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El título del siglo para Mar del Plata

Hace cincuenta años, con su triunfo 2-1 sobre Mendoza en el San Martín, la Selección de esta ciudad ganó el Campeonato Argentino. Aquella fue la gran conquista del fútbol marplatense del siglo XX. Y por muchos años, hasta los más recientes ascensos de Aldosivi, Alvarado y Unión, fue el único campeonato para mostrar. Recuerdo para un equipo inolvidable.

Por Sebastián Arana

El periodista Armando Fuselli, en su libro “100 años de fútbol marplatense”, cita una frase anónima memorable. “Será más fácil que el hombre llegue a la Luna que Mar del Plata sea campeón del Argentino…”, se le escuchó decir alguna vez a un desconsolado seguidor de la Selección.

La conquista del Campeonato Argentino Interligas, popularizado como el “Beccar Varela” -a raíz del nombre del trofeo que se entregaba a las selecciones del interior dentro de una Copa Presidente de la Nación cuyo título se repartían, como era lógico, los profesionales de Capital o de Buenos Aires-, se había convertido en una especie de quimera para el fútbol marplatense.

Tres veces Mar del Plata había accedido al cuadrangular final y tres veces se quedó con las manos vacías. En 1946, en Paraná, se rindió ante el calor y el poderío de las selecciones de Córdoba y Tucumán, finalmente campeona. Los restantes, en 1956 y 1964, fueron más dolorosas todavía. Porque en ambas el título se le escapó de local, en el estadio General San Martín.

La instancia provincial, asimismo, no solía resultar sencilla. El propio Fuselli, que el próximo año presentará su nuevo libro “Y dale Rojo, dale”, una historia de las participaciones de la Selección de esta ciudad en el Argentino, explica la cuestión. “Mar del Plata era la odiada de la Provincia. Candidata casi siempre, usualmente le tiraban a matar”, afirma. Y son muchas las historias de climas hostiles vividas por los futbolistas marplatenses.

“Ganar el Argentino era una cuenta pendiente para Mar del Plata”, afirma Jorge Tauler, preparador físico de casi todas las selecciones de fútbol de esta ciudad de las décadas del ’60 y ’70 y ex integrante de la Sección Deportes de este mismo medio. “Pasaban los técnicos, yo no”, afirma con legítimo orgullo.

Esa historia esquiva, sin embargo, no iba a ser eterna. Al fin y al cabo, el hombre llegó a la Luna en 1969. En consecuencia, para algunos, 1970 era un nuevo comienzo.

El “Negro” Pacheco

Fuselli maneja como probable fecha de presentación para su libro la de las Selecciones la del próximo 14 de abril. No es un día al azar. “El 14 de abril de 1970 Pacheco firmó su contrato por la Liga por 300 pesos de entonces. Como casi todos los técnicos de entonces, eligió a Tauler como preparador físico”, explica el periodista.

“En realidad, Juan Manuel Romay estuvo a punto de continuar como DT. Con él al frente, la Selección venía de hacer un buen Argentino y había sido eliminada por un buen equipo de Santa Fe, con los hermanos Scotta. Se hizo una votación en la Liga entre él y Pacheco y la ganó Romay, por muy poco. Pero a él no le cayó bien que se haya votado para decidir si debía continuar y presentó la renuncia. Y así se quedó el Negro” con el equipo”, revela Fuselli.

Pacheco le pone a Videla la Copa en la cabeza.

Pacheco había sido uno de los jugadores de Mar del Plata que se quedó a las puertas del título en 1956. Su papel en el proceso de formación de aquella Selección fue muy destacado por los propios futbolistas. Pese a tropezar con una dificultad inicial importante. Kimberley, el equipo del momento, estaba clasificado para jugar el Nacional de 1970 y, con toda lógica, no cedió a sus jugadores.

“Si Kimberley, que tenía un equipazo, no jugaba ese Nacional, posiblemente muchos de nosotros no hubiéramos tenido lugar en el equipo”, afirma Carlos Miori, el wing izquierdo titular, en ese entonces un talento emergente de Deportivo Norte.

