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Opinión 20 de marzo de 2017

El malestar en la cultura

Por Fabrizio Zotta

– Hace unas semanas atrás, en esta nota, mencioné el tema del reclamo de los artistas locales, y me permití dudar un poco de su efectividad… ¿la leíste?

– Sí, la leí.

– Pero te confieso que me quedé pensando mucho en el tema. En que, en realidad, no se entiende bien, en que está un poco borroso, o confuso el foco de la cuestión. Es como un perfume que se respira en el aire, una sensación, que muchos no se animan a decir (pero otros sí) de que son un grupo de artistas que reclaman recursos del Estado para sus producciones, en una especie de petitorio corporativo, egoísta. ¿No te parece?

Estoy hablando con Santiago Maisonnave. No es un diálogo imaginario, ni un juego. Esta vez no. La semana pasada se viralizó un breve video, que promete varias entregas más, contando en clave de cine mudo la falta de respuestas de la Secretaria de Cultura del municipio, Silvana Rojas. Por eso lo llamé, y le pedí que me explicara, que me cuente, cuál es el problema que atraviesan los artistas locales con Cultura, con Rojas y con el Ejecutivo municipal. Santiago pertenece a ATTRA (Asociación de Trabajadores del Teatro de la Región Atlántica), que es una entidad que integra, junto a otras agrupaciones, trabajadores de la cultura y artistas independientes, la Asamblea en Defensa de la Cultura.

– ¿Vos sabés cómo se montan la mayoría de los espectáculos de teatro independiente en Mar del Plata?

– No.

– Prácticamente ningún grupo de teatro independiente utiliza subsidios municipales para llevar adelante sus espectáculos. Se hacen a través de un método cooperativo: invertimos nosotros mismos y recuperamos después con la venta de entradas. Y muchas veces ni lo recuperamos. Esa no es la clave del conflicto. Nosotros estamos reclamando una gestión de cultura desde una perspectiva sociocomunitaria, o lo que es lo mismo, que se garantice el acceso universal a la cultura, que se la conciba como derecho.

– ¿Y qué ves que está sucediendo?

– La noción de esta gestión es vincular a la cultura con las bellas artes. El Estado se va desprendiendo de los espacios en los que la cultura se entiende como desarrollo comunitario, o para el fomento de valores sociales en niños, jóvenes, adultos mayores… eso tiene una repercusión social enorme. La lógica es dirigir la política cultural a ciertos grupos que pueden pagar por esos espacios. Por eso, lo que está en juego acá es el rumbo de la gestión cultural en Mar del Plata.

– No es un problema económico, entonces.

– No. No lo es solamente, pero también lo es. Y es un problema político. Porque es cierto que hay un reclamo laboral de 89 trabajadores, que son los capacitadores desplazados de los programas socioculturales que desarrollaban Usinas Artísticas, Almacenes Culturales y muchos otros espacios de contención. Pero, además del trabajo de esas personas, hay un reclamo frente a las consecuencias de esa política de vaciamiento: el Estado desaparece de un sector importante y muy vulnerable de la población que está, no solamente, pero especialmente, en los barrios fuera del centro de la ciudad. Y esos programas no funcionan más. Por eso, una cosa es el factor económico, y otra es la noción de política cultural que queremos para la ciudad.

– Esa idea es muy contundente y sostiene, en sí misma, todo el peso del reclamo. ¿No te parece que están personalizando solamente en Rojas el tema y eso hace que nos mareemos un poco?

– Rojas es un síntoma, una expresión, es funcional a esta perspectiva de gestión. No hay un encono personal con ella, independientemente de su cinismo en televisión, la falta de respeto, o el falseamiento de los datos que da en entrevistas y apariciones públicas. Más allá de eso, lo que estamos reclamando es un cambio de rumbo de la gestión de la cultura, y les cabe la responsabilidad a ella y a su jefe político, que es Carlos Arroyo.

– Contame una de las muchas veces que pidieron ser recibidos.

– Después de lo que ocurrió en los Estrella de Mar se formó la Asamblea en Defensa de la Cultura, en la que confluyeron distintas ramas, a partir de esa acción de visibilización…

– Si no estuviéramos frente a muchos lectores me dirías algo así como “Tomá, para vos que nos criticaste!”

– Bueno, eso lo dijiste vos, pero no estaría mal la mención.

– Sigamos adelante, mejor.

– La Asamblea generó nuevas movilizaciones, intervenciones y acciones. Una de ellas fue marchar desde la Plaza del Agua hasta la sede de la Secretaría de Cultura para presentar un petitorio que sintetizaba los 6 puntos que se reclaman, en el que hubo acuerdo de todos los participantes de la Asamblea. Eso derivó en una convocatoria a una reunión, con los todos los funcionarios de Cultura. A la semana siguiente, la Asamblea formó una comisión de unas 12 personas que fuimos a esa reunión; allí estaban casi todos los directores del área, que serían unos 9. Iban a dar respuestas al documento, pero no hubo ninguna. El clima se puso tenso y ellos propusieron un cuarto intermedio para la semana siguiente, con los mismos actores, para dar respuestas mas concretas. Llegado el día y la hora, no se presentó ninguno de los funcionarios a esa reunión que ellos mismos habían pautado.

