Arte y Espectáculos

“En nuestro país le hicieron fama de ogro, pero él era todo lo contrario”

Laura Escalada asegura que Astor Piazzolla -que compuso más de mil temas- era un hombre "sencillo, tímido y tranquilo; tierno, emotivo y muy cariñoso".

por Luciana Mateo

Las fotos de 1980 los muestran muy juntos: ella apoyada en él, los dos sonriendo; se los ve felices.

“Astor se reía con todo el cuerpo, no era una simple carcajada. Cuando estaba contento exudaba felicidad. Como cuando tocaba”. Así recuerda Laura Escalada a Astor Piazzolla, bandoneonista y compositor, uno de los músicos más importantes del siglo XX.

LA CAPITAL entrevistó a Escalada -su viuda- a 25 años de la muerte del artista marplatense y en ocasión de una muestra en su homenaje que se realiza en La Plata.

Ella desconfía de las efemérides. “Yo estoy muy agradecida, no hablo con desilusión, pero le tengo miedo a estas cosas. A mí me gustaría que lo recordaran siempre y que en Argentina se dieran cuenta de una buena vez que tienen un genio de fama mundial”, dice al comienzo de la charla.

Escalada compartió 16 años de su vida con Piazzolla, los últimos del compositor.

“En nuestro país nunca tuvo la prensa a favor; le hicieron fama de ogro, pero él era todo lo contrario”, asegura.

– ¿Y cómo era?

– Era un hombre común, sin problemas para convivir, sencillo, tímido y tranquilo. Aunque nadie lo pueda creer, también era tierno, emotivo y muy cariñoso. Pescaba y no le importaba que vieran que tenía una pierna más flaca que la otra por problemas que tuvo de chico? De pronto se ponía una máscara para jugar y divertirse y para descomprimir un poco las presiones que tenía.

– ¿Por qué tenía fama de tener mal carácter?

– Lo trataban mal, lo criticaban mucho y él tenía que defenderse. Era un artista reconocido afuera, pero en Mar del Plata y Buenos Aires lo llamaban “asesino del tango”, incluso lo han hecho bajar de un taxi. Y él tenía que reaccionar, si no, no hubiera sido humano.

Pancitos con caracú

Astor y Laura se conocieron el 11 de marzo del ’76, en el entonces Canal 11. El productor del programa en el que trabajaba propuso que ella -cantante lírica, locutora, conductora y actriz- entrevistara al músico. “Pero no, estamos en la Argentina machista y por supuesto que la nota se la dieron a un hombre, que además no la hizo nada bien”, recuerda Escalada.

En cada corte publicitario, Astor -que ya era reconocido internacionalmente- se acercaba para charlar.

Cuando la invitó al espectáculo que daría esa misma noche, ella aceptó, pero con la condición de que fueran también sus compañeros de trabajo.

“Pobrecito, nos dio la primera fila a todos”, dice, y agrega que “después me invitó a comer y yo le propuse lo mismo: que fuéramos todos. En ‘El Tropezón’ me daba pancitos con caracú, entonces una persona del equipo me hizo notar que me estaba distinguiendo mucho, aunque para mí lo hacía por pura cortesía porque me parecía inalcanzable”.

Ese día se quedaron charlando hasta las 7 de la mañana. La siguiente cita fue en el departamento de Piazzolla.

– ¿Entonces?

– Me preguntó si me gustaba el ajo. “Con locura”, le contesté y él suspiró: “Qué suerte, por fin una mujer a la que le gusta el ajo”. Ese día comimos ajo al pollo y después de esa noche no nos separamos más.

Las tres bodas

Se casaron tres veces: primero en Francia, luego en Paraguay y finalmente en 1988 en Argentina, una vez aprobada la Ley de Divorcio ya que Piazzolla venía de un matrimonio anterior con Dedé Wolff, madre de sus dos hijos.

– ¿Por qué tantas veces?

– Astor era bastante puritano y le molestaba que en los hoteles durmiéramos juntos sin tener el mismo apellido. El quería un papel que dijera que estábamos juntos, que yo era la “señora Piazzolla”. Pero ya en Argentina yo no quería casarme, le puse mil obstáculos, como que tenía que pedirme la mano, hablar con mi mamá… Leía en las revistas que la gente que había vivido espléndidamente bien en pareja durante muchos años, una vez que se casaba, se separaba.

– ¿Usted tiene hijos?

– No, y eso a él también le facilitó muchas cosas: nunca hubiera tenido tanta libertad si hubiera tenido una mujer con problemas, porque con los hijos pueden pasar cosas que interfieren en una pareja. Fue algo que se dio naturalmente. Este hombre a mí me necesitaba: él cambió su vida completamente y esto no lo digo yo, lo dice todo el mundo, se puede decir que lo reordené en la vida y vivió de otra manera. Lo cuidé mucho porque lo conocí después del infarto que tuvo en 1973.

Inspiración porteña

En agosto de 1990, mientras vivían en París, Astor Piazzolla tuvo una trombosis cerebral. Murió en Buenos Aires en el invierno del ’92, a los 71 años.

“Su destino estaba marcado; fumó mucho durante toda su vida: prendía un cigarrillo con el que se estaba acabando”, recuerda Escalada, y se lamenta de que a su marido “le pasó una fatalidad a una edad muy temprana. Hoy en día la gente vive más tiempo porque se cuida mejor y además en Argentina tenemos muy buenos médicos”.

– ¿Cuál era para él su mejor obra?

– La que iba a escribir. Cuando veníamos a Buenos Aires yo sabía que nos íbamos a volver enseguida porque él quería venir para inspirarse. El siempre decía que a Buenos Aires tenía que venir con algo superior a lo que había hecho.

– ¿Y para usted?

– Es muy difícil porque cada vez que lo escucho encuentro armonías que se me habían pasado y me parecen hermosas. Yo digo a la gente que vaya escuchando dulcemente y se dé cuenta del trabajo y el amor que hay en la obra de Astor. Escuchás su obra y ya sabés cómo es él -sus estados de ánimo, su carácter- y siempre debajo está el tango.

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