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“Es un disparate pensar que pueda existir esta especie de orgía en un jardín de infantes”

La abogada Patricia Perelló, defensora de la docente Analía Schwartz, habla sobre la sentencia que absolvió a la acusada de abuso sexual y corrupción de menores.

“Había chicos que se agarraban la cabeza, se tapaban las orejas y pedían que no les hablen más del tema. Los padres torturaban a los chicos con sus preguntas. ¿Cómo no se daban cuenta de lo que estaban haciendo?”. La abogada Patricia Perelló termina de pronunciar la frase y con las dos manos abiertas golpea la mesa de su estudio jurídico. “¡¡¡Cómo una nena no va a contar si la profesora le metió un alfajor en la cotorra!!! Le creyeron más a madres desconocidas de la puerta del colegio que a sus propios hijos”, exclama indignada.

Perelló fue la defensora de Analía Schwartz, la maestra absuelta por el Tribunal Oral Criminal N°1 de las acusaciones de corrupción y abuso de menores en el colegio Gianelli y el jardín de infantes “Maminas”. “La verdad es que el fallo es impecable, no porque nos dé la razón sino por el análisis medular que hicieron los jueces de cada uno de los elementos que se produjo en el juicio. Esto es lo que tiene de valioso”, dice en una extensa entrevista con LA CAPITAL.

– El fallo fue muy contundente con la actuación de la perito Silvina Catera. ¿Qué le pareció su forma de abordar a los chicos?

– Todo lo de Catera me pareció extraño. Catera ya venía descalificada como persona porque es una mujer que en La Plata entró a la casa de su hermano rompiendo la puerta y golpeó a la cuñada. Por eso tenía una causa por lesiones y amenazas y una prohibición de acercamiento a su hermano de 500 metros. Para insultar al hermano violó la prohibición de acercamiento. Es decir, es una persona que no tiene el menor apego a la ley y que no tiene estabilidad emocional. No estamos hablando de una psicóloga que cometió un accidente de tránsito, estamos hablando de una persona con un estado emocional precario. Además es una persona con una soberbia propia de la persona que no sabe. La persona que sabe mucho no es soberbia. Ella pareció decir que hacía su soberana voluntad.

– Todas esas son cuestiones personales. ¿Qué cuestionaron desde el punto de vista profesional?

-Fue cuestionada por nosotros desde el comienzo. Se lo decíamos al fiscal permanentemente, dejamos constancia en las actas, la denunciamos y pedimos que se impartiera normas para que ella se atuviera a las normas para interrogar a menores. Nada de lo que solicitamos fue escuchado.

– En un tramo de la sentencia los jueces sostienen que la perito puso en boca de los chicos cosas que nunca se dijeron. ¿Por qué podría hacer eso?

– Catera vino acá a sostener la hipótesis fiscal. Catera ya ha actuado en otras causas como la de Marcos Ledesma y Lucas Puig, que son dos profesores de música de La Plata acusados de abusos sexuales infantiles de la misma forma que Analía. Catera es llamada por los fiscales -cuando otros peritos dicen que no hay abuso- para sostener las hipótesis acusatorias. Ella acá muy suelta de cuerpo dijo que la única hipótesis que barajó es la existencia de un abuso. Cuando en realidad un perito tiene que ser objetivo e imparcial y barajar todas las hipótesis.

– La sentencia resalta que la perito llegaba con la premisa de que a los chicos siempre hay que creerles. ¿Hay que creerles o no a los chicos?

– A los chicos no hay que creerles ni dejarles de creer. El psicólogo no tiene que ir con la idea de qué pasó o no pasó. El psicólogo tiene que ir con una postura abierta y escuchar a los chicos. Pero acá no fue creerles o no, ella estimulaba cosas que los chicos no decían. “¿Vos tenés miedo?”, preguntaba y el chico nunca había hablado del miedo. Fue induciendo. Hizo todo lo que un psicólogo avezado en el tema de testimonio infantil no debe hacer.

Catera venía con 7 años de trabajo en el servicio penitenciario con violadores y un año y diez meses en la Procuración. Tenía cero experiencia y formación en niños. Y eso lo mostró a las claras. Una persona inepta y soberbia es la peor conjunción que pueda existir.

