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La Ciudad 16 de junio de 2019

Empieza a ordenarse el tablero electoral rumbo a las PASO

Arroyo negocia su derrotero político. La dura negativa de Lavagna le resta opciones. La gran incógnita es la PASO oficialista. Pulti culpa a La Cámpora por su no inclusión en el armado peronista. Reacción impetuosa de Raverta.

Arroyo en un acto la semana pasada. ¿Irá solo o permanecerá en el oficialismo?

 

Por Ramiro Melucci

El cierre de alianzas electorales dibuja un horizonte más previsible a seis días del vencimiento del plazo para conformar listas. Entregó un puñado de certezas en un paisaje que solo estaba poblado de incógnitas. No es poco.

Desde el miércoles pasado se sabe que la reelección del intendente Carlos Arroyo no será una opción dentro del oficialismo, ahora rebautizado Juntos por el Cambio. También que no hay lugar para él al lado de Roberto Lavagna en el flamante Consenso Federal 2030. Se sabe además que Gustavo Pulti no irá a una PASO contra Fernanda Raverta, en lo que asoma como una división del armado opositor de consecuencias imprevistas.

Pero hay interrogantes que todavía no se despejaron. ¿La Provincia retendrá a Arroyo para no dispersar el voto oficialista? ¿Apelará el intendente a su partido vecinal para ir, como Pulti, con boleta corta? ¿Tendrá Ariel Ciano un rol protagónico en el Frente de Todos después del ingreso de su jefe político, Sergio Massa, a ese conglomerado peronista? ¿O se dirigirá hacia la otra puerta que tiene abierta: la candidatura a intendente por el espacio de Lavagna?

Conviene ir por partes. María Eugenia Vidal le hizo pagar a Arroyo cada una de las desazones que le provocó a lo largo de su gestión. Le clausuró el ingreso de su partido, Agrupación Atlántica, a Juntos por el Cambio. El intendente, que presentía ese final, coqueteó con Lavagna. La mera posibilidad de que el jefe comunal desembarcara en la “tercera vía” casi hace estallar la mesa local del ex ministro de Economía. Sus miembros solo se tranquilizaron cuando oyeron el triple “no” de Lavagna, en lo que algunos críticos del ex funcionario ya tildan como la definición más contundente que tuvo en toda su carrera política.

Las opciones de Arroyo parecen reducirse a dos: mantenerse dentro del oficialismo a cambio de algún puesto para él o alguno de los suyos o encarar una aventura personal con su partido vecinal. Con el agravante de que le quedan seis meses de gestión y sería tortuoso encararlos con un gabinete que en gran medida ya no le responderá y gobiernos de la Provincia y la Nación menos interesados en disimular sus diferencias.

No es lo único que el oficialismo define esta semana. Todavía está en una nebulosa la estrategia electoral. No es lo mismo una PASO que un candidato único. La definición de qué es conveniente no la toma Vilma Baragiola, Guillermo Montenegro ni Maximiliano Abad. La toma Vidal, que ni siquiera confirmó a su compañero de fórmula. 

Baragiola y Montenegro prevén una competencia entre ellos. Sería, al fin, un mano a mano entre la UCR y el PRO, los dos principales socios de la alianza. En un lado del ring, la radical resistida por Provincia pero con apoyo de los principales dirigentes de su partido. En el otro, el diputado respaldado por la gobernadora y el presidente. Hay un asunto adicional: a Abad, que en los otros campamentos ya dan afuera de la pelea, todavía nadie lo notificó de que debe bajarse. Sigue soñando con ser una síntesis de los dos espacios.

Al margen de la definición que entregue el cierre de listas del próximo sábado, en el oficialismo no ocultaron su alborozo por la división opositora. “Fue la mejor noticia de la semana”, clamaron en el entorno de Baragiola.

Pulti no consiguió su objetivo, que era presentarse en las elecciones con la boleta de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Procuró disimular el golpe en una conferencia de prensa en la que mostró mesura pero ventiló aspectos de la negociación. Por lo bajo contó más. Mencionó que Alberto Fernández, José Luis Gioja, Fernando Gray y los intendentes del conurbano le habían dado su aval para integrar el Frente de Todos. Solo Máximo Kirchner, es decir La Cámpora, se opuso. Y la palabra del hijo de la ex presidenta pesó más que la del resto. “Es decepcionante”, concluyeron cerca del ex intendente.

En el círculo íntimo de Raverta discuten esa versión. Sostienen que Pulti solo tenía los apoyos de Hugo Moyano y Víctor Santamaría. Y que la tarjeta roja no la sacó La Cámpora, sino el peronismo bonaerense. Lo concreto es que Raverta pretendía que Pulti bajara su candidatura y formara parte del mismo espacio. Cuando eso no sucedió, tuvo una reacción alejada del perfil moderado que venía mostrando. En la que ensayó, con tres años y medio de demora, un balance de la herencia que dejó Pulti en el municipio. Muy similar, por cierto, al que formuló Arroyo en diciembre de 2015.

La impetuosidad tiene un trasfondo. Raverta cree que Pulti obró de la misma manera cuando era intendente y le daban la lapicera K para armar las listas. Las críticas a la gestión parecerían sin embargo una contradicción si se memora la sociedad legislativa que mantuvo el kirchnerismo con Acción Marplatense en gran parte de los dos mandatos de Pulti. “No con Raverta”, fue la contundente aclaración que sonó en el entorno de la diputada, a quien ni siquiera le atribuyen un rol protagónico en la inclusión de la camporista Marina Santoro en el quinto lugar de la boleta que promovió la candidatura de Pulti en 2015. El entonces intendente, juran, prefería como interlocutor a Carlos Cheppi.