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Opinión 8 de agosto de 2018

Ese hombre que escribía

En la biblioteca de la Universidad Nacional de Mar del Plata se puede visitar la muestra Rodolfo Walsh - Los oficios de la palabra. Una serie de textos históricos que redescubre su obra literaria y periodística. 

por Agustín Marangoni

Los textos están corregidos de puño y letra de Rodolfo Walsh. Con letra clara y subrayados precisos, revisó palabra por palabra su investigación que fundó el género No ficción. Operación Masacre fue el primer libro que adaptó el pulso de la realidad a la música literaria. El resto –Capote, entre otros– llegó ocho años después. Pero claro, prepotencia editorial mediante, se creyeron dueños de esas tierras.

Esas anotaciones son lo poco que queda de los bienes personales de Walsh. El 25 de marzo de 1977, en la esquina de San Juan y Entre Ríos, un grupo militar que seguía sus pasos desde hacía meses lo acribilló a balazos. Acto seguido, cargaron el cuerpo sin vida a un auto y lo llevaron a la ESMA. Un día antes, Walsh había repartido copias de su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar en la redacción de los diarios locales y a corresponsales de medios extranjeros. Cuando lo interceptaron, llevaba en su maletín el boleto de compra-venta de un terreno en San Vicente. Hacia allá se dirigió el grupo para cargarse un botín. Vaciaron la casa y llevaron las pertenencias al denominado Pañón de la Escuela de mecánica, donde amontonaban los bienes personales de las víctimas. Habían encontrado ropa, objetos sueltos y, como joya invaluable, el cuento inédito Juan se iba por el río. Patricia, la hija de Rodolfo, le pidió a los represores en pleno juicio que se lo devolvieran. No se supo más nada del texto. Tampoco del de cuerpo Walsh.

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“Los papeles corregidos fueron regalados, en su momento, a su amigo Aníbal Ford. Y la colección de Ford fue donada a la Biblioteca Nacional. Es un material original. Lo único que sobrevivió a su secuestro. No hay nada. Ni su hija tiene originales”, explica Jorgelina Núñez, la curadora de la muestra Rodolfo Walsh – Los oficios de la palabra que se puede ver, hasta el martes 28 de agosto, en la Biblioteca de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Rodríguez Peña 4046).

La idea de organizar esta muestra se impuso el año pasado por peso histórico: se cumplían noventa años del nacimiento de Walsh, sesenta de la publicación de Operación Masacre y cuarenta de su asesinato. Tres números redondos que abrieron un proceso de investigación sobre su legado.

El primer eje fuerte –explica Núñez– fue Operación Masacre. Se basaron en la búsqueda preliminar de la obra, publicada en entregas en las páginas de la revista Mayoría, durante 1957. Algunos ejemplares estaban en la hemeroteca nacional, otros hubo que ir a buscarlos. Nueve notas en la revista Mayoría constituyen la totalidad de la investigación. Las nueve se pueden ver en la muestra. “Lo interesante es que después se hacen cuatro ediciones del libro, en distintas editoriales, que son una reescritura del trabajo. Como no hay primera edición, es interesante ver las cuatro”, agrega la curadora. Operación Masacre se fue reescribiendo conforme pasaban los años, de acuerdo a la exigencias de estilo de Walsh y algunas correcciones en los datos. La primera edición es de 1957, la segunda de 1964, la tercera de 1969, y la cuarta y definitiva es la de 1972, fácil de identificar por su tapa ilustrada con Los fusilamientos de Goya.

Las anotaciones muestran la transformación de la obra del periodista y la meticulosidad con que releía su propia producción, que años después también pondría bajo la lupa desde una mirada militante y encendida por nuevo abordajes teóricos.

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También se expone la carta original que Walsh le escribe a sus amigos, donde cuenta detalles de la muerte de Vicki, su hija mayor, asesinada el 29 de septiembre de 1976, en el marco de uno de los operativos militares más grandes que se desarrollaron en la Ciudad de Buenos Aires. Los Giussani Constella, en aquel momento exiliados en Italia, en la casa de Juan Gelman, guardaron el original. Casi cuarenta años después lo acercaron a la Biblioteca nacional para que sea parte de la muestra.

“… Mi hija estaba dispuesta a no entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensaban los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límites en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación…”, dice un párrafo del texto, tipeado en máquina de escribir.

“A menudo se habla de Rodofo Walsh como un escritor, pero fue mucho más que eso. Además de su compromiso con la verdad y la investigación, entregó su vida a esa causa. Fue un profesional integral. Hay que recuperar su figura como editor, periodista novedoso, escritor, traductor y antólogo. Todas esas facetas son las que nos llevaron a pensar en esta exposición”, señala Núñez.

Cuenta la curadora que mientras revisaba el material sintió un gran impacto al releer los textos publicados en Ese hombre y otros papeles personales. Ahí pudo darle una nueva dimensión a la narrativa experimental que desarrolló en los últimos años, plasmada en cuentos como Fotos y Esa mujer, dos obras maestras de la literatura argentina. Se reencontró con un Walsh entrañable, con todas sus contradicciones, lejos de ese bronce que nunca quiso ser y en el que, sin embargo, se había convertido. “En algún lugar de ese libro dice que va a terminar de convirtiéndose en un cristal de culto. Y él se oponía a eso. Es más interesante esa lectura que la monolítica que lo ubica como santo de la izquierda”, apunta.

La obra de Rodolfo Walsh configura una mirada de época, donde cada idea busca construir un lector. Son textos rigurosos que respiran una atmósfera política espesa. Textos intencionales que mantienen intacta su potencia.



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