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La Ciudad 1 de noviembre de 2019

El recuerdo a los tripulantes del “Marlín”, a 45 años del naufragio

Familiares de los diez hombres fallecidos en el accidente se reunieron en la redacción LA CAPITAL. El barco, uno de los pocos de la ciudad que trabajaba en la captura de tiburón, desapareció a pocos metros de la costa marplatense, a la vista de muchos pescadores y vecinos que estaban en la escollera norte de Playa Grande.

Familiares de los fallecidos del "Marlín" toman fotos del diario de LA CAPITAL del 2 de noviembre de 1974, donde se daba por primera vez la noticia del naufragio.

Para muchos es la primera vez que se ven después de la tragedia. Otros supieron mantener un vínculo sostenido por frecuentar los mismos círculos. Todos, aseguran, comparten el mismo dolor.

Un grupo de familiares de los diez tripulantes fallecidos en el hundimiento del barco “Marlín” se encuentran en la redacción LA CAPITAL en las vísperas del 45° aniversario de un naufragio que todavía resuena en la memoria de los marplatenses por el impacto que generó en la sociedad de ese entonces: el barco desapareció a la vista de todos, a tan solo 500 metros de la costa de Playa Grande, en un 1 de noviembre soleado de 1974.

En el encuentro a más de cuatro décadas después, abundan los abrazos, las charlas para ponerse al día y, por supuesto, el recuerdo de una jornada que marcó sus vidas y sus familias. Las lágrimas no tardan en llegar, el llanto brota en cuestión de segundos y se contagia hasta tomar, en mayor o menor medida, a cada uno de los presentes.

“Lo que nos pasó es una herida que queda y que uno solo puede ir poniéndole una crema, para que duela o se note menos, pero siempre está ahí”, dice Ana Tringali, una de las hijas que perdió a su padre en el mar. El resto asiente en silencio, y en el aire se repite el clima de angustia que aparece en cada naufragio, en cada despedida que no se espera y en cada dolor que no sana.

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Lo que queda, eso sí, es el recuerdo permanente de quienes dejaron la vida en el mar: el capitán Horacio Salvini; el motorista Salvador Tringali; Ángel Raciti, marinero; Antonio y Oscar Alonso -padre e hijo; Joaquín Pennisi; Pablo Salvini, hijo de Horacio; José Solsona, Francisco Blandino y el adolescente José Salvini, aprendiz y sobrino del patrón. La muerte de los diez tripulantes enlutó a la comunidad italiana local (nueve de ellos eran sicilianos), a siete familias (seis de ellos mantenían un parentezco) y a toda la sociedad marplatense, que solo pudo llorar sobre los cuerpos de seis de ellos. Tringali, Raciti, Pennisi y Blandino nunca aparecieron.

Las crónicas del horror

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Las crónicas del sábado 2 de noviembre de 1974 describen las escenas de dramatismo que se vivieron en la banquina de pescadores la tarde del viernes 1°, cuando amigos, familiares y vecinos en general comenzaron a acercarse tras conocida la noticia.

“Eran las siete menos cuarto de la tarde, y la escollera norte estaba poblada de pescadores deportivos que distraían su atención en el incesante ingreso de lanchas pesqueras que retornaban al puerto tras la jornada de trabajo. De pronto, alguien dio la voz de alarma: ¡Se está hundiendo una lancha! Y la tragedia comenzaba.”, reza las primeras líneas de una extensa cobertura de LA CAPITAL.

Las siguientes detallan como un matrimonio que se encontraba pescando en la escollera norte fueron los primeros en ver el accidente. “Las lanchas venían entrando, y de repente vimos que una de ellas se daba vuelta y empezaba a hundirse por la parte de atrás. Estaba a unos quinientos metros de la boca y a otro tanto de la costa. Gritamos lo que estaba pasando y empezamos a tocar bocinas para llamar la atención de las otras embarcaciones. Pero no nos hacían caso: creían que estaban saludando”, dijo la mujer de la pareja, describiendo la impotencia que muchos otros sintieron esa tarde. Tan cerca y sin poder ayudar.