– Según los jueces la perito hizo mal su trabajo. ¿Eso significa que los hechos de todas forman pueden haber existido?

– Acá no se dejó de condenar ni se absolvió porque las cámaras Gesell tuvieran valor. Acá se absolvió porque era imposible que los hechos ocurrieran. Separemos la paja del trigo. Acá señalan la actuación de Catera porque Catera es un peligro potencial porque seguramente hará otras pericias. El punto es que independientemente de la actuación de Catera, el relato de los niños no coincide entre ellos, no tiene una lógica y es imposible que pasara.

– Catera fue enviada por la Procuración que se supone tiene peritos acordes para estos casos. ¿Cómo analiza esta situación?

– Esto no es así. El particular damnificado no se conformó con la perito de Mar del Plata Florencia Manterola que es impecable y tiene diez años de experiencia en niños. Es una persona criteriosa y mesurada. Pero se quedaban sin caso y por eso la rechazaron. Ella dijo que de todos los niños que entrevistó no escuchó un solo relato de abuso. Entonces como el particular damnificado perdía el caso pidió otro perito y mandaron a Catera.

– La sentencia deja en claro que fue un padre el que comenzó con la denuncia. ¿Qué le recomienda a un papá o mamá que se puede encontrar ante una situación dudosa de lo que pasa en el colegio?

– Le recomiendo que lo interrogue lo menos posible. Primero que no vivan con el fantasma de que son abusadores porque eso no es real. No es real que cada docente de música o gimnasia es un potencial abusador. Hay que sacarse el pánico moral que está en nuestra sociedad y que en otras ya erradicaron. Segundo que si el niño cuenta, que seguramente no va a contar nada salvo que el adulto diga algo, y el padre tiene alguna duda que trate de una manera lo más desapasionada posible de hacer mínimas preguntas generales como qué hace en el colegio y a qué se juega en la clase de gimnasio. El chico solo le va a decir. No hay que preguntarle si la señorita es mala o si lo tocaron. Si a un chico lo interrogo veinte veces termina diciéndome lo que quiero que diga. Terminé mi alegato hablando de un nene que habló de que no quería tener más familia porque lo tenían cansado.

– Usted estuvo en los tres casos de este tipo que conmovieron a la ciudad. Melo Pacheco y Schwartz fueron absueltos y Pandolfi fue condenada. ¿Encuentra un hilo conductor entre ellos?

– Quiero aclarar algo. La abogada en el juicio de Pandolfi no fui yo. Cuando me vinieron a ver ella ya estaba condenada. Yo relevé cien casos en toda la Argentina. Desde Ushuaia hasta el Norte del país. Todos son iguales. Es un patrón. Un padre, generalmente una madre, que hace una interpretación de alguna manifestación del chico y de ahí se desata la hecatombe. Empieza a llamar, las redes sociales y ahí ya está. No tiene retorno.

– ¿Por qué la mayoría de los denunciados son profesores de música y gimnasia?

– El 95% de las denuncias son contra profesores de gimnasia y música. Primero es porque hay más juegos y segundo porque es el docente con el que menos trato tienen los padres. Es más fácil denunciar a ese docente que apenas conocen.

– De todos esos casos que vio, ¿cuántos fueron culpables y cuántos inocentes para la Justicia?

– He visto de todo. Lo que pasa es que esto empezó más o menos en el año 2000. Es decir, en la década del ’90 no existían los docentes abusadores. La epidemia se desató en el año 2000. Después fue incrementándose y en 2013 fue el pico máximo de denuncias. Habría que ver sociológicamente qué pasó. Hay muchas absoluciones y muchas condenas. Acá los prejuicios de los jueces, la intervención desafortunada de muchos psicólogos… Mario Bunge decía que la psicología es una pseudociencia. Si a un nene le tocaron la cola, no lo puede decir porque una psicóloga lo dice. Y los jueces ante el temor de que quede sin culpabilizar se agarran de cualquier informe pericial para condenar. Hay peritos que de esto hacen su kiosco y alimentan pánicos morales.

