La Ciudad

Estudiantes de profesorados de Exactas brindan apoyo escolar en tres escuelas

Los establecimientos con los que se trabaja son la domiciliaria/hospitalaria 508 Madre Teresa de Calcuta, el Centro de Desarrollo Infantil Jorge Newberry y la Escuela 62.

Alrededor de 60 estudiantes de los profesorados de Química, Física, Biología y Matemática forman parte de un proyecto de voluntariado que busca brindar apoyo escolar a alumnos de tres escuelas de la ciudad. Se trata de “Ciencia, educación e inclusión”, un proyecto de Voluntariado Universitario seleccionado por la Secretaría de Políticas Universitarias, que se desarrolla durante todo el año y que es canalizado a través del Departamento de Educación Científica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Mar del Plata. En la iniciativa, además, participan profesores, auxiliares y adscriptos de esas carreras.

“El objetivo general es intervenir en la ampliación de la inclusión, la igualdad de oportunidades y la calidad en el aprendizaje de los adolescentes y jóvenes”, afirma la especialista Mariela Senger, profesora en Ciencias de la Educación y directora del proyecto. En esta línea, la docente destaca que “se genera un espacio compartido de acompañamiento pedagógico-didáctico-disciplinar, para complementar los procesos de enseñanza y de aprendizaje de las ciencias exactas y naturales de los niños y jóvenes de las escuelas”.

El proyecto asiste la trayectoria escolar de 150 alumnos de entre 6 y 18 años de tres escuelas del ámbito urbano y suburbano de la ciudad, mediante el acompañamiento de tutores-alumnos de la Facultad y que cumplen el rol de voluntarios.

Una de las instituciones educativas a las que se acompaña es la Escuela domiciliaria/hospitalaria 508 Madre Teresa de Calcuta, donde se brinda atención pedagógica en domicilio a niños y jóvenes que, por padecer diagnósticos orgánicos o psicológicos/psiquiátrico, se encuentran impedidos de concurrir a su escuela de procedencia. Las otras dos son el Centro de Desarrollo Infantil Jorge Newberry y la Escuela 62, que se ubican en barrios con alta vulnerabilidad social y educativa y donde se registran déficit de aprendizajes en todas las áreas, especialmente en las ciencias exactas y naturales.

Así, se busca colaborar con compromiso en proyectos alternativos para la enseñanza de las ciencias exactas y naturales, que den respuesta a los déficits de comprensión de contenidos, ya que esto es una manera de que la Facultad esté presente en la comunidad.

“Nuestros alumnos de la Facultad son voluntarios, ellos quieren ir y les brindan su apoyo a los niños y jóvenes de estas escuelas”, relata Senger, quien explica que “es un contacto sociocomunitario y una práctica cercana a lo que ellos se están formando, porque lo estarán haciendo como docentes en un futuro”.

Las problemáticas que se registran en estas instituciones educativas marplatenses son diversas y su abordaje comprende diferentes perspectivas. “Se trabaja con asistentes sociales, ya que hay problemas sociales y barriales muy marcados. Los chicos vienen con cuestiones que tiene que ver con violencia familiar, de género, problemas de alimentación o enfermedades terminales”, afirma la directora del proyecto, al tiempo que resalta algo importante de estas actividades: “Al estar ahí, lo que hacemos es asumir la idea de apuntalar el ‘derecho al juego’, que es un derecho humano. Entonces, tratamos de que en esa jornada de toda una mañana o tarde los chicos puedan disfrutar y aprender”.

Este proyecto lo que hace es conjugar diferentes instancias del sistema educativo, como lo son los niveles primarios, secundarios y universitarios, y está dirigido a chicos que no tienen su capital cultural asegurado. “Sin embargo, al presentarles trabajos alternativos que rompen con lo cotidiano, los resultados son buenos y los alumnos lo aprovechan mucho más”.

A modo de ejemplo, cabe citar algunas experiencias prácticas que los alumnos-tutores de la Facultad desarrollan con los niños y jóvenes de las tres escuelas a las que asisten. “Se trabaja con el descubrimiento del Número de Oro, por medio del cual los chicos se miden con centímetros de costurero desde la cabeza a los pies y del ombligo a los pies, y el resultado de la división de esos dos número siempre será 1,6, el Número de Oro”. “Otros trabajos incluyeron la utilización de tierra, agua, recipientes y monedas para explicar cómo es el proceso de erosión de la tierra”, explica Senger.

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