“El equipo se armó sobre la base de San Lorenzo y Quilmes. Tal vez nos haya beneficiado por esa historia de la rivalidad entre San Lorenzo y Kimberley. Y así se pudo armar un grupo fuerte”, explica Miori.

“Pacheco había sido jugador hasta muy poco antes de ese torneo analiza el profe’ Tauler-, conocía perfectamente cómo sentían los futbolistas. Él trabajó mucho sobre la armonía y la camaradería y consiguió lograr un gran espíritu de grupo“.

“Estaba muy cerca de los jugadores. En lo humano y en la formación de grupo, el Negro era un fenómeno”, apunta Carlos “Rulo” Moreno, por entonces marcador central de Quilmes, quien durante el transcurrir del torneo se afianzó como uno de los titulares del equipo.

“Fue un plantel de grandes jugadores y grandes personas. Yo siempre digo que en el fútbol no gané plata, pero gané amigos. Varios estuvieron en esa Selección”, recuerda Adán Amán, otro de los defensores de la Selección, un cordobés que había llegado a esta ciudad desde Batán en 1966 para jugar en Atlético Mar del Plata.

“En aquella época los técnicos eran distintos. No había tanta táctica, ni tanto verso. No hace tanto, cuando Holan ganó la Sudamericana con Independiente, todo el mundo hablaba de los drones en los entrenamientos y todas esas cosas…Pero después le vendieron dos o tres jugadores y ya no se habló de los drones. La única verdad del fútbol pasa por los jugadores. Y el Negro’, que era un bohemio y muy simple, eligió muy bien”, remata Miori sobre el inolvidable DT.

Miori festeja el gol de Picabea en la final.

Es hora de recordar, entonces, a aquella “tropa” de Pacheco. Los futbolistas Jorge Videla, Oscar Pérez, Jorge Grosso, Rubén Montero, Néstor Lauge, Eduardo Picabea, Adán Amán, Carlos Moreno, José Soler, Carlos Vázquez, Gustavo Ripke, Alberto Gómez, Roberto Echeverría, Rafael “Gambardela” Martínez, Osvaldo Mosconi, Roberto Parodi, Oscar Bustos, Juan Domingo Loyola, Juan Vicente Miccio, Carlos Miori y Pedro Gómez Vila, la dupla Pacheco Tauler como DT y preparador físico, el doctor Natalio Miano, los masajistas Armando Marina y Ángel Robert y el utilero Néstor Rossi.

La construcción del equipo

“No tuvimos problemas para entrenar. Los clubes les dieron permiso a sus jugadores para hacerlo con la Selección tres veces a la semana. En ese sentido, la predisposición fue muy buena. Y practicábamos casi siempre a la tardecita. Salvo los jugadores que venían de afuera a jugar el torneo local, los demás trabajaban”, recuerda Tauler, quien agrega otros detalles de la preparación.

“Pacheco quería pelota y cancha. Si yo necesitaba playa, él no se oponía. Pero prefería largamente los entrenamientos con pelota. Siempre había una bolsa con no menos de veinte en cada práctica. Las usábamos hasta en los abdominales. Al Nene’ Echeverría, por ejemplo, mucho no le gustaba la parte física, pero como incluíamos la pelota en todos los ejercicios no se quejaba. Otros, en cambio, como Rubén Montero, eran fanáticos del entrenamiento”, recuerda el “Profe”.

Se hicieron amistosos importantes. Antes del torneo, por ejemplo, vinieron al estadio “San Martín” Quilmes (1-1) y Gimnasia y Esgrima La Plata (2-2), con el “Loco” Gatti como arquero. Y entre los cruces de La Pampa y Bahía Blanca nada menos que River (2-2) visitó la ciudad.

Otros aspectos, en cambio, fueron menos aceitados. “Si bien se empezó con tiempo, la Liga no les dio mucha bola y muchas veces ellos tuvieron que conseguirse ropa y lugar para entrenar. Pero esa desidia los puso más fuertes todavía”, cuenta Armando Fuselli.