– Entonces la Justicia absolvió, pero en otros casos también condenó. Eso quiere decir que hay docentes abusadores. ¿O no?

– Le voy a decir una cosa: nunca he visto que pase masivamente en jardín. Por ejemplo, todos estos docentes tienen los nenes de jardín y primaria. En primaria los nenes van a la clase de música solos porque no va el docente de sala. Sin embargo ahí no abusan. ¿Por qué? Porque a un niño más grande no se le puede inducir el relato. Yo creo que existe la seducción del docente con un chico más grande que puede tener 12 o 13 años. Pero que alguien haga este aquellarre de desnudar, de ponerle alfajores, de hacer cosas terribles en 40 chicos eso no creo que sea posible.

– ¿Si hay un docente pedófilo eso no puede ocurrir?

– No, no puede existir. Eso es un disparate. Puede existir en otro tipo de contexto donde el chico con la voluntad viciada se engancha con una seducción. Pero no esta especie de orgía loquísima de la que se habla en los jardines de infantes.

– En muchos de estos casos aparece por detrás el fantasma de la Iglesia. ¿La corporación eclesiástica interviene en estos casos?

– Siempre se inventan teorías conspirativas, pero no es verdad. Primero vamos a decir algo claro: en el caso Schwartz el Maminas no tiene nada que ver con la Iglesia. Es un colegio laico que pertenece a un matrimonio. Ahí todos los docentes declararon de la misma manera. Analía era laica y hace cinco años que trabaja en el Gianelli. ¿Por qué iba a haber una red de encubrimiento? Si alguien la hubiera visto cometer un acto raro, la hubiera despedido y denunciado. ¿Por qué iban a sostener a una docente que iba a generar un desastre en el colegio? No tiene lógica.

– Muchos de esos padres sienten que les tocaron lo más preciado que tienen y, más allá de que no se justifique, una fuerte reacción es comprensible. ¿Qué les diría a los que hoy están destrozados porque siente que han sido víctimas de una injusticia?

– Les diría que se enfríen y que escuchen todos los alegatos: los de sus abogados y los míos. Les diría que lean la sentencia y que busquen a una persona que se las explique, pero no a alguien involucrado. Les diría que escuchen todo y sobre todo con sus peritos que se embanderaron con el abuso y nunca fueron objetivos. Les diría que escuchen al Tribunal que criticó duramente a los peritos de parte. Les diría que piensen un poco en sus hijos, que recuerden cómo los interrogaron. Les diría que se informen y no se dejen informar por terceros.

“Hay una herida que no tiene retorno”

La abogada Patricia Perelló aseguró que pese a la absolución para la docente Analía Schwartz “hay una herida que no tiene retorno”.

– ¿Cómo es el día después de una absolución para el docente?

– Es reparatorio relativamente. Que los jueces digan que todo lo que la persona viene diciendo tiene un peso muy fuerte. Pero siempre hay una herida que no tiene retorno. Siempre hay un robarle algo. Una persona que mató a alguien puede reinsertarse socialmente y sería aceptado. Con esa acusación, no.

– ¿Es imposible volver de la condena social?

– Somos una sociedad prejuiciosa. No nos ponemos en los zapatos del otro. Es más fácil condenar que absolver. Cuando la gente debe responder por actos que no cometió, es una sociedad que me asusta.

– ¿Cómo afectó esto a la docencia?

– Modificó y deterioró todo. Deterioró el vínculo docente-alumno. Hay niños que lamentablemente el único afecto lo reciben por parte del docente porque vienen de lugares muy conflictivos. Hoy los docentes tienen miedo de dar afecto porque todo puede ser malintencionado. Se han dejado de lado un montón de juegos. Si seguimos así los chicos van a tener que ir a la clase de música y gimnasia sin hacer nada porque todo puede ser malinterpretado por los padres. Pero no todos: acá los que denunciaron son 45 en un colegio de 900 alumnos. Los van a condenar a vivir con un estigma por un capricho. Es un estigma que los chicos no merecen tener porque no les pasó.

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