Opinión

El negocio de la basura

La Planta de separación procesa apenas 200 toneladas de residuos mensuales. La solución: que los vecinos separen los residuos en sus casas. Pero el municipio eliminó el presupuesto para campañas de concientización.

por Agustín Marangoni

El termómetro marca un grado. Faltan cinco minutos para las ocho de la mañana y los primeros rayos de sol iluminan el vapor que emanan las montañas de basura en la Planta de separación de residuos, en el borde la ciudad. La cinta transportadora recién se enciende porque las ratas masticaron los cables de la instalación eléctrica y no había luz para trabajar. El olor es tan fuerte que se siente adentro de la boca. Y eso que casi es invierno. En esta planta sólo deberían llegar residuos secos, pero, según las cifras de la Cooperativa Cura, de cada 100 bolsas que llegan sólo 5 están correctamente separadas. Un camión recolector mueve un promedio tres toneladas de basura. Los días de residuos secos, separan cien kilos de material reciclable por carga. El resto es basura orgánica.

– Abro una bolsa, vos fijate lo que tiran– me dice Agustín Pastocchi, uno de los trabajadores que esa mañana le toca trabajar afuera, al lado de un piletón. Desgarra el nylon y aparecen pañales de geriátrico usados, grasa de carne y una botella aplastada. Con un movimiento automático tira la botella adentro de un bolsón de tela arpillera y descarta el resto.

El régimen de separación en las casas es sencillo. En una bolsa verde hay que tirar los residuos secos. En una bolsa negra, los húmedos. Las bolsas verdes se sacan únicamente los martes y los viernes. Las bolsas negras, el resto de los días. En los barrios que tienen recolección tres veces por semana es diferente. De todos modos es simple: lo que falla es la comunicación del municipio. En 2012, cuando comenzó la recuperación de residuos, se estableció una partida del 3% en el contrato con la empresa recolectora para invertir en campañas de concientización. El nuevo contrato firmado por Carlos Arroyo eliminó esa partida.

Las consecuencias de que no se cumpla con la separación en origen son graves. Se pierde un mínimo de 50 puestos de trabajo capacitado, se desaprovecha la posibilidad de generar un mercado rentable para la ciudad, se contamina el medioambiente y se satura el predio de disposición final. Incluso hay vidas en juego. Al no respetarse el régimen en las casas, la mayor parte de las personas que viven de la basura pasan el día con las piernas enterradas en el predio de disposición final buscando lo que debería ir a la planta. Hace cuatro años, la cooperativa tenía 120 trabajadores. Hoy son apenas 34. Trabajan seis horas en condiciones insalubres, de lunes a sábado, y apenas llegan a ganar 1500 pesos semanales. Los que abandonaron la cooperativa para ir al predio viven en la peor de las miserias: enfermos crónicos, con serios problemas de adicciones y sin contención de nadie. Mueren aplastados o enfermos o por sobredosis. Se calcula que hay una población de 200 personas en esas condiciones. Muchos son menores de edad.

El sueldo de los trabajadores de la cooperativa depende de lo que recuperan. Ellos se encargan de separar, prensar y vender. El municipio, sin hacer casi nada, se beneficia porque procesan cerca del 15% de la basura, lo cual es un alivio para el predio final. Se recuperan cerca de 200 toneladas mensuales de residuos. Si el sistema fuera eficiente –es decir, si el municipio comunicara la importancia de respetar la separación– los beneficios para la ciudad se multiplicarían por diez. Los trabajadores, además de iniciar campañas de concientización, piden un galpón, maquinaria y el mantenimiento de lo que tienen. La inversión es viable y asegura una rentabilidad sostenida. El mercado de la basura no tiene techo: todo lo que se procesa se vende. Pero al ejecutivo municipal no le interesa escuchar. “Esta gestión es de lo peor. Los anteriores no hacían mucho, pero nos recibían. El intendente Arroyo vino cuando estaba en campaña y ahora ni siquiera nos atiende”, dice Pastocchi.

La cooperativa puede trabajar porque Nación le facilita una pala excavadora para mover las bolsas que descargan los camiones. El resto, corre por cuenta de ellos. Cuando la cinta transportadora se rompe, por ejemplo, la plata para los arreglos sale de la cooperativa. Y pasa con frecuencia, porque la máquina sólo sirve para trabajar con materiales secos. Los jugos pesados de la basura mezclada oxidan los engranajes y terminan agujereando la estructura.

