Opinión

El obispo Enrique Rau merece la beatificación

 

Por Eduardo Miguel Bonoris

 

Carta al Obispo Gabriel Mestre:

Tengo el agrado de dirigirme a Usted a los fines de solicitarle quiera tener a bien dar por iniciada la causa para poder lograr si así correspondiera, de beatificación de quien fuera el primer Obispo de Mar del Plata Monseñor Enrique Rau, y abrir una causa para procurar obtener su beatificación y la posibilidad de una devoción privada a su persona, invitando a todos los fieles de la Diócesis a hacerlo.

Motiva el pedido que formula en las cuestiones que se irán señalando en el transcurso de este petitorio, a saber:

1º.- La escasa información sobre su persona, fruto de que llegué a esta ciudad pocos meses antes de su fallecimiento, tuve la inquietud despertada por las declaraciones radiales en radio María, a la que sumo la presentación de la obra y por supuesto de la lectura del libro escrito por el Párroco de la Catedral Jaime Ariel Sueiro, y en la presentación de su obra el miércoles pasado. De su relato se advierte que nuestro primer obispo Enrique Rau, fue dueño de una mente brillante, calificado por algunos comentarios escuchados como el Padre del Concilio en materia Litúrgica, que supo ver que la Iglesia necesitaba un cambio, un agiornamiento, y vislumbrando el futuro, a través de la liturgia decidió actuar en consecuencia.

Sus antecedentes, realmente increíbles lo ubican en una posición inigualable que lo distingue entre sus pares, teólogo, tuvo a su cargo la formación de quienes fueron obispos distinguidos como Raúl Primatesta, Eduardo Pironio y Quarracino, escritor de innumerables trabajos y poeta. No solo intervino en las tareas preconciliares, durante el plenario sino que tuvo a su cargo, junto a 30 expertos la implementación de lo resuelto en el Concilio, tarea, que demandó grandes esfuerzos, por la resistencia de algunos, pero que no fue obstáculo para terminar imponiendo, lo que el Concilio Vaticano II había resuelto.

El padre Ariel en su disertación en ocasión de la presentación del libro de su autoría, empleó la certera expresión de haber sido un verdadero “centinela”, que pone de relieve su profunda vocación de Pastor como vigía permanente de su Iglesia y su futuro, agregándole al pensamiento del padre Ariel de “centinela” -, dada su condición de teólogo y filósofo – el de un verdadero estadista de la liturgia, como aquel que ve antes que otros, más allá que muchos y no se conforma con lo que vislumbra, sino que actúa en consecuencia con clara decisión de concretar su idea para beneficio de la Iglesia universal, dejando de ser un simple observador para convertirse en uno de los protagonistas de mayor peso en el desarrollo del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII, conforme surge de su eficacísima labor frente a sus pares. Así lo hizo sentir Ariel en sus palabras, había una falta de comunicación con los fieles, puesto de manifiesto en uno de sus comentarios manifestando su preocupación por la desunión entre los sacerdotes y el laicado, y corremos el riesgo decía, de convertirnos en meros administradores de lo religioso cuando nuestra misión supone mucho más, no escuchamos lo suficiente a los laicos para enriquecernos con sus consejos e invitarlos a integrarse con sus problemas pero también con sus soluciones.

Su mayor logro, fue proponer entre otros, el adoptar como idioma litúrgico a las lenguas vernáculas de los pueblos especialmente de América Latina, ese accionar lo puso en un lugar que imagino delicado, – como sucedió con algunos europeos que persistieron en la liturgia del latín – pero que su obrar lució heroico como un adelanto a las resultas finales del Concilio.

2º En el mismo tema de la comunicación, según se refirió también Ariel y dado sus condiciones musicales supo poner su impronta, que ahora disfrutamos en las celebraciones litúrgicas, siguiendo quizás a San Agustín quien decía: el que canta ora dos veces. Sin duda fue un estadista, porque abrir las posibilidades de la comunicación a través del canto y la música hizo más participativa para los fieles las ceremonias. Autor de letras, imaginó lo que venía y obró sin dilaciones en la creación de canciones y músicas para que a través de ellas llegar con más fuerza a Dios.

3º Su obrar como pastor al fundar el movimiento Juventud Obrera Católica, en una muestra de un accionar evidentemente heroico frente a la existencia de esos años del anarquismo y el comunismo, que querían imponer sus ideas extremistas en nuestro país, derivadas principalmente de la guerra civil española en esos años, posicionándolo como la primera barrera, a esas expresiones fundamentalmente ateas, que más tarde recogerá el movimiento justicialista, consolidando esa barrera anti comunista en Argentina

4º- Su entrañable amor como pastor hacia los trabajadores, además de la creación de J O C se puso de manifiesto al solicitar a S.S. el Papa, la dispensa de poder reemplazar la obligación dominical de la asistencia a Misa, por la vespertina del sábado por la tarde, considerando su petición por tratarse Mar del Plata del centro turístico más importante del país, sino porque permitió que en temporada, los trabajadores de Mar del Plata pudieran también dar cumplimiento al precepto. Estuvo, conforme su sensibilidad pastoral, en los asuntos más importantes como la comunicación, en los idiomas vernáculos sino también en los detalles, sin descuidar un ápice de su protección como Pastor en el cumplimiento de los deberes del cristiano.

El que peticiona señala, que rota la barrera de la información – por la que el tanto luchó – sobre su persona puesta de manifiesto de manera brillante y precisa por el padre Ariel, su accionar como obispo, constituyen un factor importantísimo en el conocimiento de todos los que lo conocieron y los que no, pero enterados de su proceder dentro del Concilio no tiene dudas que van a aparecer vía devoción privada peticiones a Dios a través de su persona, y porque no en la entonación de alguna de sus canciones .

Un accionar de la talla de nuestro Obispo Enrique Rau, merece por lo menos la posibilidad de la apertura de la causa de beatificación y lo califique como siervo de Dios.

Movido, por los comentarios escuchados y realmente admirado por la inteligencia puesta al servicio de la Iglesia, es que motiva esta modesta petición porque estoy convencido que conocida su trayectoria y su cercanía con el pueblo de Dios ha de despertar devociones y porque no milagros por su valiosísima mediación, frente al Padre.

Que Dios nuestro Señor lo ilumine y le saludo con el afecto de siempre.

Eduardo Miguel Bonoris

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