La formación definitiva apareció con el correr de los partidos. El primer rival fue La Pampa, un triunfo 2-1 en el Estadio “San Martín”, domingo 6 de setiembre de 1970. Adán Amán recuerda esa ocasión mejor que nadie.

Los jugadores de  Mar del Plata formados para la foto antes de la final con Mendoza.

Me casé el viernes a la noche y el domingo fui a jugar ese partido. El problema era que después venía la luna de miel. Y le dije a Pacheco: Mire, partidos de fútbol voy a jugar mil; pero me voy a casar una sola vez’. Y me fui de luna miel a Córdoba”, contó.

El “Turco” Amán empezó su matrimonio con María con el pie derecho y formó una linda familia con cuatro hijos. Pero la decisión prácticamente le costó el puesto. En la revancha con La Pampa jugó Eduardo Picabea y ya no salió. Amán, después, actuó en el partido de ida con Olavarría porque “Rulo” Moreno había sido expulsado en el desquite con Bahía Blanca. “No hubo problemas de mi parte. Había sido una decisión mía y yo sabía que podía jugar otro. Y Pacheco, en 1973, me llevó como refuerzo a San Lorenzo para jugar el Nacional”, asumió Amán.

Mar del Plata pasó a La Pampa con un 1-1 como visitante con un gol de Loyola, ingresado en el segundo tiempo y a partir de entonces titular inamovible. Para enfrentar al próximo rival, Bahía Blanca, entró al equipo Miccio y el “Pato” Lauge pasó de delantero a lateral derecho. La mejoría fue marcada. La Selección goleó 6-2 en el “San Martín” y se impuso 2-1 en la cancha de Olimpo. Ahí fueron expulsados Moreno y Alberto Gómez.

Se venía la final provincial con Olavarría y para la ida Pacheco volvió a meter mano en la formación titular. Volvió Amán por Moreno y el “Nene” Echeverría reemplazó a Gómez. Pero en el segundo tiempo le dejó su lugar a Gustavo Ripke, factor clave para resolver (3-1) un partido complicado. Ese día Pacheco encontró el once ideal. Mar del Plata estaba preparada para lo que sea.

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El “factor” Olavarría

El infierno que vivió la Selección en Olavarría, que tuvo que ser rescatada por el Ejército de los ataques de una turba enfurecida, fue motivo de varios recuerdos el mes anterior, en ocasión de los cincuenta años de aquel partido. Todavía hoy, cada vez que el plantel se reúne, sale aquello como tema de conversación. “Somos todos escorpianos, hoy nacimos de nuevo“, dijo aquella vez el “Gordo” Jorge Videla y esa frase resume todo.

El único que no tuvo miedo fue el “Turco” Amán. “A los 16 años había sido infante de Marina en Puerto Belgrano, ahí me sacaron el miedo, ese encierro no era fácil, no veíamos una mujer ni en foto”, recuerda. Los demás, en cambio, vivieron momentos casi de terror. Los que estuvieron ahí y después los propios familiares de los integrantes del plantel en la medida en la que iban conociendo los pormenores de esa tarde de furia.

Titular del 16 de noviembre de 1970 de un medio olavarriense.

Haydeé Pacheco, esposa del “Negro”, no tiene muchos recuerdos del torneo. “Por entonces yo vivía en la zona de Trenque Lauquén y éramos novios. Después de lo de Olavarría me vino a visitar. Cómo me habré asustado, que ese mismo día me pidió que nos casáramos. Eso sí, cumplió tres años después”, cuenta con humor.

Después de semejante trance, que vino con clasificación incluida al cuadrangular final (tras el 4-1 en cancha de Estudiantes), ya no había enemigo chico. “El grupo nunca quiso contar mucho sobre lo de Olavarría, nunca un regimiento tuvo que ir a rescatar a un equipo de una cancha. Pero todo lo que trajo aparejado aquel partido fue ganancia. La gente se terminó de volcar decididamente hacia el equipo. El plantel se fortaleció mucho y sólo quería una cosa: ganar ese torneo”, resume el “profe” Tauler.

