municipales, los afectados por la falta de obras recurren a los medios y las redes sociales para exigir una respuesta. A veces también suman a las “pruebas” las facturas, siempre costosas, de los arreglos vehiculares.

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“Por suerte yo puedo pagar un flete para que venga y me coloque estos escombros acá. Y lo hago para que la combi que viene a buscar a los nenes para ir al colegio pueda pasar, pero no debería ser así. Un día de lluvia, acá en el barrio, no entra ni la ambulancia ni la combi ni un remís”, cuenta Osvaldo, mientras describe el escenario con el que se enfrentan quienes pretenden caminar la calle Fragata Sarmiento -la principal del barrio Parque Independencia- hasta Edison, donde está la parada de colectivo más cercana. “Si llueve esto es un río; si no, un barrial”, grafica.

“Nada cambió”

Hace dos años LA CAPITAL recorrió el mismo barrio y la imagen de hombres y mujeres cambiándose en la avenida un par de zapatillas embarrado por otro en mejor estado se repitió varias veces. Hoy, Alicia, otra de las vecinas del barrio, asegura que “nada cambió”.

“Estamos cansados de pedir soluciones. A los microbasurales que se generan en algunas esquinas se suman las calles en mal estado y, desde hace algunas semanas, la falta de alumbrado, que termina aumentando la inseguridad en el barrio”, cuenta. Un niño con guardapolvo blanco y mochila más grande que él saluda al ver una cámara de fotos y se dirige a la parada de colectivo. A unos metros, un cachorro sacia su sed con el agua que quedó estancada de la última lluvia.

Sin responsables

La escena se repite en cuanto barrio se visite. La viralización de un video en el que se ve cómo un colectivo cae dentro de un profundo bache en la parada de García Lorca y Rafael del Riego (barrio San Martín), evidencia que ni los vehículos “grandes” pueden salir ilesos.

En una recorrida azarosa, LA CAPITAL se topó con Paola, una vecina del barrio Colina Peralta Ramos, que desde 2018 emprendió un derrotero sin fin por áreas municipales con un simple objetivo: que arreglen las calles de su barrio.

Pero a decir verdad, estacionar frente a su casa -Aguado al 3000- fue una acción obligada: a unas tres cuadras de Fortunato de la Plaza, el recorrido que ya de por sí mostraba importantes indicios de abandono (los pozos hacen que los vehículos transiten “a los saltos”), se interrumpe por las profundas rajaduras en la calle que impiden, incluso, el paso a pie.

“Desde 2018 que estoy recorriendo oficinas de la Municipalidad y nadie me da una respuesta, nadie se hace responsable. Me mandan al Emvial, de ahí a la Delegación del Puerto o a Mejora de Calles. Me dicen que no hay plata, que antes había tres máquinas y ahora solo una y con una pala rota”, cuenta y asegura que varios vecinos de la zona juntaron firmas para hacer trabajos de pavimento mediante aportes propios. “No tuvimos ninguna respuesta por ese tema”, dice.

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Anécdotas y carteles

En la conversación aparecen también las anécdotas: que el vecino de enfrente ya tuvo que arreglar varias veces el auto, que el de ella lo tuvo que mandar al taller a meses de haberlo comprado – costándole el arreglo $18.0000-, que la reja la tuvo que cambiar por la cantidad de vehículos que se la chocaron al intentar subir a la única trotadora disponible para pegar la vuelta y evitar la esquina con pozos. También cuenta que cuando llueve el agua corre como río abajo. “Si no se hace una obra más integral, todo arreglo que se haga con una simple máquina va a terminar arruinado nuevamente por la fuerza con la que corre el agua”, explica. Pérdida de plata, tiempo y recursos.

Días atrás, los vecinos cortaron las calles con carteles que contenían consignas como: “Vecinos cortan la calle” y “Cansados de no tener respuestas”. Las respuestas aún no llegan.

Peripecias vecinales

La lluvia es, para muchos barrios de la ciudad, la peor enemiga. Es que no hacen falta grandes tormentas para que las calles comiencen a anegarse y que salir de las respectivas viviendas -o llegar a ellas- se convierta en tarea imposible.

Alicia, del barrio Félix U. Camet, cuenta que el pasado 13 de marzo -un día de lluvia cualquiera, sin alerta meteorológico- tuvo que llamar una ambulancia para que la vengan a buscar, pero la misma no quiso entrar por miedo a quedar “enterrada”. No hace falta ni intentarlo, ella misma asegura que con solo observar el estado de los caminos cualquier conductor puede advertir que el tránsito es prácticamente inviable.

“Arreglaron siete calles del barrio, pero muchas no tuvieron arreglo. Todos los días salir de casa implica romper el auto porque caminando es imposible”, explicó.

Lo mismo dice Néstor, también de Félix U. Camet, y agrega: “Una vergüenza las calles y las veredas”. En las imágenes que comparte solo se ve barro.

Si bien los barrios periféricos son los más afectados cada vez que la lluvia comienza a caer, las zonas céntricas no están exentas de pozos, veredas rotas y anegamientos transitorios cada vez que llueve.

Por la calle Yrigoyen, desde San Lorenzo hasta Alberti, ya es habitual que tras una lluvia intensa de diez minutos el agua supere el nivel de las ruedas de los autos e impida la normal circulación por la zona. Lo mismo ocurre en algunas calles de la zona de la Vieja Terminal.

El estado de las veredas es también otro de los grandes inconvenientes para los vecinos de Mar del Plata y Batán.

Las veredas de plaza San Martín y cercanas a la Catedral, por ejemplo, pasaron a ser el terror de los distraídos y jubilados. “Imposible pasar”, reza el epígrafe de una vereda rota a dos cuadras de la Municipalidad. El reclamo se repite y agudiza. Las respuestas concretas no llegan.