Los residuos separados y prensados los compran los depósitos intermediarios. Después viajan a Buenos Aires, donde terminan en manos de las tres empresas que mueven los hilos fuertes del mercado. Los cooperativistas no reniegan del circuito de compra y venta, sólo piden políticas para mantener la continuidad de la recuperación. En las semanas de invierno, que baja el caudal de basura, ganan, como mucho, 1000 pesos por semana. Mantener la continuidad implica compromiso del arco político: comunicar, crear conciencia. Lo cual sería un punto a favor de la gestión municipal. Hay pocos incisos, en el mundo, que rindan mejor en el electorado que el equilibrio medioambiental.

Hay empresas que se adhieren voluntariamente al proceso, dan cartón, papel de segunda y todo tipo de material seco que se puede reciclar.  En cambio, las multinacionales, como Carrefour y Makro, tienen una prensa instalada dentro del supermercado y venden por su cuenta los cartones de sus depósitos. “En su lógica voraz ni siquiera ven la necesidad de los recuperadores que tenemos que hacerle frente a estas condiciones”, explica Sebastián Massa, también integrante de la cooperativa. La maniobra por ahora es legal, pero se puede regular. La OPDS (Organismo provincial de desarrollo sustentable) sacó dos resoluciones –138 y 139– donde señala que los residuos reciclables de los grandes generadores tienen que ser entregados a un punto verde de la ciudad. La planta de separación de Mar del Plata está homologada como punto verde. El problema es que el municipio hoy no se adhiere a la norma y nadie de la provincia la hace cumplir. Es decir: cada cual hace lo que le conviene.

En el terreno empresarial son varias las disputas. Massa explica que la firma de contenedores urbanos Ciageser S.A. le presta servicio a la planta, pero de forma dudosa. Asegura que cuando levanta un caudal de cartón importante lo vende por su cuenta. “Hemos tenido la posibilidad de hacer convenios con distintas empresas de la ciudad, pero no pudimos concretarlos porque esas empresas son clientes de Ciageser. Primero hacen negocio ellos, en complicidad con el director de Gestión de residuos, Fernando Moris. Nos están limitando. Dejan que se apropien los residuos, se aprovechan de un vacío legal”, agrega.

Los precios del mercado de la basura se regulan con las variables del mercado interno y del mercado internacional. El pet se paga cerca de 4 pesos el kilo. Se vende prensado. El comprador lo limpia y lo pica. El papel blanco se paga 3 pesos. El cartón, 2 pesos. El vidrio, 30 centavos. El papel de segunda (de revista), 1 peso. El plástico soplado (bidones, lavandina) y el plástico verde, 1 peso el kilo. El plástico cristal (transparente) 4 pesos. El proyecto de invertir en la planta apunta a generar valor agregado y capacitar gente. En el mediano plazo se podrían procesar los residuos separados y mejorar los precios del mercado. Es un negocio sin riesgos. Hace falta inversión, gestión y seguimiento, como en cualquier sector.

Otra cruzada política que está desarrollando la cooperativa es el reconocimiento de su trabajo para la salud del predio. Hoy el municipio le paga a la empresa Tecsan S.A. por cada tonelada que topa en el relleno sanitario del predio de disposición final. Según el presupuesto oficial, recibe 60 millones de pesos al año. Los cooperativistas buscan que el municipio les pague por cada tonelada que ellos, directamente, evitan que se entierre. Nunca recibieron una respuesta.

Y la lista de problemas sigue: los días de lluvia trabajan con las goteras arriba de la cabeza y de las máquinas –con el riesgo que eso conlleva– faltan chapas en la estructura del galpón principal, no hay controles de sanidad, se lastiman las manos con todo tipo de residuos cortantes (vidrios y hasta jeringas), no tienen la ropa adecuada y más.

Dar trabajo. Cuidar el medioambiente. Desarrollar un nuevo mercado. Todo depende de separar la basura en las casas y respetar los días estipulados para sacar las bolsas. Dos pasos simples que resolverían con una estrategia de comunicación. Por lo pronto, el único camino es dar el ejemplo.

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