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El toro por las astas…

Con 35 años y medio, Roger Federer cosechó en Melbourne los frutos de tres grandes decisiones que afrontó en la temporada 2016. La historia detrás de su 18° título de Grand Slam.

por Pablo Amalfitano

Tras los dos años de resurrección de la mano del sueco Stefan Edberg, quien reinventó su juego y lo volvió aún más ofensivo, Roger Federer debió afrontar la temporada más accidentada de su gloriosa carrera. Con 34 años, el suizo levantó la cabeza y tomó duras resoluciones en pos de alargar su trayectoria y permanecer más tiempo en la élite del tenis mundial.

Luego de caer en semifinales de Australia ante Djokovic, el menisco de la rodilla izquierda resultó la primera piedra en el zapato del por entonces número 3 del mundo, quien tomó la primera gran decisión del año: se sometió en febrero a una artroscopía para intentar solucionar el problema. Sus planes de regresar un mes después en Indian Wells y Miami quedaron truncos y Federer alteró su calendario para reaparecer en Montecarlo.

En el inicio de la gira europea de polvo surgió el segundo inconveniente. El astro suizo padeció una dolencia lumbar en el Principado y en Roma, por lo que tuvo que tomar la segunda gran resolución: bajarse de Madrid y Roland Garros, lo que significaría cortar la marca inédita de 65 presencias consecutivas en certámenes de Grand Slam. Todo sea por volver sano en la temporada de césped.

“Mi espalda está bien de nuevo; fueron tres buenas semanas de trabajo”, disparó Federer en Stuttgart antes de tener una buena actuación en el primero de sus tres torneos en pasto. Después de Halle, protagonizó una gran aparición en Wimbledon, donde remontó un partidazo contra Marin Cilic y cayó en semifinales ante Milos Raonic.

Pero los problemas no habían terminado. “Necesito una rehabilitación más extensa después de mi operación de rodilla a principios de este año y por eso le pongo fin a mi temporada”. Las sorpresivas declaraciones de Federer retumbaron en cada rincón del planeta. El suizo se perdería la cita de su gran objetivo del año y única cuenta pendiente, los Juegos Olímpicos de Río, además del Abierto de Estados Unidos y el Masters de Londres. Fue, sin dudas, la decisión más resonante y difícil de su carrera.

“Ahora sé lo que significa tener una lesión importante”, dijo el suizo en octubre durante la inauguración de la Academia de Rafael Nadal en Mallorca. El español, también alejado de las canchas, avisaba: “Ni a Roger ni a mí se nos olvidó jugar al tenis; trabajamos para volver a competir en el más alto nivel”.

El deporte, que siempre da revancha, tiene mucha memoria.  Cuando Federer desestimó seis meses de su calendario para cuidar su físico, lejos estaba de imaginarse lo que vendría. En el Abierto de Australia, su primer torneo oficial tras el regreso, desempolvó los libros de historia y rompió todos los esquemas. Una versión mejorada del suizo, por momentos más ofensiva que aquella de 2014-2015, se nutrió de las inesperadas derrotas de Djokovic y Murray para avanzar a la gran final, a la que también llegaría nada menos que Nadal, su rival de época, el hombre que había nacido para ganarle. Y Federer, que venía de tomar decisiones duras, se encontró con una oportunidad histórica.

En una final tan electrizante como emotiva, el suizo desplegó lo mejor de su repertorio durante varios pasajes y se quedó con su 18° título de Grand Slam. Tras la victoria 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3, le dijo a Rafa: “Si hubiera empate sería un honor compartir este trofeo contigo”.

Un enorme servicio, basado en 20 aces, 62% de primeros saques y 76% de puntos ganados con ese golpe; un revés tajante bien metido dentro de la cancha; y acortar los peloteos con decisión de ataque fueron las tres claves del suizo para quedarse con un triunfo tan sorprendente como histórico.

Federer se convirtió en el tenista más veterano en ganar una corona de Grand Slam desde que lo hiciera el mítico Ken Rosewall en Australia 1972 con 37 años. El suizo, además, completó 100 partidos en el primer torneo grande de la temporada.

Hay dos datos que no se pueden soslayar. Federer fue campeón tras eliminar a cuatro jugadores del Top 10 (Berdych, Nishikori, Wawrinka y Nadal) y es el primero que lo consigue desde que el sueco Mats Wilander lo lograra en Roland Garros 1982 (Lendl, Gerulaitis, Clerc y Vilas).

Y, como si todo esto fuera poco, el genio de Basilea es el único que ostenta al menos 5 títulos en tres de los cuatro certámenes de Grand Slam: 5 en Australia, 7 en Wimbledon y 5 en el US Open.

Federer, quién en 2016 tomó el toro por las astas ante la adversidad y apostó a futuro, hoy vive una nueva etapa gloriosa de su carrera, justo en el epílogo, y saborea la victoria con más pasión que nunca…

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