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Opinión 4 de mayo de 2019

El legado de Obama y la promesa de Joe Biden

El expresidente de EEUU, Barack Obama. Foto archivo.

por Alberto Galeano

Barack Obama debe sentirse indignado cuando ve que Donald Trump da marcha atrás con muchas de sus medidas de gobierno, entre ellas el acuerdo nuclear con Irán, considerado el logro más importante de la política exterior demócrata.

Aquel pacto forma parte ahora de otra realidad diplomática, porque Trump está endureciendo las sanciones económicas contra Teherán, para beneplácito de su principal aliado en Medio Oriente, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Siempre el premier hebreo renegó de este documento firmado por el Grupo 5+1, formado por EEUU, China, Francia, Reino Unido, Rusia, más Alemania, el 14 de julio de 2015.

Actualmente algunos analistas piensan que la maniobra de Trump contra el gobierno persa no será nada fácil, ya que China -uno de los mayores importadores de petróleo iraní-, ha expresado su oposición al anuncio de la Casa Blanca de sancionar a partir del 2 de mayo a todos los países que compren crudo a Irán.

Además, Washington tomó otra decisión importante para impedir que Teherán fabrique una bomba atómica: advirtió que sancionará la transferencia de uranio enriquecido fuera de Irán a cambio de uranio natural para la planta iraní de Bushehr, ubicada en el sur de ese país.

De todos modos, el gobierno iraní dijo que está preparado para hacer frente a la decisión de Trump y ha reiterado su amenaza de cerrar el estrecho marítimo de Ormuz, en el Golfo Pérsico, al tráfico petrolero.

“Las sanciones económicas obviamente agradan a Netanyahu. La pregunta es ¿adónde esto nos lleva? “, se preguntó Arie Kacowicz, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

“La pregunta es si los europeos cederán a las presiones de la Casa Blanca y, nuevamente, si Washington e Israel tendrán una estrategia alternativa. ¿Ir a la guerra con Irán? Eso sería una consecuencia trágica”, afirmó Kacowicz en declaraciones a Télam.

Teherán, por su parte, ha asegurado que Trump no conseguirá su objetivo de reducir a cero las exportaciones iraníes.

“Dimos a la diplomacia tiempo suficiente, pero ya basta”, dijo el vicecanciller iraní, Abbas Araghchi, uno de los arquitectos del acuerdo firmado en París hace casi cuatro años, del que Estados Unidos se retiró en mayo de 2018.

Sin embargo, la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha certificado en numerosas oportunidades el cumplimiento del pacto por parte de Irán.

Washington ha tomado otras represalias contra Irán. Por ejemplo, ha calificado de “organización terrorista extranjera” a su Guardia Revolucionaria.

Según la prensa estadounidense, el secretario de Estado Mike Pompeo estuvo detrás de este cambio, porque a su juicio este cuerpo de élite “participa activamente, financia y promueve el terrorismo como una herramienta política”.

Los miembros de la Guardia Revolucionaria (llamada Pasdarán) suelen acordarse durante sus rezos de Estados Unidos y también de Israel. “Muerte a EEUU, muerte a Israel”, corean en forma casi mecánica, según informes del diario El País, de Madrid.

Lejos de amedrentarse ante la Casa Blanca, Teherán ha amenazado con bloquear el estrecho de Ormuz, una de las principales rutas marítimas mundiales, lo que podría afectar el comercio petrolero internacional, pronostican analistas.

Las medidas de Trump podrían también hacer blanco en el moderado presidente iraní, Hasan Rohani, y en otros dirigentes reformistas a quienes les costará más defender su política de acercamiento con los países occidentales.

Hoy, dos años después de que el magnate neoyorquino llegara a la presidencia, queda muy poco del legado de Obama con Irán.

Sin embargo, durante la conferencia de Seguridad de Múnich, realizada en esa ciudad alemana en febrero pasado, el ex vicepresidente demócrata Joe Biden (2009-2017), señaló ante los aplausos de muchos europeos: “Nosotros volveremos”.

Biden, muy popular entre la clase trabajadora y los sindicatos estadounidenses, anunció su campaña para postularse como candidato presidencial demócrata para las elecciones de 2020.

Según una encuesta de la consultora Hill-HarrisX, realizada entre el 25 y el 26 de abril, el ex vicepresidente derrotaría a Trump por 43% a 37%, si hoy fueran las elecciones presidenciales.

“¿Una futura administración demócrata haría solo retroceder el reloj anterior a la gestión de Trump?”, se pregunta en un artículo la revista británica The Economist. Por cierto, los partidarios de los ex presidentes, Jimmy Carter, Bill Clinton y Obama han sido históricamente muy proteccionistas.

Télam.



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