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Interés general 2 de abril de 2021

Falkner, cirujano, jesuita y sospechado espía inglés que describió la Malvinas como nadie

La historia une a Thomas Falkner con las Islas Malvinas. En su obra “Descripción de la Patagonia”, publicada en 1774 en Inglaterra, da detalles de las grandes islas del sur. Falkner fue uno de los padres jesuitas que fundó la Reducción del Pilar, frente a la que luego, en su honor y los demás, se llamó Laguna de los Padres.

Por Fernando del Rio

 

Las islas se llaman Malvinas  desde mucho antes de que los británicos las rebautizaran Falkland en reconocimiento a  una primera expedición en el siglo 17 cuyos tripulantes respondía al Vizconde de Falkland, un pueblito escocés. No las llamaron en tributo a Thomas Falkner, el cirujano que tras la expedición de 1746  las describió como pocos en un informe de dudosas buenas intenciones.

A Falkner se lo conoce en Mar del Plata por ser una calle. Nace en la costa norte con numeración 3500 y atraviesa la ciudad hacia el oeste para terminar al 9900, casi en el arroyo La Tapera. Pero es más que una calle, es el recuerdo a uno de aquellos jesuitas (junto a Strobel, Querini, Cardiel y Rejón) que se adelantaron para evangelizar el rugoso interior del Virreinato y se apostaron, entre otros lugares, frente a la posteriormente llamada, también en su tributo, “Laguna de los Padres”.

La historia es controvertida y hay autores que ubican a Falkner en una obediencia total a la realeza británica, destacando su traición y desagradecimiento al gobierno de otra corona, la española, que lo acogió en 1730 y le brindó atención por una enfermedad que contrajo al llegar al puerto de Buenos Aires. Falkner había nacido en Manchester y estudiado para cirujano en Londres. Aseguran que la cercanía con el Támesis le proporcionó relaciones con hombres de mar y que fue así como, cautivado por los relatos de viajes, se embarcó hacia Guinea y de allí a Buenos Aires.

Por  esos tiempos las misiones jesuitas valoraban mucho los conocimientos médicos porque eran la herramienta más efectiva para convencer a los aborígenes de aceptar el orden y la disciplina. Así fue que, arribado a Buenos Aires y luego de superar su enfermedad, Falkner aceptó abandonar sus inclinaciones calvinistas y adoptar la corriente jesuita, para lo cual viajó a Córdoba a ordenarse sacerdote.

Luego de permanecer por 30 años en estas tierras, Falkner y la orden jesuita fueron desterrados y encarcelado por el Virreinato. Regresó en barco a Cádiz y finalmente recaló en el pueblo de Spetchley. Allí fue  capellán, como en Wimsley y en Shropshire, donde encontró a la muerte en 1784.

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Su paso por lo que luego sería Argentina es recordado por su labor religiosa y médica, aunque su mayor aporte fueron sus escritos y sus mapas. “Descripción de la Patagonia”, publicado recién en 1774, es un informe no demasiado extenso en el que retrata estas tierras y tiene un apéndice sobre “algunas particularidades relativas a las Islas de Malvinas”. Él las llamaba Falkland, naturalmente.

Las islas

En el volumen “Descripción de la Patagonia”, Falkner construye una obra de maravilloso interés, ya que en su afán por cumplir con su rol de buen informante entra al detalle, usando sus vivencias y observaciones, y el aporte de otras personas.

En el apartado sobre las Islas Malvinas, Falkner las describe hostiles pero estratégicas, áridas pero necesarias. “Son tan bajas y pantanosas dichas islas, que después de una lluvia no se puede salir de casa sin hundirse en el lodo hasta las rodillas. Las casas son de tierra, y están verdes, tomadas por el moho por la excesiva humedad del país, no pudiéndose hacer ladrillos por falta de fuego. Los colonos han sembrado varios géneros de grano, como trigo, cebada, guisantes, habas y otras cosas: pero la tierra es tan estéril, que todo se redujo a yerba y paja, sin rendir fruto alguno”, dice.

“Los únicos animales peculiares a estas islas son penguinos y butardas, siendo solo estos últimos comestibles, matándolos con escopeta, y cuando hay poco se venden muy caros. Es tan grande la pobreza de este país que el gobierno español de Buenos Aires estuvo obligado a enviar navíos cada tres o cuatro meses, para mantener la gente y guarnición, sin que pudiese esperar retorno alguno”.

Es sí, destaca que “el agua es el único bien que tiene este país, además de un buen puerto”.

“Los franceses –destaca- enviaron gente a estas islas en la última guerra para asegurar un puerto a sus navíos, que venían de las Indias Orientales para el mar del sur, carrera necesaria para libertarse de los corsarios ingleses. Pero acabada la guerra y cansados de una colonia tan pobre y miserable, y de tan grandes gastos, cesando su fin determinaron dejarla, con la intención no obstante de cobrar o recobrar (si fuese posible) el dinero que habían expendido en ella: a cuyo fin representaron estas nuevas adquisiciones de una manera tan favorable a la corte de Madrid que el Rey de España acordó pagarles 500000 pesos (otros dicen 800000 y otros aun alargan hasta un  millón) para que cediesen esta colonia a España”.

“Encargado por el gobierno español de reconocer las costas del virreinato de Buenos Aires, empezó a mirar el pais bajo un nuevo aspecto, y fue acopiando materiales para una obra que, según parece, destinaba al ministerio inglés”, dice Pedro De Angelis autor de la Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata” en su edición original de 1835.

Andrés Carretero, prologuista de la edición de 1969 señala en el mismo sentido que ” “no es muy descabellada la intención de atribuir a Falkner propósitos ocultos”.

Cuál haya sido su interés, Falkner, el virtuoso cirujano calvinista, luego jesuita, explorador y esforzado políglota (se tomó el trabajo de aprender las lenguas aborígenes para entender todo mucho mejor) dejó hace tres siglos y medio atrás una de las primeras descripciones topográficas, botánicas, geológicas y marinas de las Islas Malvinas. El mismo Falkner que, junto a los otros jesuitas, había intentado negociar con los indios y formar un pueblo frente a la laguna que luego se llamó en honor a ellos, Laguna de los Padres.



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