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Opinión 19 de febrero de 2016

¿El mito de las importaciones?

por Fernando del Rio

“Me robaron la cartera de adentro del auto”, me dijo la mujer que evidenciaba su urgencia por hablar con alguien a cualquier precio en la mala elección del destinatario. No había motivos para charlar conmigo, nada en común, excepto lo que nos mantenía próximos, es decir, la cola en el banco. La señora maquillada como para una té de las cinco estaba en busca de dinero y yo todo lo contrario: ni estaba para el té de las cinco ni iba a buscar dinero, sino a dejarlo.  Pero las colas son así y cuando uno menos lo espera está charlando con un desconocido.
La mujer, oriunda del coquetón San Isidro, se había quedado sin efectivo y sin tarjetas para obtenerlo en el mismo momento en que dos tipos le manotearon la cartera que llevaba  en el asiento del acompañante. “En un semáforo, creo que el de la Plaza Mitre. Esa es la plaza que tiene las bicicletas para los chicos, ¿no?. Pensar que ahí me llevaba mi papá hace tanto… Yo después llevé a mi hija, que ahora es abogada allá en San Isidro”, me soltó en medio de un par de interjecciones mías del orden de “ah”, “cla…”, “pssee…”.
Entonces la mujer dio en la fibra que activa el interés con una frase. Porque nunca hay que subestimar a la cola de un banco ni a los que ofrecen charla de la nada. La mujer, en medio de quejas por el avance lento de la hilera y dándose aire con una carpeta repleta de formularios, me dijo: “no se puede estar en verano en Mar del Plata que te roban. Y los mandamos todos nosotros. ¿Vos sos de acá? Bueno, se los mandamos nosotros a los chorros. Me cuenta mi hija que cada vez que tiene un caso se fija en los antecedentes del imputado y siempre le aparece alguna causa de verano acá”.
Existe la percepción, transformada en mito, de que los delincuentes golondrinas son una realidad, como si Mar del Plata tuviera poco con lo que produce entre sus fronteras. El incremento de hechos delictivos, intervención policial y cantidad de detenidos es notorio en verano, aunque eso obedece, naturalmente, al mayor número de situaciones propensas al accionar ilícito. Más autos estacionados de noche, más gente caminando por la calle, más turistas distendidos, más recaudación en los comercios, más calor. ¿Y el calor qué? El calor viene de la mano de jornadas más largas.
Sin embargo, desde la policía aseguran que no es un tan precisa eso de que delincuentes vengan a Mar del Plata a hacer la temporada. “Las estadísticas no hablan de eso. Los detenidos generalmente son afincados en Mar del Plata”, expresó el jefe departamental Marcelo Di Pasqua.
Aquella idea de la señora, transmitida por su hija, se diluye según esa postura policial. Sin embargo, los golondrinas existen. Llegan “pungas”, “chorros”, “transas” y algunos más ambiciosos. Una prueba de ello fue lo sucedido días atrás con un ciudadano sueco con domicilio en Villa La Angostura. El señor fue detenido en la zona del Torreón del Monje vendiendo pastillas adentro de envases de huevos Kinder. Después se comprobó que no era éxtasis lo que ofrecía pero eso no lo excluye de su pretensión delictiva, ya que su intención era vender gato por liebre. Pero vender.
Algunas semanas antes un muchacho algo irresponsable –al menos para los intereses suyos y de sus jefes- se tomó parte de la cocaína que tenía pensado entregar en la ciudad. O vender. Y cayó rendido por los efluvios en una mesa del café Montecarlo, en pleno edificio del Casino. El hombre era de afuera también.
“A veces los resultados no acompañan con detenciones y por lo tanto no se puede cargar en la estadística, pero el fenómeno es innegable”, dijo otra fuente policial consultada que recordó un dato importante. En Mar del Plata el mes de mayor cantidad de delitos es enero y justo hay feria judicial. “Si no los agarrás en flagrancia, después se complica para allanar, conseguir órdenes de detención y otras diligencias. En teoría todo debería funcionar igual en enero, pero en la práctica no es así”, reveló.
A la señora, supongo, le hubiera interesado conocer algún dato más que reforzara las certezas de su hija, pero en ese momento yo no los tenía. Además tampoco me hubiera escuchado porque le llegó su turno y en el banco, perder el turno, es peor que cualquier delincuente, venga de donde venga.

@ferdelrio22