Opinión

El segundo año de Gabriel Mestre

por Hugo Segovia

La soltura que desde el primer día mostró el nuevo obispo de Mar del Plata, el marplatense Gabriel Mestre, ha provocado una cercanía capaz de hacernos sentir sus hijos, sus hermanos, sus amigos. Nos fue descubriendo la extensión de ese corazón que nos ha ido enseñando cómo estar en el mundo a través del Evangelio.

El camino sinodal abierto por monseñor Mestre en su primera carta pastoral del 22 de noviembre de 2017 ha ido marcando la marcha de la diócesis. Su invitación era caminar juntos en la audacia del Espíritu y todos los esfuerzos son como ríos que desembocan en el acontecimiento que se prevé concretar en 2020.

Recorriendo sin cesar los kilómetros ha leído la ciudad a la luz del Evangelio, conectando con los problemas como lo demuestra su intervención para solucionar el grave problema municipal lo que mereció que un periodista local lo situara “entre tiburones” aprovechando que monseñor Mestre no vacila en nadar en el mar.

Lo vemos tomando mate y dialogando con los medios a la vez que tocando la guitarra para cantar con los chicos de una guardería.

Una presencia fresca, joven, viva que nos recuerda lo que Francisco de Asís decía: “inútil caminar hacia cualquier lugar a menos que el caminar sea nuestra predicación”.

Pan para los peregrinos

No resulta fácil elegir una imagen que exprese un año de episcopado.

Sin embargo hay una que puede hacerlo: el 16 de marzo en la casa de Ejercicios Espirituales San Francisco y Santa Clara medio centenar de hombres y mujeres comprometidos con lo político y lo social participaron de un encuentro de reflexión al que el obispo los había invitado. La foto del año puede ser la que por entonces se tomó.

Urgidos por la coyuntura electoral pero más aún porque el compromiso de renovación de la Iglesia es capaz de expresarse también en el plano político y social que no minimiza ni desautoriza lo temporal sino que la integra. No en vano se ha dicho que un obispo es un hombre de dos reinos y monseñor Mestre no es hombre de fríos análisis sino que juzga a partir de la realidad.

El actual obispo también se ha dedicado a la pastoral bíblica. Un libro de su autoría “Jesucristo pan de vida para nuestro pueblo peregrino” es un análisis del Capítulo 6 del Evangelio de San Juan.

De allí sacamos estos pensamientos: “el desierto es un espacio inhóspito, el sitio donde experimentamos con crudeza la intemperie, el calor sofocante del día y el crudo frío por la noche. Nuestras ciudades y pueblos, nuestro mundo cotidiano se puede transformar o puede ser un verdadero desierto. Soledad y aridez en los vínculos, intemperie de fraternidad, ausencia de pan y agua que reflejan hambre y sed de paz, alegría, amor, escucha, verdad, justicia. En los duros desiertos de la vida cotidiana nos animamos a decir una y mil veces: Jesús es el señor”.

(*): Presbítero.

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