Arte y Espectáculos

El “Mono” Fabio: “Cada fin de semana que no subimos al escenario es irrecuperable”

"Pasé los últimos 25 años de gira, cuando me llamaron de Masterchef hacía cuatro meses que caminaba por las paredes" reconoce Martín Fabio. Este sábado celebra doble junto a su banda: los 25 años de Kapanga y la emoción de pisar un escenario con público.

Kapanga es sinónimo de rock, de bailar, saltar, brindar, fiesta. Y también de protesta (una protesta alegre). Pero sobre todo, es sinónimo de escenario, de show en vivo, de pogo y contacto físico. ¿Qué pasa cuando a una banda tan relacionada con un show masivo le restringen lo que es parte de su vida? Martín, “El Mono” Fabio, lo resume de esta manera: “caminaba por las paredes”.

“Cada fin de semana que no subimos al escenario es irrecuperable” reflexiona el artista, que ganó entre el año pasado y este una gran popularidad de la mano de su participación en el ciclo de cocina Masterchef Celebrity y que en este contexto impensado, está celebrando 25 años de Kapanga, junto a Miguel “Maikel” De Luna Campos, Claudio Maffia y Javier Manera.

De manera distinta, con protocolos, con cuidados, con distanciamiento, con barbijos, lo celebrará, con público, este sábado en GAP. “Disfruto al máximo cada show, porque ahora la felicidad del escenario es a cuentagotas” explica, en una charla con LA CAPITAL, en la que recuerda que, desde 1995, entre septiembre y abril, hasta 2020, los Kapanga hacían más 80 shows, en distintos puntos del país. “Vivíamos en un micro de gira” añora, con la incertidumbre de no saber cuándo volverán a esa vida nómade.

“Todo lo que fue surgiendo lo hicimos: streaming, autoshow. Presenciales al aire libre, pudimos hacer dos en diciembre: Hipódromo y Parque Centenario. Recién volvimos al escenario el 16 de enero, en el Opera” enumeró “El Mono”, las gotas de su felicidad.

Ahora, “acostumbrándonos a esta nueva realidad” asegura que la banda se sube al escenario porque “están dadas las condiciones, el contacto físico no está, la gente lo entiende y trata de adaptarse”.

“Lo importante es que hay un montón de personas que necesitamos el entretenimiento porque es parte de nuestra vida. Es mi vida desde hace 25 años y nosotros y el público necesitamos salir del encierro, de volver a vernos las caras, si no es como que nos vamos muriendo de a poco. No es linda la sensación”.

– A ustedes los afecta esta nueva modalidad, pero es eso o nada…

– Tratamos de aprovechar cada show. No estamos acostumbrados a no tocar. El formato teatro con gente sentada nos afecta porque nuestro público, el 50%, es de pogo, bailar, saltar y gritar. Otro porcentaje es más tranquilo y nos disfruta a su forma. Pero cambiaron las reglas de juego y la mirada está puesta en si sale bien o mal. Por suerte las cosas salen bien y la gente se siente cuidada. Hay organización, seguridad, protocolo, cumplimos todas las indicaciones. Además es algo más que un show, es una fuente de trabajo. Hace 11 meses que estos engranajes están oxidados y hay que empezar a moverlos.

– ¿Extrañás las giras?

– Para mí la vida es 90% gira y 10% por ciento estudio. Ahora tendría que estar arriba de un micro, de acá para allá. Entre septiembre y abril, que es la época de más trabajo, hacemos 80 shows. Estamos acostumbrados a estar arriba del micro de gira, cada día en una ciudad diferente, conociendo su gente. Ahora la felicidad es a cuentagotas. Trato de disfrutarlo porque estoy haciendo lo que más me gusta, subo a cantar las canciones y me olvido de todos los problemas. Pero sufro mucho la falta de contacto con el público. Ahora no sabés si chocar el codo, golpear el puño. Los latinoamericanos, los argentinos sobre todas las cosas somos muy efusivos.

“El Mono” junto a “Maikel” De Luna Campos, Claudio Maffia y Javier Manera, los Kapanga.

– Y en este contexto ¿Hay lugar para el balance, para mirar a los comienzos de Kapanga?

– Justamente en esta época de pandemia más reflexionamos y recordamos el camino, el trabajo, el sacrificio que le ponemos. Y nos damos cuenta de que todavía tenemos ganas, tenemos una trayectoria por recorrer. Y revisando, charlando con los compañeros de cómo salir de vuelta para adelante, vemos que esto es como volver al principio. Achicarnos, tener otras condiciones, buscarle la vuelta, volver a empezar desde lo chiquito y estar atentos a la posibilidad de seguir creciendo. Pero con los 25 años de trayectoria. Antes nos tenían que conocer, ahora ya nos conocen. Somos afortunados de mirarnos entre nosotros y saber que, pese a todo, seguimos subiendo al escenario como se pueda.

– ¿La incertidumbre te preocupa?

– Vivir en la incertidumbre es complicado. Cada fin de semana que pasa sin tocar no lo recuperamos. Y la vida también se pasa, seguimos creciendo. Más para los que tenemos más de 50 años. Los tiempos se van acortando, mi mamá hace un año que no sale de su casa y es muy triste ver la realidad de los mayores presos dentro de sus casas. Se te acaban los rincones donde mirar, los recuerdos, las series las fotos, todo. Es muy difícil. Y los adolescentes aguantaron un montón. No le tienen miedo a nada y es lógico que empiece el calor y necesiten liberar la mierda que tienen adentro. Es una cagada porque pueden contagiar a seres queridos, pero el problema no son los jóvenes, es la clandestinidad.

– Andate a dormir vos…

– Es que la clandestinidad llega cuando lo que se ataca es la nocturnidad. Y cuando se ataca a la nocturnidad, se afecta directamente a los jóvenes. La próxima pandemia es la de la cabeza. No se habla mucho pero va a dejar consecuencias más allá del Covid.

– En ese contexto de falta de shows, encierros, te llegó la propuesta de Masterchef ¿Fue inesperado?

– Son esas cosas que no esperás que te pasen. Quedé sorpresa, como Jelinek (risas). Cuando me llamaron hacía cuatro meses que estaba caminando por las paredes. Pensé que eso me iba a hacer bien a la cabeza. Lo charlé con mis íntimos, mi hijo, la mamá de mi hijo, mi vieja, los Kapanga, y le di para adelante. Y me salvó el año. No solo me hizo pensar en otras cosas, conocer un grupo de trabajo distinto, sino que resultó que me dieron mucho cariño.

Mi intención era cumplir con la consigna, terminar todos los platos y lo logré, con mayor o menor éxito. Y además conocí a un montón de personas que de otra forma no hubiese conocido, más allá de la pantalla.

– También te acercó a un público nuevo.

– Eso tampoco me lo esperaba. El cariño de personas que no estaban cerca de la banda, que no la conocían. Un público más joven, señoras grandes. Ese programa puso a la familia delante de la televisión, en una época en la que ya los chicos no miran un programa. Me doy cuenta cuando salgo a la calle, soy El Mono de Masterchef.

– ¿Te gustó aprender a cocinar?

– Empecé a comer otras cosas, no tanto a cocinar sino a comer cosas que nunca había comido, como verduras. Les encuentro la vuelta y hay cosas que están buenas y me las perdía. Nunca es tarde para cambiar. Y cocino lo mismo de siempre, pensando en que me salga mejor, o con algo nuevo. Pero no es mi vocación, cocino para sobrevivir.

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