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Arte y Espectáculos 11 de noviembre de 2019

El Festival de Cine volvió a cuestionar la impronta sexista de la industria

Tal como se realizó el año pasado, el Foro de Cine y Perspectiva de Género reunió a seis expositoras de diversas trayectorias que reflexionaron sobre los roles de varones y mujeres en el cine. La necesidad de repensar nuevos modos de narrar.

Barrionuevo, Carri, Duarte, Faur, Dlugi, Escobar y Menkes.

Hubo consenso: las expositoras del segundo Foro de Cine y Perspectiva de Género, realizado en el 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, coincidieron en el diagnóstico. Un viejo ecosistema cinematográfico se resquebraja y, en tiempos de militancia feminista y de movimientos como Ni una menos o Me Too, nace la necesidad de repensar nuevos modos de narrar, que borren las históricas desigualdades entre hombres y mujeres en el interior de la industria y en las historias que afloran en la pantalla grande.

Moderado por Analía Barrionuevo, académica de la Universidad de Córdoba, el foro contó con la participación de la cineasta Albertina Carri, de la periodista y crítica de cine Catalina Dlugi, de la actriz brasileña Carol Duarte, de la socióloga Eleonor Faur, de la actriz trans Romina Escobar (conocida por su participación en la tira Pequeña Victoria) y de la cineasta estadounidense Nina Menkes, una de las invitadas especiales de esta muestra.

Cada exposición, pensada desde la trayectoria de estas cinco mujeres que provienen de zonas del cine heterogéneas, fue seguida con interés por el público presente, la mayoría mujeres. Al promediar el foro, las participantes protagonizaron un pañuelazo a favor de la despenalización del aborto, al igual que se realizó el año pasado.

“Cineastas ladillas”

Literaria y disruptiva, Carri instó a las nuevas cineastas a romper con el paradigma capitalista que impone películas de entretenimiento con una lógica heterosexual.

“Podemos hacer cine caro o cine pobre, cine de autora o cine comercial, podemos hacer cine experimental, clásico o para niñes, podemos hacer cine de género, trans, queer, de animación, de ensayo; podemos hacer el cine que queramos porque una de las potencias más unívocas que tiene este lenguaje es su apertura y su capacidad de mutación, pero hagamos el cine que hagamos, las invito a ser cineastas ladillas”, leyó en su intervención.

La metáfora de la ladilla -ese “insecto incómodo que se nutre del vello púbico y que casi siempre su presencia y su existencia está relacionada a lo adúltero”, describió- le sirvió a la directora de “Las hijas del fuego” para señalar el rol de una cineasta mujer en el presente: incomodar, romper con lo que llamó “las formas estables” y adormecidas de hacer cine.

Según sus palabras, el desafío es “crear nuevos textos cinematográficos que no sean condescendientes a ese fascismo capitalista que sigue diseñando rutas y caminos para que circulen unes poques elegides bien desinfectades de ladillas y otros goces”.

En ese sentido, invitó a que “seamos con nuestras cámaras esos parásitos anti-bíblicos que exhiben todo el terror anal y moral con el que el capitalismo intenta educarnos productives y autómatas, higiénicas y en silencio”.

“Diseño de planos”

“Tengo una repulsión por ciertas formas de filmar que evidentemente no todos tienen”, se sinceró la estadounidense Nina Menkes. Docente de cine en su país, llamó la atención sobre los modos sexistas que reproduce el cine en casi todas las películas, incluso en las “supuestas obras maestras” del séptimo arte.

A través de un cortometraje de apenas cuatro minutos -un material que exhibe a sus estudiantes- mostró la desigualdad al momento de retratar a varones y a mujeres.

Ellas aparecen cosificadas, con sus cuerpos fragmentados en la gran mayoría de las veces y en cámara lenta, incluso la iluminación es más pobre cuando de mujeres se trata. “Los hombres aparecen iluminados en 3D, mientras que a las mujeres se las ilumina de manera más chata, en 2D”, observó.

“Yo me pregunto cómo se siente una estudiante de cine mujer cuando ve las supuestas obras maestras -dijo-. No solo enseñan a los hombres a mirarnos de cierta forma sino que nos enseñan a nosotras mismas a mirarnos de esa forma” sexista, apuntó la directora. “Lo llamo lavado de cerebro, las mujeres tenemos que salir de ese lavado de cerebro”.

Para empezar a desterrar estos abordajes, pidió a las nuevas generaciones de directoras y directores que pongan especial atención en el “diseño de los planos” que incluya recorridos más personales y menos estereotipados. “Se ha dicho que mis películas son feministas, yo creo que lo son, aunque no es mi intención. Cuando las hago solo expreso mis experiencias”, aclaró.

