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Arte y Espectáculos 18 de abril de 2019

Empezó Blood Window con un debate sobre el cine argentino de género

Un festival de cine fantástico y de terror se lleva a cabo en Pinamar, con proyecciones e invitados especiales. Este jueves se debatió sobre la producción nacional de terror. Y se vio “Soy tóxico”, con Horacio Fontova y Esteban Prol.

“Nos falta una formación de público que respete al cine de género hablado en español”. Lo dijo Néstor Sánchez Sotelo, productor de varias películas de terror nacional, entre ellas “Necrofobia”, “Ataúd blanco” y la aún no estrenada “Soy tóxico”. Sotelo y el director y productor Daniel de la Vega son dos de los invitados a Blood Window Pinamar 2019, el festival de cine de terror y género que desde este miércoles se lleva a cabo en la vecina localidad costera.

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Ambos cineastas participaron del panel Factoría Fantástica Nacional, que se realizó en el Teatro Municipal de la Torre, en el centro pinamarense y sede de las presentaciones, los debates y de las proyecciones de las más de dieciséis películas seleccionadas de esta muestra.

Sánchez Sotelo y de la Vega reconocieron que, en Argentina, sus películas van dirigidas a una audiencia minoritaria que, a pesar del fanatismo con esta clase de filmes, lleva la impronta del prejuicio. Y a la hora de la apoyar las producciones de terror o fantásticas nacionales con la compra de una entrada, el espectador o la espectadora se vuelcan hacia el cine norteamericano, histórico líder del nicho audiovisual.

“El público es fiel al cine de género americano, vemos que hay un prejuicio con el cine de género argentino o español. Hay una limitación del español para penetrar en el mismo público que habla español”, agregó el productor y confesó que varias veces pensó en adaptar los guiones nacionales al inglés, para generar así una mejor comunicación con las audiencias locales.

Pese a esa limitación, las historias de terror argentinas ganan espacio en los mercados internacionales. Plataformas como Netflix y Amazon compraron “Necrofobia” y “Ataúd blanco” y esas cintas llegaron con éxito a otros públicos. Por eso ambos cineastas esperaron que, a futuro, esa difusión en el exterior genere más llegada al consumidor vernáculo.

“Necrofobia y Ataúd blanco posiblemente hayan sido vistas por millones de personas, aún recibimos comentarios en nuestras redes sociales, pero a nivel local trabajamos con un público reducido”, agregó Sánchez Sotelo.

Estos productores y directores son parte de una generación de cineastas que logró, tras décadas de inmovilidad, que el cine de terror argentino ganara espacios y financiación por parte del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales. Abrió el camino Farsa Producciones, una histórica productora de cine que estuvo presente en varias ediciones del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. “Plaga zombie” fue, acaso, la primera película realizada por esta factoría que apostó a un cine ultraindependiente, que entonces estaba marginado de la industria y de los subsidios.

Algo de ese panorama desolador para el cine de terror nacional está cambiando. “Soy tóxico”, por ejemplo, se filmó gracias a que el guión ganó un concurso patrocinado por el Incaa. Está producida por ambos y tiene dirección de Pablo Parés, integrante de Farsa. Su estreno comercial está previsto para septiembre de 2019.

Ees una ficción de terror ambientada en una Argentina postapocalíptica. Transcurre en 2101, un siglo después de la crisis de 2001. Y tal como ocurre en el presente, es el hambre lo que domina a una provincia de Buenos Aires arrasada, abandonada, gobernada por grupos humanos que se defienden de los zombies.

“Era una película gigante”, definió de la Vega al guión, que escribió junto a Parés y que, originalmente, iba a tener producción norteamericana y se iba a filmar en el Valle de la Luna, en la provincia de San Juan. La primera versión de la historia no se filmó, pero sí se adaptó a un cómic que apareció en la revista Fierro y que tampoco tuvo un cierre definitivo.

Varios a años después, el guión de “Soy tóxico” terminó reconvertido en una historia que lideran Esteban Prol y Horacio Fontova y que transcurre en suelo bonaerense, en un territorio serrano y árido. La cinta alcanza actualidad por la temática que aborda: la desesperación, el hambre, la sed  y el aprovechamiento que se hace de esos dramas humanos. Siempre bajo el código del cine de género: cuchillo, mucha sangre y pelea.

El festival Blood Window está organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, el festival español Sitges y la comuna de Pinamar. Habrá actividades hasta el sábado en diversos escenarios al aire libre: la novedad es la proyección de clásicos del género en el bosque costero. Para que el miedo sea más efectivo.