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Las razones del accidente son hasta el día de hoy inciertas. Las notas de archivo hablan de una combinación de fuerte marejada con una carga excesiva, al tiempo que destacan no solo la trayectoria del capitán Salvini, señalado como “uno de los patrones más experimentados del puerto”, sino también la fortaleza del “Marlín”, que para ese entonces contaba con una antigüedad de 20 años pero una refacción integral de menos de 5 años.

“Era una de las pocas embarcaciones que se dedicaba a la captura de tiburón. La más reconocida. Era tan fuerte e importante que nadie podía creer que eso había pasado. Era el Titanic de la banquina chica“, dijo Ana. José Luis Pennisi, hermano de Joaquín Pennisi, compartió la comparación.

Tras la noticia, la oscuridad del luto

Todos recuerdan donde estaban al recibir la noticia. Los hoy adultos eran apenas unos niños y jóvenes al momento de la tragedia, pero recuerdan como si fuera ayer el momento en el que las palabras que nunca hubiesen querido escuchar llegaron a sus oídos. También recuerdan las corridas desde sus casas al puerto, las dos semanas de espera agotadora en la banquina rogando a que aparezcan los cuerpos, la desazón en sus casas.

Uno de los recuerdos que se destacan es el de Salvador Raciti, que tenía 14 años y trabajaba como cadete en un hotel de Punta Mogotes cuando dos turistas, que estaban pescando en la escollera, llegaron conmocionados por haber sido testigos del hundimiento de un barco a metros de la costa.

“Yo sabía que era el barco donde iba mi papá porque la gente dijo que se decía en la escollera que el buque pertenecía a una persona que unas semanas antes había perdido a un hermano que había encallado con su barco cerca de Villa Gesell. Y yo sabía que mi papá había ido a ese salvataje. Ahí supe que en el barco hundido iba mi papá”, recuerda, emocionado. En su memoria también recorre los pasos que siguieron a esos minutos: correr hasta su casa, recorrer la misma buscando a su papá sin avisarle a su madre y hermanas del miedo que lo tenía preso. También se fue hasta la banquina donde encontró el dolor reflejado en las caras de los que iban llegando. “Veía a mi papá en cada pescador que aparecía. Todos vestían igual y yo en todos veía a mi papá”, dice, mientras su mano tiembla. El recuerdo está tan vívido como el amor hacia quien le dio la vida.

El luto también marcó sus vidas tanto como las pérdidas de los seres queridos. Mirta Edith Solsona, hija de José Solsona, aseguró que tras las tragedia “las mujeres nos quedábamos en casa. Yo era chiquita pero las ventanas estuvieron todas cerradas, las radios apagadas. No se salía”. Casi al unísono, el resto de las mujeres presentes, dijeron que en sus casas había pasado lo mismo. “En las casas no entraba el sol. Estuvimos así por años”, señaló María Teresa Raciti.

En las instalaciones de la redacción de LA CAPITAL, las emociones afloran como el jardín en primavera y las conversaciones entre los presentes se entrecruzan, cambian de interlocutores y fluyen como quienes tienen mucho que contarse, mucho que decir y mucho que recordar.

A 45 años de un naufragio que marcó a una ciudad entera, el dolor y el recuerdo perduran, pero también el orgullo de siete familias que destacan el esfuerzo y el sacrificio de quienes dejaron su vida en el lugar que más apreciaban: el mar. El reencuentro fue visto por los presentes como un pequeño homenaje.

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Participaron de esta nota: los familiares Ana Tringali, José Luis Pennisi, José “Pipo” Ramaci, Sebastián Blandino, Miriam Ramos, Salvador Raciti, Fernando Giuletti, Graciela Salvini, Adriana Salvini, María Teresa Raciti, Sandra Aguirre Solsona, Mirta Edith Solsona, Graciela Raciti, Heraldo Bucetta y Roberto Pennisi.

Un broche de oro: la maqueta del barco

Un libro y una película, la razón detrás del encuentro