“Excepcionales”

A su turno, la periodista, crítica y editora Catalina Dlugi hizo un repaso por las viejas actrices argentinas que lograron fabricar una popularidad en la audiencia de antaño.

“Niní, Zully, Mecha, Coca y Tita”, las mencionó. “Se autocrearon poderosas, ustedes saben de quienes estoy hablando” sin necesidad de mencionar sus apellidos.

“Niní Marshall creaba su propio vestuario, escribía sus guiones, fue la única que tuvo contrato con dos empresas distintas, permitió que las clases populares pudieran ser protagonistas en el cine”.

“Zully Moreno pudo haber sido una estrella internacional, tuvo ofertas de Europa, pero abandonó en plena juventud”.

“Mecha Ortiz era de las malas, se la llamó la Greta Garbo del cine argentino, hizo el primer filme erótico, era una mujer que invitaba a las pasiones más salvajes, aunque en los argumentos sus personajes eran siempre abandonados y sufrían muchísimo”.

“Coca Sarli fue empresaria y socia creativa de Armando Bo. Tita Merello fue analfabeta hasta los 19 años, vivió en un orfanato, se impuso como una cantante y actriz dramática única y dedicó muchos años de su vida a la salud del cuerpo de las mujeres, las mandaba a hacerse el Papanicolau”, indicó, según los datos que expuso en el libro “Mujeres, cámara, acción. Empoderamiento y feminismo en el cine argentino”, escrito en coautoría junto a Rolando Gallego.

Calificó como “excepcionales” a esas actrices y puso énfasis en ese adjetivo: “Recuerden esa palabra, excepcionales, eso se les exigió para poder sobresalir”.

“Ellas tenían popularidad, eran atractivas para al público, algo que no se repitió, porque si bien hoy hay enormes actrices, todavía no tenemos mujeres que la industria haya bendecido como para decir ‘Vamos a ver una película de Francella o de Darín’, eso se perdió”.

No obstante, celebró los cambios que se producen en el interior de la industria: por ejemplo que haya una gran cantidad de películas realizadas por mujeres en esta nueva edición del Festival de Cine. “Es un tiempo irreversible, nunca más vamos a ir para atrás”, observó.

“Narrativa masculina”

La actriz brasileña Carol Duarte, protagonista de “A vida invisivel”, de Karim Ainouz, llegó al foro con datos concretos que revelan la desigualdad. “El 17% de las películas europeas realizadas en 2017 fueron dirigidas por mujeres”.

“Según datos de la Universidad de Río de Janeiro, en Brasil las películas más taquilleras entre 2012 y 2014 no tuvieron ninguna protagonista mujer negra”, agregó.

Y amplió: “Las mujeres negras en Brasil ocupan solo el 5% de los roles en las películas, las mujeres blancas un 35%, los hombres blancos alcanzan un 55% y los hombre negros apenas un 15%. No hay hasta hoy películas con mujeres negras como protagonistas, aunque el cuerpo de la mujer negra es más erotizado y más violentado”.

Indicó, a su vez, la preponderancia de una “narrativa masculina” en el cine, un aspecto que no suele replicarse en el teatro, disciplina en la que también tiene un amplio recorrido.

“Pedagogía de los géneros”

La socióloga Eleonor Faur dijo que el cine es el lugar que enseña roles de género. “Miro el cine como uno de los dispositivos más poderosos de las pedagogías de los géneros”, desde tres lugares: “La división sexual del deseo, la división sexual del trabajo y la división sexual del conocimiento”, explicó.

Sobre la primera de esas divisiones, reflexionó que posiciona a la mujer en un lugar de pasividad, en la que espera ser objeto de deseo del hombre. Para Faur, este aspecto cambia a partir de que las adolescentes toman la rienda del deseo y se imponen frente a sus compañeros: “No es no”, les dicen.

Asimismo, las figuras de las nuevas heroínas, como Elasticgirl o su hija Violeta, ambas personajes de la película infantil “Los increíbles”, vienen a reemplazar los clásicos estereotipos del trabajo que se esperaba de varones y de mujeres.

“El cine feminista y el cine transfeminista son casi un deber ético”, en estos tiempos, indicó y señaló que un cine realizado bajo estas coordenadas puede educar en que el deseo, el conocimiento y el trabajo sean espacios configurados desde una perspectiva igualitaria.

“Todo está cambiando”

Para la actriz Romina Escobar, una de las integrantes de la ficción televisiva Pequeña Victoria, el avance de los temas de género se advierte en la vitalidad que adquieren, ahora, los personajes trans.

Sus primeros trabajos en el cine fueron mujeres trans que morían en situaciones violentas. “Ahora todo está cambiando, se vienen otros personajes”, dijo y se preguntó si es posible que en este contexto tan cambiante no sea hora de que “una persona trans pueda interpretar a una madre o a una mujer cis” heterosexual.