– ¿Y Rojas?

– No fue ni a ésa, ni a la anterior. Es más, mientras esperábamos encontrarnos con ella estaba dando una entrevista sobre la importancia del diálogo para resolver los conflictos. Parece un mal chiste. Esto se repite: hay cierta lógica en el funcionamiento de la Secretaría que tiene que ver con un simulacro de diálogo: aunque la secretaria Rojas no va nunca, cada tanto algún funcionario ofrece una reunión cuya trascendencia es absolutamente nula. Los funcionarios se eximen de responsabilidades, se excusan, y dicen que tienen toda la buena voluntad para trabajar, pero no hay respuestas concretas para solucionar los reclamos. Nunca. El diálogo con Rojas, entonces, está cortado, pero no lo cortamos nosotros, lo corta ella y el resto de los funcionarios políticos de su secretaría.

– ¿Por qué te parece que no pasa nada con el tema? Este es el punto que yo quería resaltar en aquella nota: ante situaciones de incumplimiento flagrantes, graves, y reiteradas, no cambia nada, todos siguen en sus puestos, no parece haber una condena social muy fuerte, nadie entiende mucho lo que sucede. Todo está como estaba. De lo que menos se habla es de una política cultural, se habla de echar a Rojas, pero no de la cuestión de fondo.

– Son formas de hacer visible, justamente, la necesidad de discutir aquella política cultural. Una de las formas de la invisibilización es la tergiversación. Se descalifica la naturaleza del reclamo por atribuirle una cierta intencionalidad política. Eso es absurdo, y devalúa la palabra “política”. Se confunde -no ingenuamente- la naturaleza política del reclamo con la militancia partidaria. En la Asamblea hay reunidas distintas perspectivas, muy diferentes entre sí, con enormes diferencias de pertenencia a espacios partidarios, pero estamos todos unificados detrás del reclamo frente al vaciamiento cultural en Mar del Plata. Es mentira que hay un aprovechamiento partidario malicioso, pero siempre hay en las declaraciones oficiales un tono de suspicacia, un “no será que hay intereses particulares detrás del desprestigio de Rojas y su área…”, como si los partidos políticos, por otro lado, no tuviesen justamente la función de vehiculizar diferentes miradas de gestión. Es tan absurdo como reprocharle a un rival en un partido de fútbol que te quiera meter un gol: “¡Es un tramposo, me quiere meter un gol!”. Y con ese argumento falaz e infantil evitan dar explicaciones sobre por qué no gestionan políticas culturales inclusivas en la ciudad.

– ¿Te parece que hay, entonces, que cambiar la modalidad de protesta? Esta semana se viralizó un video muy creativo, por ejemplo. ¿Se busca evitar que salga Moro, por ejemplo, a tratarlos de inciviles y guarangos?

– La modalidad va cambiando. Pero no son protestas individuales y particulares. Hay que leerlas en coyuntura. Fueron cambiando a lo largo de todos estos meses. El primer objetivo es visibilizar frente a un gobierno que pretende invisibilizar. Un objetivo importante, prioritario, es ese. ¿Para quién? Para lograr, como vos decís, que el resto de la comunidad que no está implicada entienda el reclamo de la gestión de la cultura como un derecho de la comunidad. Lo de Moro es, también, invisibilizar la naturaleza del conflicto: hablamos de la pertinencia de las formas, o de la malicia partidaria que se sospecha que hay… hablamos de cualquier cosa menos de lo que tenemos que hablar, que es cómo pensamos que hay que gestionar la cultura en Mar del Plata.

– ¿Por qué crees en poner el cuerpo para esta causa?

– Porque es necesario para defender nuestro derecho a la cultura en Mar del Plata. Frente al pretexto de que no hay presupuesto, frente a la ausencia de respuestas a los reclamos de cualquier sector de la cultura, frente al desprendimiento de espacios culturales del Estado que consideramos esenciales, frente a eso, la forma es el compromiso, la movilización y la manifestación pública: fortalecer una voz política que pretende ponerse en diálogo -pero de verdad, no chamuyado- para garantizar la cultura a la comunidad.

Santiago es el del video. El que se va caminando, confundido, de la Secretaría de Cultura. Suelo admirar a las personas que ponen el cuerpo, además de tener la idea. Y también a quien encuentra claridad, a pesar de estar en el medio de la pelea, y no tiene miedo de sentarse y decir las cosas que tiene que decir.



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