Mar del Plata volvía a ser la sede del cuadrangular final. Rosario, Córdoba y Mendoza tocaron como rivales. “Los tres tenían buenos jugadores. En Rosario estaba el ‘Bambi’ Alfredo Veira, que después vino a Aldosivi. Como Talleres estaba en el Nacional, la base de Córdoba la aportó Belgrano; estaban Jorge Guyón, la “Pepona” Reinaldi y Alberto Beltrán, de Instituto. Y en Mendoza estaban Juan Carlos Grudzien, que después fue a Independiente, el arquero Enrique Reggi, Eduardo Maryllack, Juan Soto…No eran poca cosa”, resume Armando Fuselli.

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“Yo creo que la localía fue importante. No porque fuera pesada por la presión de la gente, sino porque nosotros nos sentíamos cómodos jugando en el San Martín’”, aporta Carlos Miori.

Festejo de la gente tras la consagración.

El propio “Bombillo” sostiene que esa Selección fue uno de los mejores equipos que integró en la ciudad. “Nunca hubo un equipo así en Mar del Plata”, amplía “Rulo” Moreno.

“Para entonces sostiene Fuselli- la selección jugaba muy bien. El eje era Osvaldo Mosconi. El Gordo Videla, que no es muy amigo de dar reportajes, hace poco me reconoció que lo primero que hacía cuando sacaba del arco era ubicar a Mosconi. Y también al Botellón’ Parodi y al Negro’ Loyola. Todos jugadores lentos físicamente, pero muy rápidos mentalmente y clarísimos. Para correr estaban Miccio y Miori y eran muy peligrosos”.

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Pacheco resolvió que el equipo se aislara de todo y concentrara en “El Viejo Contrabandista”, en Santa Clara del Mar. “Estábamos aislados, cerca de la ciudad y lejos al mismo tiempo. No nos molestaba nadie. Y el grupo lo tomó muy bien”, recuerda Tauler.

Mar del Plata venció 1-0 a Rosario y en la segunda fecha 4-2 a Córdoba. Como mendocinos y cordobeses igualaron en la primera jornada llegó al 14 de diciembre con la posibilidad de consagrarse con sólo igualar ante los cuyanos.

“Raúl Ramírez, que era entonces el jefe de Deportes del diario, dispuso que José Luis Ponsico hiciera la crónica de la final y yo lo ayudara con materiales secundarios. Y que haga la crónica de Córdoba Rosario. Vuelvase al diario a escribir ese material y después regrese al San Martín’, me dijo. Ni loco, no me lo pienso perder. Escribo todo cuando vuelvo del partido’, le respondí. Y él aceptó”, aporta Fuselli sobre la cobertura de esa noche.

Las emociones de ese partido nublan el recuerdo. Todos coinciden en que nunca antes habían visto así al “San Martín“. “Yo no me olvido más del gol de Picabea“, apunta “Rulo” Moreno. “No sólo porque fue el primero y fue un golazo. En primer lugar, estaba un poco lejos. Y, en segundo, porque todos esperábamos que pateara Loyola o Miori. No era fácil patear un tiro libre en aquella Selección. Había varios que le pegaban muy bien a la pelota”, amplía.

El gol de Picabea en la final.

Al “fierrazo” del central de Quilmes lo completó una brillante escapada de Miccio. “Entró al área como un rayo, fue una jugada velocísima, explosiva”, recuerda Fuselli.

Algunos admiten que se sorprendieron de irse 2-0 arriba al descanso. Mendoza descontó y apuró en el complemento. Pero Mar del Plata aguantó. Después de lo de Olavarría, no había fuerza en el mundo que le pudiera arrebatar aquel título.

No me olvido más de la caravana. Se empezó a sumar la gente por la calle Alvarado y cuando llegó al centro era una multitud. Nunca antes el fútbol había provocado una explosión de alegría igual. No hubo mejor final para una Selección que empezó a jugar con tribunas despobladas ante La Pampa y que terminó llenando el estadio”, completa Fuselli.

La caravana de la gente tras la consagración.

Cincuenta años pasaron del primer gran día de gloria para el fútbol marplatense. El recuerdo, para los protagonistas y testigos directos, sigue tan fresco como siempre.

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