Opinión

Femicidios: el desvalimiento aprendido

por Susana Godoy

Siguen en aumento los femicidios en nuestro país; a las agresiones de parejas o ex hay que sumar los casos crecientes de ataque a mujeres por desconocidos que van desde hombres marginales o solitarios, ex convictos, hasta grupos de trata de personas y narcos (Anahí Benítez, Arascelli Fulles, Micaela García).

Cuando se produce el femicidio se llegó tarde; la pregunta es cómo encarar la prevención; qué pueden hacer las mujeres y sobre todo las adolescentes, blanco favorito de estos predadores, para evitar ser atacadas. Una vez que la mujer fue asesinada de nada sirven la indignación colectiva, la furia de los familiares y vecinos, la quema de la casa del sospechoso o la comisaría del lugar, ni el asombro de los ciudadanos que miran los canales de noticias. En nuestro país las estadísticas indicaban un femicidio cada 34 horas; en 2017 hubo meses en que sucedieron ataques cada 18 horas.

Además de la relativa prevención que pueden hacer las autoridades policiales, judiciales y el Estado, veamos un factor socio religiosos que expone a la mujer al peligro y que está en la base de la resignación y la imposibilidad de defenderse o preservarse de la violencia; hay ideas, mandatos e imágenes ancestrales que son decisivos en este desvalimiento aprendido.

El Marianismo es el último recurso del patriarcado; ensalza a la mujer, le dice que ella es moralmente superior, con mayor fortaleza emocional que el hombre, al tiempo que indirectamente la compara con María en su faz de la Virgen Dolorosa, de la devoción y los padecimientos; esto lleva a las mujeres a identificarse (inconscientemente) con esta figura y ser aptas e idóneas para el sacrificio y la abnegación por el marido, la familia y la sociedad.

El matrimonio, la familia, el cuidado y satisfacción de los deseos y necesidades del varón deben ser la prioridad y única preocupación de la mujer, porque las mujeres desde el Neolítico pertenecen a los varones del clan.

Se inculca en la mujer que es bueno negarse sí misma, que se debe por completo a la familia y a la comunidad, que está en su naturaleza sufrir, sacrificarse y que esto agrada al Dios.

Así la Virgen María y la devoción por su imagen se tornan en contra de los intereses de las mujeres. Las virtudes de humildad y entrega de la Gran Madre se traducen para culturalmente como subordinación al varón y a los intereses de la sociedad patriarcal.

El Marianismo postula que toda mujer es madre y todo varón es hijo. La madre tolera y acepta todo de los “hijos” porque ella tiene una infinita capacidad de soportar el dolor y perdonar, porque al fin y al cabo “los hombres son como niños”

Las jóvenes con el inconsciente impregnado de estas enseñanzas y creencias se identifican con la madre sufriente y pasiva que no hace más que esperar y aguantar en silencio, porque el sufrimiento es su destino de mujer y la puerta a la salvación.

Las mujeres tienen que reaprender el olvidado lenguaje del instinto de supervivencia; decodificar las señales de peligro que la educación religiosa y la cultura patriarcal les enseñaron a ignorar “en nombre del amor y la familia”

Sacrificio, entrega, paciencia, obediencia, sumisión, humildad, vivir para otros y amor incondicional, son los señuelos del cazador.

¿Por qué a las mujeres victimas de violencia les resulta tan difícil alejarse del hombre maltratador?.

¿Por qué no escuchan sus instintos de vida?.

¿Por qué después de recibir ayuda de familiares, amigos o policía, muchas retiran las denuncias y vuelven con el hombre violento?.

¿Qué apaga su instinto de supervivencia?.¿Qué mandato es más poderoso que este?.

A las generaciones mas jóvenes ¿qué le ofrecen el hombre peligroso, la noche, las fiestas con extraños convocadas desde Facebook, para que se expongan por completo?.

El varón le ofrece identidad, sentido a su vida, seguridad, ser el proveedor y el centro del hogar y de la existencia de la mujer.

Estar en pareja la hace sentirse persona completa.

La ideología patriarcal la ha persuadido de que no vale si no está con un hombre al lado siempre y un padre para sus hijos; y la otra opción igualmente falsa y destructiva se apoya en la sociedad de consumo que lleva a las jovencitas a pensar que las drogas, el alcohol y el sexo (transar en boliches) con extraños son “cool” y que solo pueden divertirse y pasarla bien si están intoxicadas (la previa antes del boliche o el recital).

