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Policiales 9 de abril de 2024

Falleció un empresario marplatense en la Cordillera de los Andes

Daniel Roberto Provoost tenía 59 años y se desempeñaba en el rubro de la metalurgia. Fue encontrado muerto al lado de su camioneta en Paso de Agua Negra, a más de 4.000 metros de altura, y se presume que se descompensó mientras cambiaba un neumático pinchado.

Un empresario marplatense de 59 años falleció este lunes en la Cordillera de los Andes, del lado chileno, y se sospecha que se descompensó mientras cambiaba un neumático de su camioneta a 4 mil metros de altura.

Se trata de Daniel Roberto Provoost, quien se desempeñaba en el rubro de la metalurgia, quien fue hallado muerto al lado de su vehículo en el denominado Paso de Agua Negra, que une la provincia de San Juan con el vecino país.

Tal como publica el sitio web El Tiempo de San Juan, el propio Provoost había contado su derrotero empresarial en una publicación que hizo la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (Adimra), en mayo de 2017.

“La metalurgia es algo que me viene de generaciones”, había explicado el marplatense en ese artículo en el cual destaca su labor en el negocio junto a su pareja Miriam Sudelnitzky.

Además, en sus redes sociales exhibía imágenes en las que podía vérselo como un aventurero, ya que formaba parte de un grupo de motoqueros con los que solía recorrer rutas argentinas.

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La planta de Provoost está ubicada en Savio al 200, y es la única que trabaja con aire caliente en la ciudad. Además, la misma fabricó maquinaria para importantes empresas locales y nacionales. Allí, según contó a LA CAPITAL una fuente, el empresario “cenaba pizzas todos los jueves junto a sus empleados”.

“Viajaba a Chile para comprar herramientas. Había salido el viernes de Mar del Plata”, contó también el informante, en diálogo con este medio.

Trayectoria

Provoost había nacido el 3 de agosto de 1964 en Mar del Plata. Hijo de Guido Karel Rogel, de nacionalidad belga, y de Gladys Ofelia Zambon, oriunda de Chajarí, era el mayor de tres hermanos. “Mi padre y su familia inmigraron corridos por las consecuencias que dejaba la guerra en Europa. Llegaron navegando en una flota de trece embarcaciones adaptadas para la pesca”, explicó en su relato.

En Mar del Plata, su familia tuvo una empresa pesquera. “Mi abuelo, que tenía amplios conocimientos de mecánica naval, era el jefe de mantenimiento de los barcos. Mi padre, con 16 años, empezó a formarse como tornero en dicha empresa. Así que la metalurgia es algo que me viene como un legado familiar”, señalaba.

Y agregaba: “Mi infancia y adolescencia transcurrieron viendo a mis padres luchar para mantenernos y educarnos. Mi madre tejía y cosía para otros hasta altas horas de la madrugada. Nos inculcaron una fuerte cultura del trabajo. Cursé la primaria en la Escuela N° 19. La secundaria, en el Industrial ENET N°3. En esa época, ayudaba a mi padre, por las noches en la tornería donde estaba empleado. Así hacía mis primeras piezas y ganaba unos pesos para mis gastos”.

El empresario fallecido cursó luego tres años de la carrera de ingeniería “gracias a una beca del gobierno de Bélgica”, pero por motivos personales, la abandonó posteriormente.

“Empecé a trabajar como dibujante técnico en una empresa de máquinas agrícolas, gracias a los conocimientos adquiridos en el colegio industrial. Más adelante, entré en una rectificadora de motores. La formación en aquel oficio, con los años, me sirvió para armar mi taller de rectificado… Y sin saberlo este sería el primer paso para comenzar a armar mi propio proyecto”, indicaba en su relato.

Para Provoost, “por culpa del gobierno de turno” su padre y su oficio “estaban acabados”. “Con poco trabajo y una familia para mantener” el hombre volvió a Bélgica a probar suerte, pero el país donde había nacido “ya no era el mismo y tampoco podía estar lejos de lo que había construido en Argentina”. Así que regresó, sin empleo y sumido en una profunda depresión.

“Decidí comprarle un torno usado y hacerle un lugar en mi taller de rectificado. Así se comenzó a gestar lo que hoy es mi empresa. Mi padre volvió a visitar a sus antiguos clientes. La mayoría eran fábricas dedicadas a las máquinas envasadoras. Le dieron trabajo ya que sabían de su responsabilidad en cuanto al tiempo de entrega y la calidad en su mano de obra. Día a día, tenía más trabajo. Como mi trabajo como rectificador ya no era rentable compré una fresadora y empecé a complementar el trabajo de mi padre. Me encontré rectificando motores por las noches y fresando durante el día. Trabajaba de lunes a lunes para poder pagar las cuotas de la máquina”, detallaba en su descripción.

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Con respecto a su vida personal, Provoost ya se había casado y separado, y tenía una hija (Lilian Giselle).  En 2000 conoció a su nueva pareja, Miriam, quien empezó a involucrarse en las tareas administrativas de su firma. “Con ella y mi padre vimos crecer el taller paso a paso. Al poco tiempo, tomé un crédito y compré un torno nuevo. Después incorporamos otro tornero. Luego, un fresador. Aunque algunos se fueron, los que todavía están se formaron con nosotros. En el 2004, mi padre falleció. El duelo me costó muchos años. Hasta hoy lo extraño. No llegó a ver todo lo que seguramente soñó para nosotros. Pero si me viera hoy, creo que sería su orgullo, tal como él lo era para mí”, añadía.

La empresa de Provoost se dedicaba entonces a los mecanizados de precisión. “Trabajamos, como al comienzo, para fábricas de máquinas envasadoras, de las cuales hay muchas y muy importantes en Mar del Plata: Ima-Mai S.A., Tecmar S.A., Cramsa S.A., Fustec, Solverpack, entre otras. Además, desarrollamos máquinas a la medida del cliente. Éste trae su idea y nosotros se la fabricamos. Incluso se la mejoramos, en caso de ser posible. Nos dedicamos a la industria alimenticia, a la medicina en varios campos y a la industria petrolera con desarrollos de equipos para el estudio de espesores por ultrasonido o flujo magnético. Con la adquisición de equipos CNC, comenzamos la fabricación de matricería para inyección de plástico y moldes para conformación de extruidos. Cada pieza, cada máquina es un reto que aceptamos. Cuidando la calidad del trabajo como parte primordial, ya que es legado recibido”, especificaba.

Y concluía: “Mi padre siempre decía que una pieza no nace de un árbol. Tiene un comienzo, un desarrollo, una elaboración… Esta empresa es igual. Nada fue sencillo. Cada logro significó una lucha. Pero con esfuerzo, y sin bajar los brazos, seguimos adelante. Amo mi trabajo, tengo la suerte de hacer lo que me gusta y de no haberme equivocado en esta elección. Quiero seguir creando arte en metal”.



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