Deportes

El Tordo Leali, amigo leal

El fallecimiento de un emblemático médico de la Selección.

por Guillermo Blanco (*)

Horacio Leali era como el guardián de la mesa. Nueve menos diez ya estaba sentado esperando el rito semanal del encuentro. Enseguida íbamos llegando los demás, y el saludaba a todos sin levantarse, sobre todo en los últimos tiempos en que las muletas denunciaban alguna deficiencia motriz. Los temas futboleros y políticos comenzaban a sucederse, de acuerdo a la presencia de un determinado comensal infrecuente, y él siempre escuchando. Hasta que solía copar la parada con la música clásica y ahí ganaba siempre, nadie se animaba a debatir sobre el violinista alemán llamado tal en su sinfonía tal. Y no había manera de estar a su altura. Como tampoco cuando se trataba de recordar el caso de la rodilla del jugador tal que operó una vez, o del ligamento cruzado esquivo que pudo domar con su sapiencia quirúrgica…

Siendo integrante del staff médico da AFA, fue incluido como facultativo en las selecciones nacionales cuando se formaba el Juvenil que sería campeón del mundo en Japón y esto fue preludio de la Mayor y de equipos de clubes junto a Menotti. Su debut fue en el partido con el Cosmos, en Tucumán, la noche que el “Pichi” Escudero tuvo la desfachatez de meterle un caño a Franz Beckenbauer. Este tipo de anécdotas también le gustaban, como todo lo relacionado con el fútbol asociado a un buen vino, a la estética, al arte.

Cada encuentro anual con los pibes de aquel Juvenil 79 era como un rito. Y se lamentaba cuando por una cirugía de meniscos no podía concurrir, pero Osvaldito Rinaldi, Juan Simón, Sergio García, Marcelo Bachino, Manuel Torres, Rubén Rossi, Abelito Carabelli, Hugito Alves y los que se sumaban algunas veces, sabían que él igual estaba a la mesa.

Ultimamente Horacio comenzó a faltar algunos miércoles a la cena mantenida a través de los años por César Menotti y otro médico amigo, Horacio Mayorga, a la que tenemos el privilegio de pertenecer en forma vitalicia. Muchos supieron de Leali yendo allí, aunque sea alguna vez. Decenas de futbolistas y gente de la cultura, de la música, lo veían cordial, simple, hablando lo justo y a veces de menos para dar paso a otras voces. Siempre de perfil bajo.

“Guillermo, sabés que te quiero mucho. Y sabés que me queda poco. Si llegaras a escribir algo de mí, alguna necrológica, por favor poné que era un tipo honesto, sano, amigo de los amigos, vos sabés…”, me tiró de una en un mensaje de voz la semana anterior. Obviamente él ya sabía el desenlace. Justo me había llamado el profe Fernando Signorini para decirme que había ido a verlo. El miércoles de la semana pasada César (Menotti) me contó que un rato antes estuvo visitándolo en el hospital Italiano y con su gesto moviendo la cabeza hacia los costados, no hicieron falta palabras.

Me quedé sin verlo. Iba a ir el sábado por la mañana, pero te veré otro lado. Si no pensás lo contrario, ocuparé tu silla, pero lo que jamás podré hacer será manejar tus silencios, intentar alguna intervención como las tuyas. A lo sumo, cuando se hable de música, llegaré a asociarte con algo de Yupanqui, como cuando don Ata dijo que un amigo es uno mismo en el cuerpo de otro.

(*) Especial para LA CAPITAL.

Guillermo Blanco es uno de los periodistas destacado de la historia de El Gráfico. Ex jefe de prensa de Maradona.

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