Otras en situación de vulnerabilidad social pasan su juventud intentando consolidar una pareja y terminan con varios hijos frutos de diferentes uniones con hombres que las abandonan y no se responsabilizan de los hijos que engendran. Es creciente el número de hogares monoparentales con la madre a cargo de todo.

Los casos mas extremos son los de jóvenes mujeres (pertenecientes a cultos religiosos) que van a las cárceles a salvar almas o a visitar familiares y terminan en pareja con hombres peligrosos, muchos de ellos femicidas.

Cualquiera con un sano instinto pondría un mar de por medio, pero estas jóvenes mujeres terminan relacionándose con ellos, y no pocas mueren asesinadas en visitas íntimas en la misma cárcel. Algunas de estas victimas fueron: Andrea Neri, Verónica Castro, Elizabeth Aguirre, María Lujan Aguilera, Sandra Patiño.

Las mujeres tienen que comprender que el príncipe azul, la media naranja, seguir a la pareja en las buenas y en las malas y hasta que la muerte los separe, no son objetivos razonables y que por tener una pareja, un padre para sus hijos o la boda de sus sueños, no se puede caer en tales extremos.

Los hombres se han entrenado por milenios en el uso de la fuerza y la manipulación; saben atacar y defenderse, las mujeres por el contrario fueron educadas para la sumisión, para obedecer y complacer al hombre y soportar los malos tratos y las penurias, porque ellos son más fuertes y tienen el control del mundo.

Como sociedad tenemos que indagar en la resignación y aceptación, ver si detrás no hay una creencia cultural de base socio religiosa que lleva a la mujer a creer en la superioridad del hombre, del macho al que le reconoce el derecho a mandar, controlar golpearla y por ende la negativa a defenderse.

¿De donde le viene a la mujer la aceptación de la superioridad del varón en el mundo?.

¿Quién puso en ella estas ideas de culpa y resignación?.

Por otro lado, qué lleva a muchas a sentir atracción por hombres peligrosos y agresivos; hay que considerar si detrás de esto no esta el comportamiento atávico de la hembra que se siente atraída por el macho alfa, el dominante del grupo que con actitud agresiva y desafiante intimida a todos. Mujeres con baja autoestima se asocian íntimamente a hombres violentos o peligrosos como una forma vicaria de experimentar poder.

¿Qué sucede en la mente de las mujeres que entran en sitios de Internet buscando un “amo” para una relación sexual en la que ella desea ser “la sumisa”, alguien a quien se controla, humilla, rebaja y golpea?.

¿Qué construcción de género tienen estas mujeres que equiparan degradación con excitación sexual; celos y control con amor?.

¿De donde surge la erotización del dolor y el sufrimiento?.

¿Quién les machacó la mente desde hace milenios con aquello de que el sacrificio es loable? Que hay que darlo todo; dar hasta que duela, y cosas así.

Las mujeres tienen que aprender qué creencias y comportamientos están retroalimentando el círculo de la violencia; qué cosas tienen que cambiar, modificase o directamente ser dejadas de lado.

La erotización de la sumisión y la violencia son fundamentales y están detrás de la aceptación del maltrato y control en la pareja hasta la servidumbre mas obvia como la prostitución, la pornografía y el alquiler de vientres; todos estos comportamientos facilitan la aceptación de la servidumbre sexual de la mujer tan cara al Estado patriarcal y las religiones porque son el contrapeso para mantener la “familia tradicional” que los perpetúa en el poder y el control de la sociedad.

Hasta que este paradigma dominante no sea reemplazado y surjan nuevas instituciones conformadas por hombres y mujeres por igual, no solo en número (cupo) sino en lugares de toma de decisiones, la violencia contra la mujer lamentablemente continuará.

Los cambios parciales en organismos y estamentos no son suficientes, tiene que transformarse la consciencia y el inconsciente de la humanidad a partir del cambio de paradigma que rige nuestra civilización; como dijo alguien, la Edad de Piedra se terminó y no fue porque se acabaron las piedras.

(*): Licenciada en Psicología. Especialización en Psicología Analítica Junguiana.

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