Interés general

El padre Pedro Opeka en Mar del Plata

Misionero en Madagascar y actual candidato al Premio Nobel de la Paz, concelebrará misa con el obispo Mestre y presentará el libro "Rebelarse por amor".

por Oscar Lardizábal

@Lardizbal

El próximo lunes 23 de julio a las 19, el padre Pedro Opeka concelebrará la misa en la Iglesia Catedral junto al obispo Gabriel Mestre y a continuación en el mismo templo hablará de “Rebelarse por amor“, un nuevo libro (Pierre Lunel, su autor) que se suma a la docena de obras escritas sobre la vida y experiencias de este sacerdote argentino quien hace más de 40 años está luchando en Africa contra la pobreza más extrema.

Este último libro ha sido editado conjuntamente por las editoriales Guadalupe, Agape, San Pablo, Bonum y Paulinas.

Ayer, el padre Opeka fue recibido en la Casa Rosada por el presidente de la Nación Mauricio Macri y hoy recibirá una mención de honor (la “Senador Domingo Faustino Sarmiento”) por parte del Senado de la Nación, en un acto encabezado por Esteban Bullrich.

Para el martes 17 a las 18.30, en un encuentro organizado por la Secretaría de Culto, está previsto que brinde una charla en el Palacio San Martín de la Cancillería. Público en general podrá participar de esta charla inscribiéndose previamente a través del correo electrónico secul@cancilleria.gob.ar o llamando al teléfono 011/4819-7019.

Su actual visita de semanas al país combinará actividades públicas y un tiempo de descanso junto a familiares precisamente en la cercanía de Mar del Plata. La agenda incluye misas en varios barrios porteños y localidades bonaerenses y actos, además de los de la Ciudad de Buenos Aires, en Santa Fe, ciudades del Uruguay, en Miramar y el ya referido en nuestra ciudad.

El concejal de Cambiemos Ariel Bordaísco Martínez presentó un proyecto para también distinguirlo en el recinto del Concejo Deliberante local.

“El Apóstol de la Basura”, “El Albañil de Dios”

La repercusión mundial de la gran obra de este sacerdote de 69 años nacido en el partido bonaerense de San Martín parece reflejarse en los apelativos que viene recibiendo de los más influyentes medios de comunicación en el mundo: “La Madre Teresa con pantalones”, “El Santo de Madagascar”, “El Soldado de Dios”, “El Apóstol de la Basura” y “El Albañil de Dios”.

Todos los seudónimos son referencias a su historia personal. Heredó el oficio de constructor de su padre esloveno. Desde muy joven quería ser sacerdote, futbolista y misionero. Le decían que le sería muy difícil congeniar las tres cosas. Pero a su manera lo logró.

Un día, ya dentro de la Congregación de San Vicente de Paul, orden a la que aún pertenece, leyó una carta sobre la presencia de misioneros vicentinos en Madagascar, y en ese momento lo eligió como destino.

Llegó al país del este africano con 22 años y los siguientes 15 años los pasó en un pueblo de la selva tropical llamado Vangaindrano. Rubio, alto, de ojos celestes, toda su imagen contrastaba con una población negra resentida hacia el hombre blanco. Junto a otros religiosos de la congregación, y en la voluntad firme de ser aceptado e integrarse, recurrió a la faceta de futbolista y también a remangarse para hacer como uno más las labores más duras de la comunidad. Así, corriendo detrás de la pelota en el barro y trabajando día y noche se ganó la confianza de la gente.

Ya en ese primer destino en Madagascar creó dispensarios de salud, escuelas y cooperativas de trabajo. Pero también contrajo paludismo y parasitosis. Para tratarse de las enfermedades debió trasladarse a Antannarivo, la capital del país, en donde vive hasta la actualidad.

“Vivían de ese gran basural”

¿Qué pasó al arribar al nuevo lugar? Así lo cuenta el mismo padre Opeka: “No vi pobreza, ahí conocí la miseria, cuando llegué vi miles y miles de personas que vivían de uno de los basurales más grandes del mundo. Esa noche no dormí y le pedí a Dios que me diera fuerzas para rescatarlos de ahí”.

Será entonces cuando el “sacerdote futbolista” recurra también a la capacidad de constructor, la que le inspiró su padre, la que descubrió en sí de adolescente cuando en Junín de los Andes construyera una de sus primeras casas para que una familia mapuche se resguardara del frío.

Al lado del basural, el padre Opeka, evangelizando, enseñando albañilería, esforzándose a la par de todos, e imponiendo una disciplina (“trabajar, enviar los niños al colegio y respetar las normas de convivencia”) fundó un pueblo: Akamasoa (“Los buenos amigos”, en lengua malgache). Allí su obra ya ha permitido rescatar de la indecible miseria a más de medio millón de personas. Actualmente, según un informe de Infobae, viven en el pueblo alrededor de 25 mil habitantes, distribuidos en 17 barrios planificados previamente. Un importante porcentaje ya está escolarizado.

Akamasoa se sostiene con la labor de su gente y con donaciones de ONG de Europa, donde la obra de Opeka se conoció primero y comenzó a ser destacada.

El citado informe de Infobae da cuenta de esa admiración europea: “Sus obras son solventadas por una red de donaciones amigas. Akamasoa recibe ayuda de tres organizaciones no gubernamentales de Francia, una de Mónaco, más cooperaciones económicas que llegan desde España y Eslovenia. Europa es el principal motor de su obra: desde allí se gestó su postulación al Premio Nobel de la Paz”.

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