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Policiales 14 de diciembre de 2021

El policía González habría disparado desde lejos a Luciano Olivera

Luciano Olivera murió al recibir un disparo en el pecho, de izquierda a derecha, con impacto en el corazón, pulmón y región hepática. La posición del policía tirador y la distancia se pueden calcular gracias a un video de baja calidad.

El disparo que mató a Luciano Olivera (16) en Miramar habría sido realizado a una distancia mayor que la que podría establecerse en la hipótesis de un atropellamiento inminente o previo por parte del menor al policía Maximiliano González.

De este modo se reforzaría la idea de que el policía González accionó su arma reglamentaria cuando Olivera aún se hallaba a más de 5 metros de su posición y que no existía ningún tipo de riesgo ni para él ni para su compañero de patrullero, que también había descendido para cerrar el paso del menor.

La versión policial desde un comienzo se apoyó en que el disparo fue accidental cuando la motocicleta tripulada por Luciano Olivera embistió a González, lo rozó o a punto estaba de hacerlo. Todo esto contó también con el respaldo de una lesión leve en una pierna de González.

Sin embargo, la cámara de seguridad más importante para la fiscal Ana Caro y el equipo judicial que investiga el homicidio mostraría algo diferente. Aunque ni la calidad ni el encuadre es la mejor, la secuencia basada en gestos físicos, en el fogonazo del único disparo y en la velocidad de avance de la motocicleta de Luciano Olivera (además de los chispazos al friccionar con el piso tras la caída) permitirían calcular cuándo fue accionada la pistola.

Cabe recordar que Luciano Olivera había huido de un control policial en pleno centro de Miramar, el viernes después de las 3 de la madrugada. La falta de documentación de la moto, que pertenecía a su padrastro, podría haberlo impulsado a tomar esa decisión.

En su fuga tomó la calle 21 hasta la 28, luego dobló en la diagonal Fortunato de La Plaza por la que fue hasta la 30, giró a la derecha hacia la avenida 9 y por esta avanzó hacia el oeste. Antes de llegar a la calle 34 vio un patrullero, que se había apostado tras escuchar la “novedad” por radio. De ese móvil del Comando de Patrullas descendió González y un compañero. Entonces, ambos policías vieron acercarse la moto, de frente a ellos. Según los policías, el disparo de González ocurrió cuando estaban por ser atropellados o, incluso, ya los había rozado la moto. Pero el video muestra una secuencia en la que se puede calcular que el impacto de bala Luciano lo sufrió estando sobre la moto y a no menos de 6 ó 7 metros de la posición del policía.

La fiscal Cano deberá respaldarse en la labor de analistas de imágenes para confirmar estas circunstancias, lo que podría producirse en el transcurso de la semana.

Gatillo fácil

Nada más sencillo de entender el concepto de gatillo fácil que en este caso. La noción inicial de “gatillo fácil” es la  de un policía disparar el arma reglamentaria frente a una persona que no incurre en acción alguna que lo ponga en riesgo. Ese disparo intempestivo puede ser motivado por una errónea evaluación de lo que está sucediendo frente a él, aunque esto no siempre es solo ello. Generalmente es algo arraigado en lo más profundo del perfil policial más reprochable y es el resultado de un conjunto de falencias: falta de entrenamiento, cultura de la impunidad policial, prejuicio hacia el objetivo.

¿Pueden existir los accidentes? Sí, por supuesto. Pero en un episodio como el de Miramar la acción accidental queda descartada por la decisión previa de parapetarse, desenfundar el arma y poner el dedo en la cola del gatillo. Cada policía tiene la libertad de llevar el arma configurada de un modo que le provea una mayor confianza. Algunos lo hacen sin seguro, sin bala en recámara, otros no. Contra esto no hay reglamentación. Pero como fuera, apuntar la pistola contra un motociclista que escapa de un control es una evaluación errónea, negligente, temeraria. Luego no hay consecuencia que pueda ser tomada como accidental. Ni siquiera no haber querido disparar, algo que parece no haber ocurrido con González.

Los primeros análisis forenses y periciales arrojarían esa conclusión, tanto por la característica de la trayectoria de la bala como por la combinación con la imagen de video.

Respecto a la balística, vale decir que no pudo ser recuperado el plomo tras atravesar el cuerpo del menor. A pesar de ello, las lesiones (y el orden de las mismas) sufridas por la víctima, el hallazgo de la vaina servida y la presunta posición del tirador pueden aportar algún dato esclarecedor.

La prueba en este sentido es importante para contrarrestar la estrategia de la defensa del policía que ya dio a entender que el caso no configuraba “abuso policial” ni “gatillo fácil” y que podría encuadrarse en un “homicidio culposo”. Para la acusación parece estar absolutamente claro que hubo dolo en la conducta del policía González, al ser él mismo quien accionó el gatillo y apuntó previamente contra Luciano Olivera.



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